domingo, 19 de julio de 2015

“Una Buenos Aires de exportación”- Reseña de Buenos Aires Noir de Gwendolyn Díaz Ridgeway por Paula Varsavsky*


           La colección de cuentos Buenos Aires Noir  consta de catorce amenos y atrapantes relatos cortos situados en distintos barrios porteños. Escritos por la doctora en Letras Gwendolyn Díaz Ridgeway, autora de la colección de entrevistas a escritoras argentinas titulada Mujer y poder en la literatura argentina y de varios volúmenes de crítica literaria, se trata de su primera obra de ficción. Díaz se desempeña como directora de la Maestría en Literatura y Lengua Inglesa de St.Mary´s University en Estados Unidos.
Los relatos, a la manera de estampas o postales de Buenos Aires, narrados por personajes femeninos, nos llevan a lo largo y a lo ancho de recorridos urbanos. Se encuentran poblados tanto por costumbres porteñas que asombran a una extranjera que conoció íntimamente la ciudad de chica como por momentos claves  en las vidas de quienes los protagonizan y de la ciudad misma. “Los cartoneros revolvían la basura en cada esquina, hombres, mujeres y niños escarbando como ratas entre las pilas de desperdicios, mientras adentro en los restaurantes había gente que engullía bandejas de carnes a punto y vinos finos”.
Así es como se alternan el extrañamiento y el reconocimiento, la falta y el desdén por aquello que, en definitiva, resulta imprescindible. Los detalles de una sociedad que es casi el reverso a la que habitan ciertas protagonistas, se encuentran en el trasfondo de varios de los cuentos. “Por más gris y triste que encontrara Buenos Aires, llevaba esa ciudad arraigada en el alma, cuando le faltaba, faltaba también esa parte de ella que quedaba siempre allí, dejándola incompleta”, confiesa Lina en “Barrio Norte, Orbis Tertius”.
En “Curvatura” el recorrido, en tono humorístico,  es en un taxi que lleva a una mujer que acaba de llegar de Estados Unidos, del aeropuerto hasta el centro de la ciudad. La confesión del taxista a la pasajera acerca de su extraño problema de salud que le afecta su sexualidad, nos introduce a una serie de historias de seducción más o menos felices, plagadas de encuentros y desencuentros, donde aparece hasta un Premio Nobel en literatura.  El libro no es ajeno a la violencia de género, en “Dos monjas”, son ellas mismas quienes denuncian a un golpeador que ha dejado desmayada a su mujer, a quien intenta ayudar su hija de dos años.
El cuento “Los almohadones de Don Pastore” da un giro hacia otra temática: los valores morales de cierta clase media o media baja, hijos de inmigrantes, que alguna vez existió en la Argentina y fue de una honestidad inigualable. Encontraba mayor satisfacción en la realización de un trabajo de calidad que en el rédito económico obtenido.“Estas formas de actuar eran tan distintas de cómo se hacían las cosas en el norte, pensó Samantha. Allí todos medían el éxito por el bottom-line, es decir la suma final, el monto de las ganancias después de descontar los gastos”.
Los tres últimos cuentos de la colección tratan sobre al ambiente del tango en la actualidad. Las milongas, pobladas por igual de argentinos que redescubrieron el dos por cuatro en la madurez, luego de haberlo rechazado durante la adolescencia y de extranjeros que lo experimentan por primera vez, resultan un hervidero de enlaces entre seres humanos. Pasamos por “Veinte años no es nada” en el que el deseo por la carne joven, lleva a un hombre al borde de cumplir cincuenta años a adentrarse en el mundo del tango. Encabezado por un bello epígrafe de Jorge Luis Borges que hace referencia al tango, el cierre de esta colección, el cuento “El hombre de la cara manchada”, nos lleva a reflexionar sobre las paradojas del tango: música y baile que todo lo transforman.

* Paula Varsavsky es autora de las novelas Nadie alzaba la voz y El resto de su vida. Es colaboradora de los diarios La Gaceta, Perfil, El Mercurio y El País (Montevideo).




                               

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