domingo, 27 de septiembre de 2020

“Uno atraviesa momentos de ‘fertilidad’, que son una especie de estado de celo” Alejandro Méndez Casariego responde En cuestión: un cuestionario de Rolando Revagliatti


Alejandro Méndez Casariego nació el 19 de abril de 1952 en Buenos Aires, donde reside, capital de la República Argentina. Estudió Historia en la Universidad Nacional de Cuyo. Fundó y coordinó junto con José Emilio Tallarico y Gerardo Lewin el Ciclo de Poesía “El Orate y la Musa”, además de otros espacios de lectura con diversos escritores. Poemas y otras colaboraciones de su autoría fueron difundidos en medios electrónicos y en revistas de soporte papel de su país, Paraguay, Perú, Puerto Rico e Inglaterra. Tradujo del inglés obras de Dylan Thomas, D. H. Lawrence, Wallace Stevens y Edgar Allan Poe. Dirigió talleres grupales de poesía y traducción entre los años 2000 y 2012. Actualmente dirige clínicas y talleres de poesía. Integró en 2005 la antología País de vientre abierto (poesía social argentina de principios del siglo XXI). Publicó entre 2003 y 2019 los poemarios El elefante de cartón, Los réprobos, Los dioses del hogar, Pieles rojas y La mujer del samurái.



1: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?

AMC: Supongo que, más allá de algunos monigotes que representaban a mi familia y mi casita, lo primero destacable fue un poema que escribí a los siete años, y del cual creo que aún conservo una copia que mi madre pasó a máquina en aquella época. Se llamaba “La tristeza de los nidos”. Trataba de describir el sufrimiento de una madre pájaro al encontrar destruido el nido en el que había dejado a sus pichones. Literalmente, una lágrima. Años más tarde, a los doce, escribí un poema basado en una experiencia personal que me cambió definitivamente en más de un sentido. Por primera vez, sentí que quería a alguien más que a mí mismo. Eso es, para mí, la enseñanza del amor adolescente. Escribí un poema al que llamé, más tarde, “La chica de la polio”. Muchas décadas después lo retoqué un poco, y aún lo leo.

 

 2: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

AMC: Para ser preciso, diría que me llevo bien con la lluvia torrencial, descontrolada, salvaje, pero muy mal con la lluvia persistente, rala, molesta e interminable de la ciudad. La velocidad no me seduce. Con la sangre tengo una relación natural; soy de los que miran cuando le clavan la aguja para una extracción, pero no de los que se succionan la sangre de la herida con placer. Con las contrariedades también tengo una relación natural: las odio.

 

 3: “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?...

AMC: Prefiero decir que uno atraviesa momentos de “fertilidad”, que son una especie de estado de celo. Considero que esto no es exclusivo de la actividad artística: a veces, esa fertilidad está presente en actividades menos sutiles. Como cuando nos despertamos y decimos: Qué ganas de limpiar tengo hoy o de salir a correr, o de tener sexo. Es difícil determinar qué elementos influyen en ese estado, pero he llegado a pensar que intervienen no pocos elementos físicos (corporales), además del contexto y algunos estímulos externos. Cuando digo esto, estoy diciendo que de alguna manera uno puede “ayudarse” a lograr esos momentos: ciertas lecturas, dormir bien, entorno sosegado. A veces, incluso los olores. Ojo, también he sentido el “relámpago”, la inmediatez, la urgencia, pero no creo que por sí solos estos fenómenos garanticen un buen trabajo. Prefiero una mezcla de estado de fertilidad y manejo certero de las herramientas que uno ha ido aprendiendo a usar. Y sobre todo tener qué decir, y voluntad para hacerlo.


4: ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

AMC: Soy honesto si afirmo que, si no me gusta una obra, no ahondo demasiado en los otros aspectos de la vida del escritor o del artista en general. Por el contrario, si la obra me seduce me empiezan a interesar algunos otros aspectos de su vida, y suelo escarbar un poco por allí.

 

5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

AMC: Nada. Quien me conoce sabe que rechazo todo tipo de frases. Por lo general, las frases encierran un aspecto de la cosa, y nunca la cosa entera, y son, por lo tanto y casi siempre, parcialmente falsas e ineficaces.  Si debiera elegir una, sería aquel “Sólo sé que no se nada” que se le atribuye a Sócrates.

 

 6: ¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

AMC: Me estremecieron, o tal vez, mejor dicho, me impactaron fuertemente “Romancero gitano”, de Federico García Loca, “El Quijote de la Mancha”, “Las almas muertas” de Nikolái Gógol, parte de la poesía de Dylan Thomas. Entre otras innumerables obras literarias. Perplejidad, en el sentido de asombro y duda, me produjeron y me producen buena parte de la obra de Fiódor Dostoievski, de Victor Hugo, de Franz Kafka. Las novelas “América”, “El proceso” y “El castillo”, de este último, me dejaron realmente en un estado alterado.

7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

AMC: Tengo situaciones irrisorias como para hacer un manual, porque soy un despistado de origen, el típico distraído que no sabe en qué día vive y no puede recordar ni su propio cumpleaños. Además, tuve un período de la vida en que solía hablar sin reflexionar mucho (debo decir que esa etapa quedó, por suerte, superada), lo cual me llevaba a metidas de pata épicas. Pero relacionados con la actividad poética, se me hace presente un caso que en una de esas vale la pena mencionar: cuando Gerardo Curiá y Lidia Rocha me invitaron a hacer tres presentaciones de libros simultáneas. Eran libros recientes de Leticia Hernando, Leonardo Martínez y Daniel Muxica. No tuve mayor dificultad con Leticia y Leonardo, a quienes había leído y escuchado profusamente y con quienes tenía amistad cercana. Muxica, en cambio, era un descubrimiento para mí: no había leído nada de él, y seguramente “El elogio de la dispersión” no era su obra más transparente. Fue arduo. Me hizo sudar como nunca nadie. Pero, finalmente, quedé conforme con el resultado: me pareció haber encontrado el meollo, la fuerza motriz del libro. Terminadas las presentaciones, charlando en rueda, Daniel, me felicitó afectuosamente, con las siguientes palabras (aprox.): “Es la reseña más brillante que haya escuchado sobre un tema que no tiene absolutamente nada que ver con lo que quise decir en el libro”. Tendamos un manto de piedad. 


   Alejandro Méndez Casariego con Gerardo Curiá 

                                             

8: ¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?

AMC: La preocupación por la “posteridad”, en el sentido de la preocupación por la propia trascendencia, siempre me produjo asombro, y hasta cierta irritación. Como buen ateo, siempre pensé en la posteridad como en algo que no me incluye y a la que, por lo tanto, tampoco incluyo yo entre mis inquietudes. Honestamente, si alguien lee o no un poema mío cuando yo ya no esté, me es completamente indiferente.

 

9: “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?

AMC: Las rutinas que me aplastaban, y que por suerte ya dejé atrás, fueron las laborales. Siempre tuve un problema con cumplir horario, viajar todos los días al mismo lugar, la “repetición de los saludos”, como diría Thomas, la tarea poco satisfactoria. Sufrí con todo eso. En cuanto a las rutinas que yo mismo me impongo, las que establecen una serie de rituales diarios que me son entrañablemente familiares, me dan mucha paz, y las atesoro.

 

10: ¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

AMC: Lo de Barga, a quien no conocía hasta hoy, lo incluyo dentro de la opinión que me merecen las frases: intentan abarcar en una sola definición, algo que tiene muchas, que es subjetivo, y por lo tanto inabarcable. No creo que exista algo a lo que pueda caberle la calificación de “perfecto”. Yo podría arriesgar que, desde mi punto de vista, un estilo es una forma de decir que intento variar permanentemente; en eso consiste la exploración, la experimentación, el ensayo. A lo que es más difícil escapar es a la propia voz, que generalmente se hace notar a través de los distintos estilos por los que uno va transitando.


11: ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

AMC: Siempre me produjo una intolerable indignación, y a la vez reacciones apenas contenidas de violencia, el hecho de que sea aceptado como natural que en el mundo coexistan las enormes fortunas, con la miseria más dolorosa. Y me sorprende que este hecho no desate estados de permanente rebelión. Es algo que no puedo concebir. En algunas casas se tiran restos de una fiesta que podrían alimentar a una familia por varias semanas; en otra casa, niños se mueren de hambre por no tener acceso a lo básico. La sola idea me subleva. Sea perdonado si caí en la obviedad o en el cliché, pero las cosas como son: no se me ocurre nada que me disguste más. Esto fue así desde mis quince años.

Me harta la vocación de figuración, la lucha por espacios que no significan absolutamente nada, que suelen darse en el ambiente poético. Cansan, repugnan, hastían.


12: ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

AMC: La infancia: galopando en caballos de remonta, por las calles del barrio militar en Jujuy, en malón con mis hermanos. Esto intenté retratar en mi libro “Pieles rojas”.  La adolescencia me trae la primera (y tal vez única de esa intensidad) sensación de enamoramiento: el mareo, el vértigo, la incontenible euforia. A esto nunca pude retratarlo.


13: ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

AMC: Acá viene una respuesta tal vez inesperada: a Sandokán, a bordo de la Mompracem o de La Perla de Labuan, con la tempestad bramando a su alrededor. En cualquiera de los tres libros: “Sandokán”, “El tigre de la Malasia”, “Los dos tigres”. Ergo, a Emilio Salgari.

 

14: El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

AMC: Por partes: el silencio me es grato, pero no me molestan los sonidos opacos, la música de la vida aconteciendo.

Me parece que los gestos gravitan desde su autenticidad; porque es tanto un gesto lo espontáneo, como el que se realiza desde la composición de un personaje, pero no tienen el mismo valor.

En cuanto a la desolación, me resulta fuertemente poética, tiene un peso descriptivo que ninguna otra palabra es capaz de igualar; de hecho, su sola mención nos exime de otras consideraciones.

El fervor me produce perplejidad. Nunca logré sentirlo plenamente, no es lo mío.

La intemperancia es daño, es pequeñez, y desemboca en crueldad y vileza.

 

15: ¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

AMC: A Shakespeare, al Miguel de Cervantes del Quijote, al Gógol de “Las almas muertas”.

 

16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...

AMC: No aprecio las verdades de perogrullo, el falso sentido común, que suele ser el superficial, el poco reflexivo.

Prefiero las imprecisiones que derivan a veces de la libertad creativa. Los flecos, digamos, sin abusar.

 

17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?

AMC: No me pasa. No quiero a personas que no valoro. Para ser preciso: para querer a alguien le tengo que encontrar algún valor, sea del tipo que sea: talento artístico, bondad, generosidad, simpatía, solidaridad, algún tipo de destreza. Lo que fuera. Hay personas en nuestro ambiente a las que quiero mucho, y cuya obra poética no me convence para nada. Pero son generosos, solidarios, cariñosos. Valores que pongo muy por encima del talento para escribir poemas.

 

18: ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?

AMC: Me temía esta pregunta. Me parece un hermoso tango, en muchos aspectos. Pero creo que, si vamos a profundizar, carece de rigor histórico. El siglo 20 no fue peor que el 19 o el 18. A medida que vamos hacia atrás en la historia nos encontramos con atrocidades cada vez más difíciles de concebir. No comparto aquello de que “todo tiempo pasado fue mejor”. La historia es un compendio de aciertos y errores. De todos modos, me gusta cantar ese tango, como nos gusta cantar, a veces, canciones cuyas letras no nos representan demasiado, pero que suenan maravillosamente bien.

 


19: Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?

AMC: El Ché, Galileo Galilei, Karl Marx, Saladino, Rosa Luxemburgo, Hypatia de Alejandría, Juana de Arco, Giordano Bruno, Thomas Moore, Espartaco, Sócrates.

 

20: ¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?

AMC: No me río mucho. La risa es otra de las cosas que me producen alguna perplejidad. Sonrío ante la ironía, lo gracioso, lo bueno, pero no tengo carcajada. Lo que más me divierte, hablando en general, son las buenas imitaciones.


21: ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

AMC: Desde el punto de vista profesional, laboral, o poético, lo tomo con calma. No le doy demasiada importancia. Lo que tuvo valor, sigue conmigo. Respecto a mi visión ideológica del mundo, reconozco sentirme desalentado, decepcionado.

 

22: El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?

AMC: Si hablamos de amor romántico, para mí es una aleación de necesidades y sensaciones múltiples, un sentimiento compuesto. Me cuesta verlo como entidad separada, como concepto con límites precisos. Más o menos lo mismo me pasa con el odio.

En cuanto al dinero, luego de una infancia y adolescencia bastante regalada, fue escaso el resto de mi vida, en algunos momentos incluso muy escaso, pero pude sobrevivir a los peores años. Parte de la carestía se debió a decisiones conscientemente tomadas, a un desclasamiento por causas ideológicas. Lo relaciono estrictamente con la supervivencia y con darse algunos gustos. No mucho más que eso. No requiero mucho más.

Respecto a la religión, siempre me produjo extrañamiento ver a millones de personas moviéndose en torno a lo imaginario o inexistente. Esa enorme parafernalia que rodea lo religioso, me deja atónito, me impresiona mucho. Esto no implica que no respete las creencias; jamás se me ocurriría tratar de hacer escéptico a un creyente. Por otro lado, hay aspectos de las religiones que me interesan y me seducen. Los evangelios, particularmente el de San Juan, me parecen hermosos poemas. Parte de la liturgia católica, y el canto gregoriano, me resultan maravillosos.

La política fue mi vida durante por lo menos tres décadas. Hoy, sin renegar de ella, me pregunto sobre los frutos de toda la energía que le dediqué.


 
23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?

AMC: Sería una larga lista, pero trato de mencionar algunas, para no desertar. Me resulta insufrible el cubismo, y la escultura no figurativa.

Al teatro no voy; soy incapaz de meterme en una trama cuya artificialidad es destrozada por un contexto, visible para mí, de butacas, escenario, actuaciones en las que los actores levantan la voz para hacerse oír. Simplemente, no puedo comprar esa ficción, no me gana.

No incursioné, en literatura, en territorios que no me fueran recomendados. Haría una sola excepción con “Adán Buenos Aires” y “El banquete de Severo Arcángelo”, de Leopoldo Marechal. Ambos libros me parecieron ampulosos, pretenciosos y de poco interés. En ambos casos me costó terminar de leerlos.

En cuanto a lo arquitectónico, no comparto, por ejemplo, la pasión por Antonio Gaudí, aunque eso no me impide admirarlo. Personalmente prefiero el gótico puro y el clásico, las formas más definidas.

 

 24: ¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?...

AMC: El recorrido, en mi segmento de infancia porteña, de mi casa al colegio. Calles Luis Maria Campos, Maure, Villanueva, Lacroze, 11 de Septiembre. Solíamos ir caminando al colegio, a unas diez cuadras de casa, y la, para mí, misteriosa antigüedad de ese barrio me fascinaba. En lo que llamábamos “la casa de los Blaquier”, me detenía a observar esos jardines semi abandonados, y me transportaban muy lejos las historias que imaginaba. Este recorrido tuvo mucho que ver con mi inclinación literaria. Todavía suelo ir, cada tanto, para reactivar algo de aquellas sensaciones.

 

25: ¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

AMC: Se me hace difícil. Hay muchas palabras allí que jamás uso: no creo haber usado las palabras bosque, miniatura, autenticidad, azar o desajuste, jamás. Por lo tanto, el orden tendría más que ver con lo aleatorio, con un lanzamiento de dados. Sí he usado ciudad, sacrificio, sufrimiento, ceremonia, danza, pensamiento y visión. Tal vez el uso o no uso de estos vocablos sea más significativo que un armado artificioso.

 

26: “Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?...

AMC: Siendo subjetivos, y recordando un poema de Santiago Sylvester en el que habla de su madre (algo así como “mi madre piensa que el universo – o el mundo – se terminan con ella, y en algún sentido tiene razón”), yo creo que las palabras se terminan en la muerte. Si no estamos, no hay nada, en lo que nos concierne. Y eso incluye las palabras. Sobre el resto, siempre habrá algo que decir.

 

27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

AMC: Honestamente, me cuesta. Y caemos en el caso de Ezra Pound. No es que me niegue a leerlo. Lo he hecho. Pero no logro evitar percibir la bruma que ciertas concepciones ideológicas tiende sobre ellos. De hecho, creo que, de alguna manera, la gente que es jodida ideológicamente (y no me refiero a los matices, sino al racismo, el fascismo, la intolerancia), en algún momento trasunta esta ideología en la obra. La ideología suele, casi inevitablemente, filtrarse hacia la obra, aunque a veces cueste descubrirla. Esto no arruina la obra, simplemente le agrega un condimento que es necesario digerir. Dejar de leer a alguien por su ideología me parece una necedad.


28:
¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?

AMC: Me cae muy mal, tanto si lo hace conmigo como si lo hace con otros. Mi desprecio a cierta gente no tiene mucho que ver con cómo son o actúan conmigo, sino cómo son, en general, en sus relaciones y compromisos. A mí nadie me ha dañado mucho. Pero he visto a muchos dañar a otros con este tipo de cosas.

 

29: No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

AMC: A Lenin, a Usain Bolt, a Bruce Lee, a Marie Curie, a Giordano Bruno, a quien dicen algunos que fue Jesús, a Mahoma, a Leonardo da Vinci.

 

30: ¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

AMC: No soy un apasionado. Por suerte o desgracia, dependiendo desde el momento y lugar que se lo mire, las pasiones nunca llegaron a envolverme. No creo nunca haberme entregado plenamente a nada. Mis entusiasmos son permanentes y, por lo tanto, poco expansivos. Los voy llevando. Nunca me sentí atrapado por ellos, pero los tengo, y han sido poderosos, me han sostenido y me han dado impulso.



31: ¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?

 

AMC: Rubén Darío, Pablo Neruda, Frank Sinatra (por los tres tuve discusiones ásperas con mucha gente).

 

32: ¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?

AMC: Absolutamente.

 

33: ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

AMC: La madrugada, la muy temprana madrugada, tipo 4. Para mí es la hora perfecta: casi como si el mundo todavía no empezara. Es la hora a la que, aproximadamente, me despierto. La hora para escribir, para pensar, para estar solo.


 
34: ¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?

AMC: Jajá. Esta pregunta no es para mí. Nunca fantaseé con tales cosas. Los prefiero así, separaditos, en el lugar que la vida les dio. Siempre que me sugieren estos encuentros se me produce una gran perplejidad. Se me ocurre que no se entenderían, que no podrían comunicarse. Y que, por lo tanto, todo terminaría mal.  


35: Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?...

AMC: Una en la que estoy cerca de tirar al rey propio. Simplemente por reconocer que a la muerte no se le puede ganar.


*

Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Alejandro Méndez Casariego y Rolando Revagliatti, septiembre 2020.

 

http://www.revagliatti.com/020703.html

 

 

  

 

domingo, 2 de agosto de 2020

“El hecho creativo no es permanente y hay que prepararse para los tiempos en blanco”




Rubén Sacchi responde “En cuestión: un cuestionario” de Rolando Revagliatti



Rubén Sacchi nació el 29 de noviembre de 1955 en la ciudad de Lanús, donde reside, provincia de Buenos Aires, la Argentina. Además de poeta y ensayista, es periodista y fotógrafo; así como Director de Cine y Video, egresado del Instituto de Arte Cinematográfico. Ha sido vastamente difundido en medios gráficos y electrónicos, e incluido en antologías. Fue codirector del periódico “La Balsa” y director de las revistas “Impulsos”, “Restos del Naufragio”, “Lilith” y “Septiembre”. Integra el Frente Cultural Septiembre, el colectivo CRECIDA (Coordinadora Regional de Espacios Culturales Independientes de Autogestión) y el Grupo de Escritores Voces del Viento. Dirige la plataforma http://desmenuzartemejor.blogspot.com/. Su obra poética se difundió entre 1977 y 2018 en los plegables de poesía “Sextavar 3”, “Sextavar 4”, “Orígenes 3”, “Poesía Estúpida” y “Brotes”. Poemario publicado: “La memoria del agua” (2019).



1: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?

 

RS: Debía tener cuatro o cinco años. Inventé un mundo debajo del piso de mi dormitorio. Pasaba horas con la oreja pegada a las tablas de pinotea escuchando lo que allí pasaba… ¡y te puedo asegurar que oía cosas sorprendentes!

 

 

2: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

 

RS: Todo depende de las circunstancias. Al primer interrogante, detesto la lluvia, y más las tormentas, cuando debo salir temprano por la mañana; si se trata de estar en la cama, no hay nada más bello y adormecedor que su repiqueteo en las chapas de zinc.

La sangre no me inquieta, mientras se mantenga en las venas; con la velocidad tengo algo contradictorio: no me agrada, pero me seduce.

Hay quienes dicen que las contrariedades son desafíos y están quienes las buscan para probarse. Yo las veo como una probabilidad más en el devenir cotidiano, no me agradan, pero están para asumirlas.

 

 

3: “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?...

 

RS: No creo en musas inspiradoras. Es cierto que hay veces en las que surgen ideas que nos parecen geniales, casi de la nada, pero se quedan en eso si no se trabajan. Creo en la predisposición, en la voluntad de crear el texto, en una ardua labor cuando el cerebro estalla en ideas. El hecho creativo no es permanente y hay que prepararse para los tiempos en blanco.


4: ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

 

RS: Entro a los artistas por su obra, si me cautiva intento conocer al autor, lo que hace de su vida algo secundario. En algunos casos, su vida es tan interesante como su obra.

 

 

5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

 

RS: “Más vale cámara en mano, que cien volando” (de cuando estudiaba cine).

 

 

6: ¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

 

RS: Me estremecieron las ruinas de Tiahuanaco, en Bolivia, y la pintura de René Magritte.

En música, la de Spinetta, Janis Joplin y King Crimson.

Muchos libros, pero destaco la novela “Desgracia”, de J. M. Coetzee.

No recuerdo que alguna obra me haya dejado perplejo. Siempre le termino encontrando la vuelta, aunque la respuesta, al final, sea que es un bodrio y eso ¿sería arte?

 

 

7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

 

RS: Cierta vez, en 1979, estábamos con mi compañera de entonces en el Bar Los Pinos (sitio que se llevó la modernidad, ubicado en Avenida Corrientes y Rodríguez Peña). Yo llevaba mi morral repleto de revistas “Lilith”, que solía publicar todo lo que la dictadura decidía prohibir. Venía, además, del Pasaje Obelisco Sur, donde había hallado un viejo ejemplar de “A disposición del Poder Ejecutivo”, de Samuel Schmerkin y había arrasado con un saldo obligado del libro “Alarido”, del poeta Tomás Rodríguez Arias; una docena de ejemplares, mínimo. Digo saldo obligado porque era un libro de poesía urgente, que quemaba, y era peligroso conservarlo. Recién habíamos encargado sendas ginebras, cuando uno de esos famosos vehículos color verde con que la multinacional Ford había dotado a los grupos de tareas clava los frenos en medio de la avenida y tres sujetos entrajados bajan y se dirigen, sin escalas, a nuestra mesa. Lo irrisorio no fue el viaje del que participamos sin ánimo de elegirlo, que incluyó interrogatorio y simulacro de fusilamiento en una plaza porteña, tampoco nuestra tardía liberación bajo la orden de ¡Corran!, que no acatamos, sino que todo ese despliegue no incluyó la requisa del morral, que nos acompañó pegado a la luneta trasera y me fue devuelto luego de un rápido vistazo que, evidentemente, buscaba armas o algún otro tipo de prensa. Hoy, sobreviviente, puedo reírme.

 


8: ¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?

 

RS: Es algo muy vago. La humanidad es, en términos históricos, una especie joven y, al paso que vamos se extinguirá pronto. Como noción general, se me antoja la nada. En lo finito personal, mis nietos, tal vez algún bisnieto que aún me nombre.

 

 

9: “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?

 

RS: Si fuera tan fácil como cantaba Joan Manuel Serrat: “Si la rutina te aplasta/ dile que ya basta/ de mediocridad”, pero la supervivencia impone rutinas. Observo a mis gatos: ellos practican una vida cargada de rutinas vitales. Aplasta la oficina, achata, mata.

 

 

10: ¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

 

RS: No creo en la perfección, sí en el estilo. Es como la manera en que caminás o agarrás los cubiertos para comer, lo forjás durante toda tu vida y si lo querés torcer conscientemente es una impostación. Si lo hicieras de manera inconsciente, solamente estarías evolucionando tu estilo.

 

 

11: ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

 

RS: La injusticia es la madre de casi todos. La inequidad, la explotación y tantos otros son formas de la injusticia. Todos me despiertan violencia porque son reaccionarios. Lo instantáneo del hartazgo, va de la mano del grado en que se manifieste. Dije casi todos porque también existe la estupidez, quizás la más difícil de solucionar.

 

 

12: ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

 

RS: Los paseos a las ciudades de Luján y La Plata con mis padres y hermano; andando en sulki a pedal por la Plaza Villa Obrera, de Lanús; mi perra Damita; la cuadra donde me crié; el bar “La Mia Citta”; las movilizaciones políticas de los 70.

 

 

13: ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

 

RS: Estoy en la obra de Karl Marx, como sujeto histórico. Fuera de eso, en el paisaje de “Rayuela”, de Julio Cortázar, “del lado de allá”, porque del de acá, conozco bastante. En la pseudo fantasía de Haruki Murakami.

 

 

14: El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

 

RS: Son sustantivos que dicen mucho en sí mismos, pero con una diversidad tremenda. Cada uno actúa de manera diferente de acuerdo a la circunstancia que lo ocupa. La cualidad de buenos o malos los acompañan acorde a esa circunstancia. No sé si sería posible una recomposición, todo puede ser un disparador y todo una consecuencia. Hay, tal vez, dos categorías en el grupo; una que considero más maleable en tanto depende de mi voluntad, en la que entran el fervor y la intemperancia, quizás también la desolación, si se toma como sentimiento.

 

Rubén Sacchi con Irene Marks, Natacha Mell, José Antonio Cedrón, Milagros Sefair y Eduardo Monte Jopia

 

15: ¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

 

RS: Me vienen a la cabeza Darío Fo, Federico Fellini y Antonio Dal Masetto y caigo en la cuenta de que los tres son italianos. No creo en las casualidades.

 

 

16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...

 

RS: Las que se refieren a las cosas vanas. Las que surgen de la propia humanidad.

 

 

17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?

 

RS: Lo segundo es difícil que me ocurra, puedo valorar hechos o acciones de esa persona puntualmente, pero no su integridad. Lo primero puede darse y es producto de la cotidianidad. Lo que nos rodea, lo habitual nos parece dado por naturaleza. Cuando identifico el error, que obviamente es perturbador y triste, trato de modificar mi actitud de valoración.

 

 

18: ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?

 

RS: Discépolo obviaba el es, porque iba de extremo a extremo. El mundo es maravilloso, pero el ser humano se afanó en que sea una porquería. No es toda la especie, pero son millones que, si no es por acción, es por omisión que logran este resultado.

 

 19: Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?

 

RS: No me asombran, me inspiran respeto y admiración. Por suerte son muchísimos, pero me quedo con tres locales: el Che Guevara, Mario Roberto Santucho y Agustín Tosco. Que aún viven: Nora Cortiñas. Lo cierro ahí para que sea una que sepamos todos, pero tenemos una parva de próceres y 30 mil ejemplos más, entre muchísimos otros.

 

 

20: ¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?

 

RS: A veces, las cosas más absurdas. Los Tres Chiflados y Los Simpson me matan de risa.

 


 

21: ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

 

RS: Debiera ser frustrante, pero ya estoy acostumbrado.

 

 

22: El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?

 

RS: En ese orden: El más bello de los inventos; un alimento indispensable; el más horrible de los inventos; el poder más grande basado en el miedo; la ciencia de la razón. Con todos me llevo bien, menos con el dinero y la religión, pero convivo con ellos.


23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?


RS: Como mi bien más escaso es el tiempo, trato de informarme antes de abordar una obra y no derrocharlo. Me sucede que, como ejerzo el periodismo cultural, alguna vez he visto alguna obra teatral abominable y leído algún libro que merecía seguir siendo árbol, pero sus títulos son olvidables. No me atrapan los films ni las obras teatrales musicales; abomino de la cumbia moderna y de esa música electrónicamente repetitiva; de la arquitectura lineal actual, tan impersonal, poco me agrada.

 


  



24:¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?...

 

RS: La cuadra de la calle Sitio de Montevideo, entre Luján y Deheza, de Lanús, donde me crié; el trayecto a través de la Plaza Villa Obrera hasta la escuela Nº 1, “Juan Bautista Alberdi”, donde cursé la primaria. Allí transcurría casi todo mi día, casi como que vivía en la calle. En la plaza eran los árboles para trepar, el pasto para jugar a la pelota, los juegos, dos manzanas de absoluta libertad, en fin, todo eso que ahora ya no queda.

 

 

25: ¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

 

RS: Podría intentar algo así: Bosque, miniaturas, ceremonia, danza, visión, pensamiento, lengua, autenticidad, azar, desajuste, ciudad, sufrimiento, sacrificio, muerte. Es un orden posible y es la historia de la humanidad que se está contando sola.

 

 

26: “Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?...

 

RS: Buena pregunta. Pueden morir en diferentes lugares, creo que la canción “Nocturno”, de Rafael Alberti y Paco Ibáñez, hace una buena síntesis de esos sitios.

 

 

27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

 

RS: Disfruto de las obras indistintamente de la ideología del artista salvo que, para forzar una idea, ese autor sacrifique la calidad, como le está pasando a Mario Vargas Llosa, de quien fui lector empedernido. Adoro a Jorge Luis Borges y a Salvador Dalí, por dar dos ejemplos.

 

 

28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?

 

RS: El valor de la palabra se depreció mucho. Me cae mal, pero aprendo quién es esa persona, a veces la vida es larga y las situaciones pueden reproducirse.

 

 

29: No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

 

RS: A Ho Chi Minh.

 

 

30: ¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?


RS: Todo lo que se genera en nuestro cerebro nos pertenece, pero no todo es manejable. Diferencio perfectamente pasión y entusiasmo; también elijo el peso de mi compromiso, aunque tengo mis arrebatos.

 

 

31: ¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?

 

RS: La respuesta incluye una gran dosis de subjetividad, ya que depende de los intereses del receptor. En el ámbito local, Los Chalchaleros y, para buscar algo muy universal, The Rolling Stones. Otro ejemplo, aunque en otra expresión, es Quentin Tarantino.

 

 

32: ¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?

 

RS: Creo que sí, en nada que supere lo individual los aportes son equivalentes. Sin embargo, teniendo en cuenta que el amor funde a quienes lo experimentan, pasa a ser un todo absolutamente simétrico a sí mismo.

 

 

33: ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

 

RS: Para escribir: el crepúsculo y la noche. Todo lo demás para el resto de las cosas.

 

 

34: ¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?

 

RS: Las combinaciones son tantas, que me es imposible decidirlas. Estaría genial ver a Luis Alberto Spinetta junto a Jimi Hendrix o a Carlos Gardel junto a Astor Piazzolla. Saliendo de la música, J. M. Coetzee y Osvaldo Soriano darían una buena charla. Aprovechando la cuarta, un recital de Marcos Silber y Juancito Gelman.

 


 

35: Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?...

 

RS: Similar a la de Max von Sydow en “El séptimo sello”, el film de Ingmar Bergman.

 



*

 

Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de Lanús y Buenos Aires, distantes entre sí unos 13 kilómetros, Rubén Sacchi y Rolando Revagliatti, 16 de marzo de 2020.

 

http://www.revagliatti.com/061014.html

 

 

 

 

domingo, 5 de enero de 2020

Carlos Norberto Carbone responde En cuestión: un cuestionario de Rolando Revagliatti



“Es imprescindible la buena memoria para una posteridad justa”.

                                                    Carlos Norberto Carbone 



Carlos Norberto Carbone nació el 12 de marzo de 1959 en la ciudad de Lomas del Mirador, Partido de La Matanza, provincia de Buenos Aires, la Argentina, y reside en la ciudad de Morón, en la misma provincia. Obtuvo primeros premios en certámenes de poesía de su país y de España y ha sido jurado en algunos concursos. Participó en programas radiales, dirigió junto a Pablo Marrero el sello Eco Ediciones y la revista electrónica La Bodega del Diablo. Fue coautor junto a Héctor Celano del espectáculo De poetas y locos. Su obra fue parciamente traducida al catalán, italiano, bengalí, francés, ruso, árabe, turco, etc. 
A partir de 1983 publicó los poemarios Poesías para decir presente, La llegada de los hombres, En la huella del hombre, De andenes, lluvias y otras melancolías, Variaciones sobre la noche y otras oscuridades, Doce ciudadanos + uno, Áspid, Miradas de fuga. Volúmenes compartidos con Pablo Marrero: Bodegueros del diablo, Carma y Marca. Volúmenes compartidos con varios autores: Testigos de tormenta, Seis poetas, Cuerpo de abismo, Antes que el viento se apague, Seis son una jauría, Pasajeros del penúltimo tren, 4 autores. Fue incluido, entre otras, en las antologías 500 años del descubrimiento de América, La otra voz, III Antología de poesía joven argentina, Diez años sin Borges, Poesía hacia el nuevo milenio, Anaconda, País del vientre abiertoPoetas de Morón, Testimonios del presente, El verso toma la palabra, Bardos y desbordes, Borrando fronteras, Adagio, ¡Basta!, Poesía argentina contemporánea, Bardos y desbordes II, Otra mirada, otra distancia, 8ª Antología de poemas y relatos.  

                        
 1: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?

CNC: Siempre estuve rodeado de músicos, eso me llevó a que la canción fuera un juego y así, temprano, quise cantar, luego tocar la guitarra y por supuesto, componer canciones; calculo que a los doce o trece años ya andaba buscando rimas y melodías.


2: ¿Cómo te llevas con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

CNC: Uno de mis libros se titula Andenes, lluvias y otras melancolías, de lo cual, yo diría, se desprende que la lluvia me gusta. Cuando llovía, mi mamá no nos mandaba al colegio, por eso con mi hermana inventábamos danzas para hacer llover.
La velocidad me fascina, soy técnico mecánico aplicado a los autos; durante cierta etapa me encantaba manejar y lo más veloz posible. Con las contrariedades me manejo como todo poeta, buscando donde entrarle para escribir.


3: “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su He oído hablar de ella, pero nunca la he visto. ¿Tus consideraciones...?

CNC: La inspiración es para los creyentes. Prefiero el trabajo del día a día; si un día llega la señora inspiración que me encuentre con un lápiz en la mano y frente a una hoja en blanco. Igualmente, a veces, uno escribe como si le dictaran; ahí me hago el distraído y me dejo llevar.

4: ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

CNC: No sé si más. Tal vez por igual me interesan las vidas de Pablo Neruda, de García Lorca, de Miguel Hernández, de Amadeus Mozart, de Vincent Van Gogh, de Juan Gelman.


5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

CNC: Mi madre recitaba de La vuelta de Martin Fierro, de nuestro José Hernández, eso de que Los hermanos sean unidos/ porque esa es la ley primera;/ tengan unión verdadera/ en cualquier tiempo que sea,/ porque si entre ellos pelean/ los devoran los de ajuera.”: me agrada repetirlo; y un refrán no carente de optimismo: No hay mal que dure cien años.


6: ¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

CNC: Los films de Akira Kurosawa; el drama lírico Nabucco, de Giuseppe Verdi; Astor Piazzola y sus fuegos; Pablo Picasso y su Guernica; la novelística de José Saramago; Federico Fellini y su Y la nave va; Carlitos Chaplín (lo escribo en argentino) y su discurso tan poético sin decir ni una palabra. Todos me estremecen y siguen generando en mí ese desvelo único.


7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

CNC: Tengo muchas y no sé ahora cuál es más graciosa. Acaso aquella de la presentación de un libro donde el presentador, después de alabar al autor durante varios minutos chasqueó los dedos y le preguntó a viva voz: "¿Cómo te llamabas vos­?".

 8: ¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?

CNC: Es imprescindible la buena memoria para una posteridad justa.


9: “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?

CNC: La rutina es un animal feroz, difícil escapar de sus garras. Trato de escapar de ella y mantenerme atento para que no ataque. Durante muchos años tuve que ensamblar las ocho horas de oficina con la literatura, lo que, a veces, pesaba como un muerto.


10: ¿Para vos, Un estilo perfecto es una limitación perfecta, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

CNC: Lo más difícil para un escritor es retirarse de su zona de confort. En ocasiones, lo que llamamos estilo propio es una trampa para no avanzar a otro territorio más inhóspito. Los grandes maestros son los que se animan y van. Tomar riesgos es el estilo perfecto.


11: ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

CNC: El suceso que indigna mi condición humana es la explotación del hombre por el hombre; que un puñado de familias sean dueñas de los recursos del mundo, que haya multimillonarios y personas que mueran de hambre o por enfermedades curables: eso despierta en mí la mayor indignación.
Violencia me provoca la mentira de grandes medios periodísticos y su falsa independencia.
Me harta enormemente el ego desbordado cuando el talento es nulo.

12: ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

CNC: Una foto bailando el twist con mis hermanas y mis padres riéndose.
Y otra de toda la familia en una camioneta, de esas que por acá denominábamos “estanciera”, yendo al río, al balneario del barrio de Núñez, a practicar deporte náutico con una cámara de neumático para usar de bote. 


13: ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

CNC: Ser algún personaje de la novela Los siete locos de Roberto Arlt, no estaría nada mal.
Encarnar al Diablo en alguna película y bajo la dirección de Leonardo Fabio sería fantástico.
Ser el Virgilio de la Divina comedia y, desde luego, de la mano de Dante Alighieri, me parece muy interesante.

14: El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

CNC: Vivo todo el tiempo en varios de esos estados y los transito como puedo, me resultan a veces dignos y otros no tanto, pero bueno, eso demuestra que estoy vivo y me siguen generando cosas a pesar del paso del tiempo.
Soy habitante del silencio, a veces hasta a mí me aturde tanto silencio, tengo gestos que no me disgustan, mi cara es muy expresiva. La oscuridad y las sorpresas, la desolación y la intemperancia me hacen pensar y repensar mi destino.


15: ¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

CNC: Varios: destaco en primer término a alguien con quien tengo el honor de ser su amigo, Eugenio Mandrini; luego, Enrique Santos Discépolo, el gordo Osvaldo Soriano, Caloi (Carlos Loiseau), el negro Alejandro Dolina, Roberto Fontanarrosa.


16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...

CNC: No aprecio las apreciaciones realizadas con soberbia, las detesto, prefiero los buenos oficios del dialogo frontal y sincero.


17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?

CNC: Si lo quiero es porque lo valoro. Donde más se me complica es en aceptar opiniones diferentes; no respeto a los que revindican a lo peor de la historia de la humanidad, con esos lo resuelvo alejándolos de mi vida todo lo posible.


18: ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?

CNC: Soy bastante optimista, creo que el mundo será mejor alguna vez o volará por los aires: no nos queda otra que mejorar.


19: Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?

CNC: Jesús, el Che, Evita, Mahatma Gandhi, Lenin.  

20: ¿Qué te hacereír a mandíbula batiente?

CNC: Tomar unos vinos con mis amigos y rememorar travesuras de niño y no tan niño, las travesuras de mis hijos y hoy las de mi nieta.
Entre los cómicos, Buster Keaton y Chaplin; más cerca en el tiempo, el humor de los uruguayos (Ricardo Espalter, Berugo Carámbula, Enrique Almada…) del programa de televisión Hiperhumor, emitido, recordarás, durante varios años en la década del ’80.

Carlos Norberto Carbone con Eugenio Mandrini, Carlos Levy y Marcos Silber


21: ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

CNC: La vida es algo complejo que a veces va por caminos que uno no imaginó y lo fundamental es seguir y no perder del todo el norte o el sur, soy de ponerle el pecho y avanzar, trato de salir pronto de los momentos no queridos.


22: El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?

CNC: El amor y la política siempre fueron muy importantes en mi vida. Todo hombre es político y si uno no ocupa ese lugar lo toman las corporaciones. El amor es obviamente lo más trascendente; los hijos, la familia, los amigos, la mujer con quien amanecer, la contemplación y la meditación también juegan fuerte en mí. El trabajo, léase el dinero, ocupa tiempo, esfuerzo, y nunca me llevé muy bien. La religión como tal no me ocupa, pero sí la poesía que es mi religión.

23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?

CNC: Las esculturas de Fernando Botero, los best seller de las grandes librerías y sus posteriores películas, la obra de Marta Minujín y las películas de Palito Ortega y de El Club del Clan.

24: ¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué...?

CNC: Las calles de Lomas del Mirador, en San Justo, tomar el colectivo 49 para ir a la escuela, toda una aventura; ir hasta la avenida Provincias Unidas en bicicleta a pesar de que mi mamá no me dejaba, otra gran aventura; jugar futbol en todos los potreros del suburbano con los muchachos más grandes, una aventura superior.


25: ¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

CNC: Vistas así resultan caóticas y atractivas: no sé si puedo o quiero mejorar ese orden-desorden dado.
Pero intentando ordenarlas diría que empiezo por el pensamiento y la lengua para seguir con la autenticidad, la ceremonia y la visión, ahí dudo entre el bosque y la ciudad, luego la danza, el azar y las miniaturas y por último la muerte, el desajuste y el sacrificio.


26: Donde mueren las palabras es el título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?

CNC: Mueren donde se es cómplice del verdugo.
Mueren donde el puente se dinamita y no hay forma de comunicarse.
Mueren donde hay un pensamiento único y por ende, nadie piensa.


27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

CNC: Me cuesta disociar las obras, por un lado, y por el otro, a sus creadores; a pesar de ello puedo conmoverme por algo en particular y pienso: qué buen artista, lástima que sea tan capitalista.


28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple sino que jamás alude a la promesa?

CNC: Tengo claro que no me paraliza la traición, aunque sí me cuesta procesar y olvidar esa decepción; pero procuro dar vuelta la página y seguir con otra cosa; obviamente me da mucha bronca que eso suceda.


29: No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admiras?

CNC: A mi madre, que de niña tuvo que valerse de su coraje para salir adelante, y que con poco diccionario y mucho trabajo nos educó, nos hizo la vida más dulce, más digna, y en ella admiro a la mujer que siempre fue puesta en segundo plano. Admiro también a la mujer que con sus actuales luchas y conquistas hacen un mundo más justo, por sus reivindicaciones que son para todos. Mirándolas a ellas siento que aún no todo está perdido.
  

30: ¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

CNC: Me pertenecen, y poco a poco intento ponerlas en su lugar para que podamos convivir. Soy apasionado y eso me mantiene vivo, es lo que me hace saltar de la silla e ir detrás de algo, como un niño va tras una pelota.

31: ¿Qué artistas estimas que han sido alabados desmesuradamente?

CNC: ¡Uffff!, muchísimos. No voy a nombrarlos, no quiero polemizar con nadie, pero estimo que algunos poetas venerados, algunos novelistas best seller y algunos rockeros, tienen muchos halagos no muy merecidos.


32: ¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente,El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema Cielito lindo de Luisa Futoransky?

CNC: El amor está compuesto por numerosas semejanzas y algunas diferencias; lo básico es aceptar y respetar la libertad del otro. No busco mitades, busco enteros y así trato que sea.


33: ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

CNC: La noche tiene para mí el mayor misterio, aunque reconozco que cada lapso tiene su encanto y podría encontrar situaciones únicas e irrepetibles en cada uno.


34: ¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?

CNC: Quisiera estar ahí tomando café con Raúl González Tuñón, Leopoldo Marechal y Roberto Arlt, o comiendo paella con Federico García Lorca, Antonio Machado y Miguel Hernández, o afinando mi guitarra con Paco de Lucía, o tomando un vino verde con Fernando Pessoa y José Saramago, o cantando a dúo con don Carlos Gardel o con el “Polaco” Goyeneche.


35: Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?

CNC: La que jugué siempre: pretender dar jaque mate con los peones.

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Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de Morón y Buenos Aires, distantes entre sí unos 35 kilómetros, Carlos Norberto Carbone y Rolando Revagliatti, diciembre 2019.