sábado, 6 de octubre de 2018

María Pugliese: “La diferencia entre los lenguajes naturales y las lenguas formalizadas es su relación con el contexto" - Entrevista realizada por Rolando Revagliatti



María Pugliese nació el 29 de mayo de 1957 en la ciudad de Vicente López, provincia de Buenos Aires, la Argentina, y reside en otra localidad de la misma provincia: Muñiz. Es profesora de Castellano, Literatura y Latín, egresada del Instituto Nacional del Profesorado “Joaquín V. González” en 1981, y autora, en su condición de investigadora en dichas materias, de libros y artículos difundidos en medios gráficos del país y del extranjero. Éstos son los títulos de algunos de sus ensayos: “El desierto y la memoria (La poesía argentina en la década 1980-1990)”, “Frank Kafka: La condena o el triángulo de la ausencia”, “Antonio Machado y la ardua tarea de desrealizar lo realizado”, “Francisco de Quevedo y Villegas o  las máscaras de una carcajada”, “Ausencia y silencio en la poesía de Alejandra Pizarnik”. Es profesora adjunta de la Universidad Nacional de Luján —ciudad de Luján, provincia de  Buenos Aires— en el Departamento de Educación. En tal carácter integra allí el equipo de Educación Intercultural. Su poemario inédito “A paso de hombre”, obtuvo el premio “Sigfrido Radaelli”, otorgado en 1987 por la Fundación Argentina para la Poesía. Y fueron publicados entre 1988 y 2007: “De uno y otro lado”, “Viento y cenizas y otros poemas”, “Sobre un puente de cañas”, “Esquirlas”, “Voces como furias”, “Vigías en la noche” (Primer Premio del Certamen Internacional Editorial Los Tilos, de la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires, 2004). Además de plaquetas con selecciones de su quehacer poético, fue incluida en antologías no sólo de la Argentina, sino también de Uruguay, Brasil, Venezuela, Canadá y España.




          1 — Tu apellido —ya me dirás lo que tantos te habrán preguntado: ¿algún parentesco con Osvaldo?— es el de un insoslayable de nuestra música ciudadana. Podrías llamarte María Troilo, María Discépolo, María De Caro, María Magaldi, María Arolas, María Cadícamo, María Gardel. Con las letras de tango, María, con las milongas, con los valsecitos, con el lunfardo, con Piazzola, con Susana Rinaldi, ¿cómo te llevás?...

          MP — Muchos me preguntaron acerca de mi apellido, y otros tantos me trataron con cariño, ya que les evocaba al maravilloso Osvaldo. Nuestro apellido es originario de la zona de Puglia —Italia—, y sin dudas debe existir un parentesco lejano que no verificamos, pero sospechamos, ya que físicamente mi abuelo, mi padre y mi tío son muy parecidos a Osvaldo. Lo conocí en una pizzería de Villa Crespo a la que asistía periódicamente; al verlo me acerqué y le dije “¿Osvaldo Pugliese?”, él se puso de pie con una sonrisa y mirada interrogantes…, me dio un beso y le dije “Soy María Pugliese”, y nos reímos un poco entre cierto intercambio de palabras. Creo que podría llamarme “Simplemente María”, bien tele-teatresco lo mío…Tengo poco de compadrita pero bastante de arrabalera y chamuyera. La radio es una presencia constante en mis cotidianeidades, desde muy chica, escucho mucho tango, sé las letras de mis autores e intérpretes preferidos y las canto, en principio, bajo la ducha, y si me dan espacio, en cualquier lado. Conviven en mi corazón Julio Sosa, Tita Merello, Roberto Goyeneche, Ferrer-Piazzola, Amelita Baltar y tantos más.


          2 — Participaste en el Primer Congreso Internacional de Salud Mental y Derechos Humanos, en la Universidad Popular Madres del Plaza de Mayo, en 2002, y en el Tercero, en 2004, con sendas ponencias. ¿Querrías dárnoslas a conocer y trasmitirnos cómo valorás esas incursiones en una universidad tan emblemática?

          MP — Allí, donde hay una puerta para abrir, me dispongo a pasar… La convocatoria a ese Congreso me pareció una propuesta necesaria y acorde a los tiempos que corrían y hacia allí fui con las conclusiones de un trabajo de campo que llevé a cabo durante cinco años en el Área Metropolitana de la provincia de Buenos Aires —distrito de José C. Paz—. El eje fue “Lengua materna y diversidad cultural”. La Universidad desbordaba de estudiantes, profesionales de diferentes disciplinas, miembros de organizaciones sociales…: una fiesta. La exposición del trabajo inquietó, por la temática y por los grupos sociales involucrados —inspectores, directivos, docentes y comunidad educativa de Jardines maternales y de infantes—.  Lo que en ese trabajo se plantea como un diagnóstico, con el transcurso de los años se convirtió en una trama que a modo de espiral se abrió a contextos mucho más complejos (sigo profundizando en ellos). En los años 2003 y 2004, con un equipo  multidisciplinario, propusimos talleres de juego en un hospital infanto-juvenil de Salud Mental ubicado en el Gran Buenos Aires. Quise centrarme en niños menores de seis años, y con dolor y sorpresa descubrí que no había registro de niños menores de ocho años…; elegimos casos de niños y niñas de ocho a doce años. En el Tercer Congreso expusimos las conclusiones. Durante el mismo, se multiplicaron las ponencias, los talleres, los asistentes. Otra fiesta. Las instituciones —como tales— tienden a clasificar, y a mi criterio, toda clasificación y normativa es excluyente.


          3 — Consta en una plataforma de la Red que tu primer poema lo pergeñaste a tus doce años. Dieciocho años después una Institución premia un poemario tuyo. Y no lo has publicado. Ha quedado allá, en 1987, como un hito íntimo. ¿Cuál es la historia, qué te fue pasando con esa obra? Algunos de los poemas de “A paso de hombre”, quizá corregidos, ¿han sido incorporados a tus poemarios publicados?

          MP — A los doce años comencé a escribir en forma sistemática y exclusiva, poesía; desde los ocho escribí microrrelatos, crónicas y cartas, cientos de cartas a mis abuelos y tíos italianos en un idioma precario y fabuloso, del que me atraía el sonido más que el significado. Cuando percibía que no contaba con el vocabulario adecuado, tomaba como referencia las cartas recibidas desde Italia y las reformulaba. En mi humilde casa no había más libros que los manuales escolares. Mi mayor influencia fueron “las bibliotecas orales”, constituidas por las narraciones de familiares y vecinos, amigos de la familia, todos ellos emigrantes de las provincias o inmigrantes: en dos cuadras a la redonda habitaban chaqueños, correntinos, paraguayos, bolivianos, franceses, portugueses, alemanes, polacos, holandeses, españoles, austríacos, árabes, italianos de Sicilia, Calabria, Potenza, Bolognia, todos con sus costumbres y lenguas trasplantadas a una zona semipoblada del actual partido de Malvinas Argentinas. Por lo tanto no nos quedaba más que visitar una y otra casa —la del almacenero, la del zapatero, la modista, el albañil, el plomero, el obrero, el mecánico y el cura—, y en cada lugar aromas y músicas diferentes, objetos misteriosos. En la casa de mis vecinos franceses vi por primera vez una enorme biblioteca ubicada en una galería muy luminosa. Su dueño, Rogelio —ex seminarista— nos dejaba explorarla, mirarla. La presencia de esos objetos me impresionaba. Cuando aprendí a leer descubrí que estaban ¡escritos en francés!!! Ya no me importaba, ya me habían transportado a mundos de aventuras y maravillas. Rogelio era buzo y había conocido en Francia a Jean Cousteau, nos hablaba de él mientras recorríamos el mini museo marino que había armado en el garaje. A medida que fui creciendo entendí que en medio de tanta diversidad había una constante: todos llegaron a ese barrio escapando de algo…
          “A paso de hombre” iba a ser publicado de modo independiente, con formato de cuadernillo por su brevedad; no hubo acuerdo ni morlacos, entonces decidí participar del concurso con expectativas de una posible edición. Sólo hubo honores. Casi todos los poemas fueron incluidos en “Esquirlas”, sin modificaciones.


          4 — Me ha interesado la opinión que el poeta santafesino Rubén Vedovaldi instaló en uno de los blogs que administra el poeta neuquino Aldo Novelli, quien te presenta como “poeta de palabras aladas”, a propósito de una muestra de textos tuyos: “Versos de ágil claridad: un viaje de imágenes que nos abren a otras imágenes en creativo equilibrio entre la razón y la intuición.” Transcurrido un cierto lapso entre lo que refiero y hoy, más allá de la gratificación del halago, ¿qué añadirías? Hasta los títulos de tus libros nos aproximan a equilibrios…

          MP — Las imágenes y los equilibrios habitan tal vez en algunos lectores, en otros el misterio de lo incomprensible, en otros el interrogante: “¿Esta pérdida latente e inasible es de verdad, qué le pasó?”. Mi  poesía emerge desde todos los sentidos —administrados por la razón—, todo vale, lo de afuera y lo de adentro, en movimientos constantes, en desorden y caos, al ritmo de la respiración y con el cuerpo del trabajo. Las palabras con las que construyo los poemas son espejos, y lo que se refleja en ellos depende de la luz, el lugar desde donde se mire y la mirada…, sobre todo la mirada…


          5 — El poeta portugués Al Berto (Alberto Raposo Pidwell Tavares, 1948-1997) afirmó: “Escribo con un sólo fin: el de salvar cada día”. Y lo tenemos a Ernesto Sábato: “No he escrito nunca por placer, he escrito siempre por no morir”. Vladimir Nabokov admitió que escribía por placer y para quitarse de encima el libro en que estuviera ocupado. Flaubert también: “Escribo sólo por el placer de escribir (…) En mi pobre vida, tan vulgar y tranquila, las frases son aventuras, y no obtengo otras flores que las metáforas.” Y León Tolstói, más o menos: “No escribo por ambición, sino por gusto.” Gabriel García Márquez blandió que él escribía para que sus amigos lo quisieran. Otros, como Alberto Moravia, sentenció: “Escribo para saber por qué escribo”; o el venezolano Arturo Uslar Pietri (1906-2001): “Escribo más para entender lo que busco que para expresar lo que entiendo”. Instalada vos, con ellos, en la pasarela, ¿por dónde te ubicás? Esto es: ¿de quiénes quedarías más cerca?

          MP — Me siento un poco más cerca de Moravia, y parafraseándolo diría que “escribo para saber por qué escribieron otros”. Los fines fueron virando en cada etapa de la vida, pero coinciden con lo que expresan “los monstruos” que citás y me alejan totalmente de lo expresado por Sábato.


          6 — El amor, la lectura, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo dirías que te has ido relacionando con esos asuntos?

          MP — El amor a la política me enseñó a trabajar en grupos y con propósitos colectivos —y como todo gesto amoroso, me ayudó a sobrellevar las derrotas—. Las lecturas compartidas y comparativas contribuyeron a la organización de mi trabajo. El dinero va y viene. Y el amor en todas sus expresiones es casi mi religión.


          7 — Me agradaría que nos comentes respecto de tu modo de encarar el ensayo. Complementariamente, puesto que sé que tenés en elaboración un par de estudios sobre las obras de Myriam Fraga y Aleilton Fonseca, de quienes, además, has traducido textos al español, también te pido que nos acerques a ellos.

          MP — El primer ejercicio de análisis literario fue acerca de Julio Cortázar; lo escribí a pedido de una compañera directora de  la revista del colegio secundario —ya se había difundido en ella un poema mío—. Y fue, en verdad, una excusa para adentrarme en la vida y obra de Cortázar, cuya lectura le estaba dando bastante trabajo a mis catorce años. Así es como ocupándome, sin apuros, de uno u otro autor con el que me identifico por alguna cuestión, escribir acerca de ellos me obliga a sistematizar las lecturas. Intento en los ensayos concretar un análisis de un aspecto de la obra —el mismo varía según el autor— desde una perspectiva socio-histórica.
          Conozco bastante la obra de Aleilton Fonseca —contemporáneo—, es poeta y narrador. Al principio traduje algunos cuentos y el año pasado comencé con la poesía. El contacto con Myriam Fraga es más reciente; su obra es muy compacta y original, con identidad marcada; es contemporánea de Alejandra Pizarnik, y en la actualidad me encuentro entrecruzando sus propuestas poéticas. Veremos qué resulta.


          8 — Expusiste, por ejemplo, en coloquios de literatura bahiana, en Brasil, y en un simposio en Paraguay. ¿Cómo te han resultado esas participaciones?

          MP — La primera participación en San Salvador de Bahía fue en 2011, por gentileza de los miembros de la Academia de Letras de Bahía. Mi conferencia se centró en el escritor Antonio Castro Alves, “el poeta de los esclavos”. El título de la misma fue “Antonio Castro Alves: hermano de los pobres, hijo de la tempestad”. Expuse en español; la presencia de estudiantes —en su mayoría negros— me emocionó, literalmente hasta las lágrimas. La segunda fue en 2013, con un ensayo acerca de la poesía de Myriam Fraga, quien estaba sentada en tercera fila, atenta y sensible; otra emoción compartida…
          En Asunción del Paraguay el eje fue la poesía en las tres orillas: Paraguay, Argentina y Brasil. Abordé al autor Aleilton Fonseca —brasileño— en su libro de poemas “Un río en los ojos”. Cada encuentro de este tipo, cualquiera sea el lugar en el que se concrete, nos exige mucho esfuerzo a los escritores, ya que en la mayoría de los casos tenemos obligaciones laborales y/o personales. A pesar de ello provocamos encuentros presenciales para reafirmar lazos que se originaron a través del correo postal, luego el electrónico y ahora a través de las redes. Por ejemplo, con los escritores bahianos inicié el primer contacto catorce años atrás; pero lo mismo sucede con escritores de mi propio país o barrio.


          9 — En tanto que además del castellano y el latín, no te son ajenos los idiomas italiano, inglés y portugués, y uno de tus artículos éditos en 2007 es “Lengua y literatura: ¿qué significa enseñar una lengua?”, te disparo: María, ¿qué significa enseñar una lengua?

          MP — Realmente es un disparo, Rolando. Si tuviera la respuesta… Ése fue el título de un seminario en el que participé —no fui la única exponente— en el año 2006 en Buenos Aires, destinado a profesionales de diferentes áreas que trabajaban con niños/as menores de seis años. El mismo fue grabado y desgrabado, aquí va un fragmento: “Cualquier elemento puede ser un signo en la medida en que signifique algo distinto de sí mismo, que lo represente. Un grito espasmódico acompañado de la agitación de los miembros es signo de dolor, no es el dolor. Lo esencial es que la señal que envía un mensaje a un receptor esté dentro de un sistema —aunque se trate de códigos elementales—, y que el receptor entienda el significado del mensaje. Todo lenguaje se articula a través de códigos y por ellos podríamos distinguir al lenguaje verbal —cuyos signos son artificiales, por lo tanto engañosos— del lenguaje natural  manifiesto en los rasgos fisonómicos, la indumentaria, la liturgia como reiteración de formatos a modo de rito. La diferencia entre los lenguajes naturales y las lenguas formalizadas es su relación con el contexto; las naturales son dependientes del contexto, por lo tanto más concretas, en cambio las formalizadas son independientes y exigen un mayor grado de abstracción y objetividad. Los niños/as más pequeños se manifiestan muy receptivos ante los lenguajes no verbales, si esto es tenido en cuenta por los adultos, cuanto más organizado sea el uso del lenguaje verbal en situaciones cotidianas, más fluidos serán los vínculos comunicacionales. En toda lengua existen palabras cuyo significado está dado por el conjunto de circunstancias externas que lo rodean, y esto da origen a un problema de carácter léxico que aparece con mayor frecuencia en niños/as menores de cinco años: no existen relaciones siempre exactas entre los planos significativos y el plano fonético de cada una de las palabras de una lengua. A veces una misma combinación de fonemas puede poseer diferentes significados, otras en cambio es un mismo significado el que admite distintas combinaciones fonéticas. Estos matices que abordaremos con más detalle más adelante, acarrean equívocos que interfieren en los procesos de enseñanza-aprendizaje.”


          10 — ¿Perdura inédito desde el 2005 ese ensayo que titularas “Poesía e infancias”? ¿Nos transcribirías un tramo?

          MP — Sí, cada vez encuentro una nueva arista y sigo. Muchos escritores abordaron el tema —Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, María Elena Walsh, Federico García Lorca, José Martí, Juan Ramón Jiménez, entre otros—. Ellos me aportaron mucho desde lo conceptual, pero en la organización metodológica del trabajo estoy más cerca de García Lorca. Aquí transcribo uno de los apartados de “Poesía e infancias”:

“Nana, arrullo, regazo.”

“Algunos autores reconocen en las nanas el primer contacto con el lenguaje práctico, tal vez por su esencia evocativa, sintética, eficaz, rítmica y, sobre todo, por ser un vehículo de emoción y sentimientos. Las nanas no admiten dispersiones, exigen una respuesta inmediata ante una necesidad concreta biológica y/o afectiva. Arrullar, inducir al sueño, calmar, consolar, jugar, son sus funciones genuinas. En forma directa  —a través del contacto de los cuerpos— o indirecta  —con la voz y el ritmo como mediadores— constituyen un diálogo íntimo. El encuentro es corporal, en él tanto la posición de los brazos como el tono muscular del regazo, la placidez del sostén, los ritmos de la respiración “del otro”, los latidos de la sangre, delimitan ese espacio de contención. El vaivén del arrullo se refuerza con la mirada, la caricia y un suave murmullo.
¿Cuándo y por qué surge, entonces, la palabra? El lenguaje verbal es evocación, es una representación “artificial”, no se puede prescindir de la presencia concreta durante el arrullo, pero sí de la palabra y ésta a la vez puede prescindir del regazo. El término “nana” alude a la mujer cuidadora, encargada de amamantar y asistir a los bebés hijos de nobles.
¿Cuál es su relación con las primeras composiciones poéticas? Imagino a estas mujeres, en ocasiones con varios niños a cargo, inclusive sus propios hijos, yendo y viniendo desde los quehaceres domésticos hacia las cunas desde donde reclamaban “su presencia corporal”. Las cunas contaban con un arco en su base que permitía la oscilación rítmica del vaivén, imagino a estas mujeres ocupadas tratando de hacerse presente a la distancia, con un pie sobre el arco al ritmo del vaivén: la voz, el ritmo, el canto y las palabras constituían entonces esa otra presencia física, la del lenguaje emotivo.”

“Son las pobres mujeres las que dan a los hijos este pan melancólico y son ellas las que lo llevan a las casas de los ricos. El niño rico tiene la nana de la mujer pobre, que le da al mismo tiempo, en su cándida leche silvestre, la médula del país.
Para provocar el sueño del niño intervienen varios factores importantes si contamos, naturalmente, con el beneplácito de las hadas. Las hadas son las que traen las anémonas y las temperaturas. La madre y la canción ponen lo demás.” De la conferencia “Las nanas infantiles”, Federico García Lorca, español (1898-1936).

“Los rastros de estas composiciones simples, breves, improvisadas, hasta a veces sin rimas, permanecieron a lo largo de la historia por su transmisión en cada núcleo familiar a modo de secreto con poderes mágicos. Constituyeron un recurso apropiado para “hacer tiempo” antes del auxilio; en sus melodías y en sus palabras se reconocen al decir de García Lorca “la sangre” del calor histórico. Monotonía y melancolía conforman las esencias de las nanas. Son necesarios dos ritmos: el ritmo físico de la cuna, la silla o el vaivén del cuerpo, y el ritmo intelectual de la melodía. El adulto alterna estos dos ritmos con distintos compases y silencios; los combina hasta conseguir el tono justo que encante al bebé. El texto no tiene valor, el cansancio o el dolor ceden ante el ritmo y la vibración de la voz sobre ese ritmo.
En la melodía se refugia la añoranza de tiempos pasados ya que define los caracteres geográficos y la línea histórica de una región. La canción de cuna perfecta se podría lograr con la repetición de dos notas entre sí, alargando sus efectos. El objeto fundamental es dormir al bebé que siente ganas de jugar, por lo que el canto es un modo de incentivación al juego que él mismo genera a través del balbuceo.
Las palabras, entonces, son un instrumento de los adultos al que transfieren sus propias necesidades; asimismo, a través de ellas los niños se trasladan fuera de sí, a la lejanía, a sitios fabulosos habitados de aventuras… para hacerlos volver a sus regazos, para que cansados, concilien el sueño. Los personajes recurrentes de las nanas son seres “activos”, con movimientos gráciles. A oídos de los niños constituyen una precoz iniciación al lenguaje poético, quienes fueron iniciados en este rito acuden a él aún en edad avanzada a través no sólo de la apreciación poética sino también de los juegos con el lenguaje, adivinanzas, enigmas, etc.…”


*

María Pugliese selecciona poemas de su libro inédito “Ejecuciones” para acompañar esta entrevista:



el olfato ondula
entre los vestidos que conservan la fragua
de los aromas íntimos
y me traiciona

el sabor del café
oscila por el borde de la taza
y  refiere a los sellos de la boca
sobre el esternón
y me traiciona

el discurso de un andar constante
bajo sauces sombreados
evoca pasillos maullidos vidrios rotos
escritos llantos desesperos
vanidades
y me traiciona

el erizo cautivo
se resiente
se niega al alimento
se encrespa y se contrae
cuando el único peligro es la huida
cuando la única certeza es la ansiedad
y me traiciona

la estela
enaltece con ráfagas                                                       

aristas que devuelve el sueño:
mejillas en roce
cinturas trenzadas
piernas en arco
ensalmos  placidez
y me traiciona

son una niebla espesa
que transmuta en desprecio
cualquier rastro de amor


*


a contrapelo
cabalgamos llanuras
desiertos estepas
cima y sima 

nos elegimos viento 

flameamos entre mástiles
proas y popas
enaltecimos al agua
y aplacamos al polvo

por las terrazas y los terraplenes
por los sinuosos senderos de las villas
a la hora de la siesta
escandalizamos el meneo de las hamacas y los barriletes
con alas de gaviotas
y temblor de palomas en celo

fuimos viento
herederos
del miedo a las catástrofes
fuimos giro torbellino ímpetu
trashumancia
                                             huérfanos
                                             del tibio arrullo
                                             previo
                                             al sueño profundo
nos elegimos viento
para deambular
por ciudades oscuras
a medianoche
y desprender sin pudores
las vestiduras del paisaje
ingenuos e ignorantes
nos elegimos viento
                                            dónde virar
                                            cómo reconocer
                                            encontrar 


*


esas estampas
por detrás
son huellas?

hubo pies territorios rutas
allí entre las madejas?

los residuos que deprenden aromas nauseabundos
contienen algo más que abandonos y muertes?

fiel a los hilos de
deshacer las tramas
y desatar los nudos
atraviesa lo enmarañado
a paso lento
se encauza hacia el plácido sendero de sus ojos
e interroga
queda algo por decir?


en  medio de las sombras que se desperezan
sobre un haz oblicuo de la lámpara
al ras del vaho extendido por las hojas del tilo
encima de los paños que ondulan la terraza como fantasmas
en frente del ocaso en el que la ciudad se aletarga
y nos devuelve las voces de los niños allí abajo
los cantos de los obreros que penden de una soga
el crujir de los carros y las bocinas
las sirenas
las cortinas de agua

todavía
queda mucho por decir

los sitios de la espera y el desencanto
debieron haberse poblado de palabras
los gestos de su pulgar en mi mejilla
debieron haberse poblado de palabras
las  bocas entrelazadas  en los besos
debieron haberse poblado de palabras
el sudor el cansancio el llanto la traición la cobardía
debieron haberse poblado de palabras

cada país habitación suelo lecho manta
que nos atravesó distanciados vacíos tristes extraños
debieron haberse poblado de palabras
las tenues nevadas sobre las acacias
el sopor del asfalto en los eneros
los zorzales y tacuaras en pugna por tan solo una rama
debieron haberse poblado de palabras
los aeropuertos las estaciones y los equipajes
testigos permanentes
debieron haberse poblado de palabras


por los bálsamos del sol al mediodía
por los túneles del miedo y las retaguardias
por los escondites que gestaron y dieron a luz estigmas de esperanza
por las voces desperdigadas en soliloquios
y por todos los espacios del desencuentro

aún
queda tanto 
                      por decir


*


dispone sus manos
blancas pequeñas de uñas cortísimas
sobre las hojas
en movimientos opuestos hacia afuera
las recorre
como si fueran las yemas
—no el índice ni el pulgar—
las portadoras de llaves
que con rasgos prolijos gráciles y equilibrados
abrirán puertas 
en medio del silencio y los desechos

dispone sus manos
y con sólo dos gestos
traza los límites: ya no más inocencias



*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: María Pugliese y Rolando Revagliatti.



                                                                                     










sábado, 9 de junio de 2018

Romina Funes: “El arte poético estriba en la búsqueda imposible de un decir” - Entrevista realizada por Rolando Revagliatti



Romina Funes nació el 29 de julio de 1981 en la Ciudad del General Don José de San Martín, provincia de Buenos Aires, República Argentina, y reside en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Junto a Luis O. Tedesco coordinó en 2013 y 2014 el Ciclo “Versolibre” en la Universidad Nacional de San Martín. Desde 2010 conduce el Ciclo “Letras & Música”. Poemas suyos han sido traducidos al portugués, rumano e inglés. Entre otros medios gráficos, sus colaboraciones se difundieron en las revistas “Locutorio” de Costa Rica, “Vatra Veche” de Rumania, “Luna Nueva” de Colombia, “La Soldadera” (Suplemento Cultural del periódico “El Sol de Zacatecas”) de México y “Beatrizos” de Argentina. Fue incluida en las antologías “Cómo decir” (selección de Patricia Bence Castilla, Editorial Ruinas Circulares, 2018) y “Puentes poéticos. Escritoras jóvenes de Argentina y España” (selección de Susana Szwarc, Ediciones de IMFC, 2018). Publicó los poemarios “Un modelo vivo” (Editorial Nueva Generación, 2012), “Todo el paisaje a la sombra” (Editorial Lamás Médula, 2015) y “Diez noches en el cuadrado” (Ediciones El Jardín de las Delicias, 2015).






         1 — Para nosotros, los de Buenos Aires, naciste en “San Martín”, como se ha popularizado la ciudad de tan extenso nombre, allí, en el conurbano bonaerense. Presentemos a la sanmartinense.

          RF — Presentemos. ¿Y cómo me presenté aquel 29 de julio?...: con dos vueltas de cordón umbilical alrededor del cuello. Me sacaron con fórceps luego de varias horas de trabajo de parto. Tardé en llorar, por lo que mi mamá pensó que estaba muerta. Con cierta frecuencia, incluso ahora, treinta y seis años después, suelo soñar que me ahogo y no puedo respirar, pero el sueño es negro y sin imágenes. Sólo sensaciones. Me despierto aterrada. Me intriga saber el alcance de lo onírico. Me pregunto si ese sueño repetitivo se origina en las circunstancias que te conté. ¿Cómo recuerda el cuerpo antes del lenguaje?
          Fui creciendo. Y en una casa con pocos libros. Pero me crucé con un primer poemario a los seis años, donde vivía mi abuelo paterno, a quien nunca aprecié. Allí había libros, y varios de poesía, por lo que ahora, muy a destiempo, tengo por él, al menos, un motivo genuino de estima. Aún recuerdo de memoria el poema XXV de “Cien sonetos de amor” de Pablo Neruda. Lo leí en la biblioteca de mi escuela primaria, y es uno de los pocos de Neruda que todavía me agradan. Si bien desde entonces sostuve de forma irregular un hábito de lectura y escritura, no fue sino hasta el nacimiento de mi primer hijo que reconocí en la poesía una parte esencial de mi identidad.

          2 — Quiénes te habrán orientado en tu búsqueda de conocimiento artístico.

          RF — En mi adolescencia me influenciaron primero Daniel Bazán Lazarte: me acercó a las posibilidades casi infinitas de lo lúdico, de la expresión corporal y el cuerpo en escena. Con él aprendí a sentir y reconocer lo que experimentaba, a apropiarme de ese sentir sin juzgarlo, y a defenderlo. El segundo maestro, magnífico artista plástico, fue Oscar Romero. En su taller aprendí a detenerme y observar; a ser paciente y perseverante, cualidades de las que carecía.
          Más adelante se sumó el poeta Alberto Boco: posibilitó mis primeras incursiones en la poesía, me acercó al oficio, me estimuló a concurrir a eventos literarios, amplió mi horizonte de lecturas. Dos conceptos suyos me marcaron: la seguridad en el fruto del trabajo poético y el compromiso con ese quehacer. Insistía: “La poesía es algo serio. Con ella no se jode”. Es de una selección de los poemas concebidos por entonces que surge “Un modelo vivo”, con prólogo de Boco y un texto en contratapa de Luis Benítez.




          3 — Coordinabas ya “Letras & Música”.

          RF — Ciclo de poesía, narración oral y música en vivo. Nacido de mi afán por propiciar el intercambio entre distintas generaciones de artistas. Fui incluyendo stand up político, ensayo sobre educación y tarot, aunque siempre con la poesía como eje central: Héctor Urruspuru, Marta Braier, Nicolás Antonioli, Griselda García, Juan Sasturain, Carolina Lesta, Luis Tedesco, Virginia Janza, José Emilio Tallarico, Ana Arzoumanian, Marcos Silber, Concepción Bertone, Alfredo Palacio, Susana Szwarc, Vicente Muleiro, Claudia Masin, Arturo Carrera, Laura Yasan, Guillermo Bianchi, Natalia Litvinova, Alfredo Luna, entre tantos otros.


Romina Funes con Rita Kratsman, Alberto Boco, Marta Braier, Luis Bacigalupo, 
Alfredo Palacio, 2018


          4 — Tu búsqueda de conocimiento artístico no ha cesado.

          RF — Nunca. En mi adolescencia también me formé, hasta cierto punto, en comedia inocente, clown, bufón, teatro del absurdo, con Martín Salazar. Y concurrí a talleres de cine: valoro especialmente un taller de cine italiano que se dictaba en un  espacio privado en el casco histórico de la ciudad: de allí nació mi amor por Federico Fellini; fotografía: cursos en el Museo Fotográfico Simik, sobre la calle Fraga, en el barrio de Chacarita; filosofía e historia del arte, con Sergio Prudencstein. Comencé las carreras de Artes Combinadas (en la Universidad de Buenos Aires) y la Licenciatura en Letras (en la Universidad Nacional de San Martín), y las abandoné, en ambas ocasiones, motivada por la maternidad. Actualmente estudio canto y danza jazz contemporánea.

          5 — Así que en 2015 aparecieron tus dos últimos poemarios.

          RF — Es así. “Todo el paisaje a la sombra” reúne una serie de poemas breves sin numerar, que también configuran un único y extenso poema. Remiten a sentimientos de fragmentariedad, ausencia, ahogo y abandono. “Pequeños universos poéticos” los denomina Concepción Bertone en su texto en contratapa.
          El texto en contratapa de “Diez noches en el cuadrado” es de Susana Szwarc. En él hay dos voces bien diferenciadas que sostienen un diálogo durante diez noches en un contexto de encierro. Fue escrito en diez días (o noches) y corregido a lo largo de dos años, con una revisión final de Luis Bacigalupo, escritor que vos has entrevistado y de quien te consta, en su condición de editor de El Jardín de las Delicias, el esmero que junto con Laura Dubrovsky denotan en los mínimos detalles de su colección de poesía.


          6 — ¿Y “El cuadrado”?...

          RF — Con ese título fue presentado, a sala llena, en la UNSAM, en noviembre de 2017, un espectáculo basado en mi tercer libro. Lo dirigió Roxana Bernaule —ella y yo somos las responsables de la adaptación— en el marco del teatro inclusivo, con una puesta en escena que invita al espectador a integrarse a un juego en el que se devela la disimulada naturaleza normativa de lo cotidiano. Así fue publicitado a través de Facebook: “Un tentempié para investigar cómo deglutir una pieza teatral: Planteado como un tablero de juegos, “El cuadrado” necesita de otros para poder existir. Una jugadora hará lo que el cuadrado demande. Dos fichas, “Él y Ella”, serán los que en un diálogo poético interpelen su dignidad y libertad resistiendo a cada noche. Una niña será la fragilidad del tiempo y la existencia dentro de este juego.” Te nombro a los actores: María Agostina Zóe Tamburro, Cristel Majoñka, Tobías Oliver Siccardi y Morena Pedernera. Y la música en vivo fue ejecutada por Gogui Tabárez y Juan Plus González Dasilva.
Advierto ahora, mientras te respondo, que mi obra se plasma atravesada (quizás) por esa primera experiencia de ahogo y encierro anterior al lenguaje, y por ende, a toda memoria consciente. Si recordamos sólo lo constituido a través del lenguaje, quisiera creer que el germen de mi poética yace más allá de toda palabra que haya aprendido, y me empuja, insistente e infructuosamente, a decir desde la imposibilidad, ese grito (otrora sofocado) que es mi cuerpo percibiéndose vivo.


       









7 — Asocio lo onírico y lo pesadillesco, Romina, con ese cuento del libro “Ficciones” de Jorge Luis Borges, que él describió como “una larga metáfora del insomnio”: “Funes, el memorioso”.

          RF — ¿Será que mi apellido fuerza la asociación? Ireneo Funes sabía la hora exacta, y yo no uso reloj. Además espero vivir unos cuantos años más que el personaje del cuento. También dormir mucho, aun bajo el riesgo de “distraerme del mundo” y continuar con pesadillas hasta el fin de mis días.

          8 — ¿Te interesás por las técnicas narrativas? ¿Juegan un papel en tu labor creativa?

          RF — Respecto de la poesía, escribo como pulsión, sin cuestionar ni corregir. Luego dejo descansar el texto un tiempo prudencial, y cuando ya ese tiempo acabó, vuelvo al texto y comienzo a quitar capas en busca de lo recluido, de lo que no se deja ver a simple vista. Y eso mismo trato de revelarlo en el poema pero no de forma explícita, sino sugiriendo, evadiendo, en una suerte de danza de rechazo y conquista con las palabras, algo completamente erótico. Es decir, no puedo pensar en técnicas narrativas o recursos poéticos, voy más que nada jugando con las sensaciones y el cuerpo.
          Distinto es cuando procuro escribir cuentos, o, justamente ahora, que me empeño en no abandonar la novela que escribo desde hace unos meses. La narrativa me fuerza a acudir a viejos apuntes, o descifrar recursos de novelistas que me agradan considerablemente, como Irène Némirovsky, Juan Rulfo o Roberto Bolaño.

          9 — ¿Qué etapas de tu vida más recordás? ¿Qué idealizás?

          RF — Recuerdo perfectamente mi primera infancia, casi a lo Ireneo Funes podría decirte, jajá. Mis padres, amorosos, laburantes. Con mi hermano Damián, con quien nos llevamos catorce meses, nos criamos como mellizos, andando en bici por el barrio, jugando en la calle hasta la noche, hasta que se escuchaba a lo lejos “A comeeer” y volvíamos corriendo. Exhaustos y hambrientos. A mi hermana le llevo seis años, y la relación fue distinta, pero algo hicimos bien porque de adultas nos adoramos. Mi adolescencia fue divertida, con un primer amor pasional y maravilloso. En términos académicos fue pobre: me tocó en suerte una mediocre escuela secundaria privada del conurbano. Ningún libro interesante se me ofreció allí, pero sí leía muchísimo en casa, comprando mis propios ejemplares, ya que trabajo desde los quince años. Nombro a cinco que me acompañan desde entonces: Julio Cortázar, Franz Kafka, Borges, Fiódor Dostoievski, Juan Gelman.         
          Idealizo la vejez: me veo con mi compañero en un lugar tranquilo, una casita autosustentable y una huerta. Muchxs amigxs de visita, lxs hijxs y nietxs apareciendo según propio deseo. Aire, flores, sol.

          10 — Me gustaría que te extendieras un poco respecto de dos de los talleres a los que concurriste: fotografía y cine.

          RF — Trabajé un par de años, desde su inauguración, en el ya nombrado Museo Fotográfico Simik. Efectuaba traducciones al inglés de textos históricos y manuales de cámaras fotográficas antiguas. Alejandro Simik, su fundador, me permitía asistir a cualquiera de los cursos que allí se dictaban. Composición, iluminación, uso de la cámara e historia de la fotografía. Todo me maravillaba. Estar allí era un viaje en el tiempo.
          Concurrí a cursos de historia del cine dictados en el Centro Cultural Rojas por Gisela Manusovich: desde los orígenes hasta el neorrealismo italiano, información que me sirvió entonces de complemento para las materias de cine que cursaba en la carrera de Artes Combinadas.

          11 — Gaston Bachelard: “...la poesía pone al lenguaje en estado de emergencia.” Lucas Soares: “La potencia del poema estriba, más que en lo dicho, en la promesa de su decir.” Antonio Aliberti: “...hacer poesía es decir toda la verdad...” ¿En qué medida te advertís más próxima de estos enunciados?

          RF — Me advierto próxima a Lucas Soares. El arte poético, desde mi perspectiva, estriba en esa búsqueda imposible de un decir, que es una pelea perdida de antemano, pero no por eso deja de ser promesa. “Decir toda la verdad”  posee una connotación religiosa, tanto confesional como incuestionable, cosa que encuentro antagónica al oficio poético.

          12 — ¿“Arrancar una sonrisa”, “Arriesgar la vida”, “Valer la pena”, “Robar un beso” o “Crear expectativas”?

          RF — Todas, excepto “robar un beso”. Yo no robo ni ruego.

          13 — En 2001, Leónidas Lamborghini en entrevista pública efectuada por Daniel Freidemberg, declaró que a veces lee ciertos poemas de él respecto de los cuales amigos suyos le habían dicho “mirá esto y esto”; es decir, lo que les produjo más viva atención, aquello en lo que se detuvieron; y que trataba de leer esos poemas con los ojos del otro, a ver qué le gustó, qué les llegó, con qué más se quedaron. ¿Procedés así a veces, leés así?

          RF — Tal vez, en lugar de leer con los ojos de los amigos, habría que leer con los de los enemigos, jajaja. Aunque entiendo a lo que te referís, y tiene razón el maestro Lamborghini. Procedo más o menos de esta manera: una vez que dejé descansar y corregí el poema, vuelvo a él lo más desnuda que pueda. Trato de ser lectora, como si lo hubiese escrito alguien que no conozco. Y si en ese momento no me produce ninguna emoción, si no roza ninguna parte de esa piel desnuda con la que leo, entonces lo descarto. No importa cuánto tiempo haya trabajado en el poema, no importa si lo mostré y lo halagaron, tampoco si al escribirlo partió de un lugar “íntimamente importante”.


          14 — ¿Silvina Ocampo, María Elena Walsh, Nira Etchenique o Amelia Biagioni?
          RF — Las cuatro. Pero de las cuatro: Amelia. Porque me obliga a leerla con “el ojo de un cazador que acecha”. Las cuatro. Pero de las cuatro: María Elena cantándome “Barco quieto” o “Serenata para la tierra de uno”. Las cuatro, pero Silvina con alguno de sus cuentos fantásticos. Las cuatro pero Nira y Amelia. Amelia y Nira. NIRA. NIRA. NIRA.


          15 — Mantuviste durante cierto lapso tu propio blog. ¿Sostenés, sostuviste vínculos con otros blogueros? ¿Qué blogs “seguís”?
          RF — Desearía tener más tiempo para actualizar mi blog. Y lamentablemente no tengo vínculos con otros blogueros. De todas maneras sigo a algunos: el de Coto [María del Carmen] Colombo: “El blog del amasijo”. También el de Valeria Cervero: “De lo que no aparece en las encuestas”; “Poetas siglo veintiuno”; o de literatura infantil: “anatarambana”.


          16 — “El capricho es lo que hay en el fondo de la naturaleza de un escritor, exploraciones, fijaciones, aislamiento, malignidad, fetichismo, austeridad, frivolidad, perplejidad, infantilismo, etcétera.”, manifiesta un personaje de la novela “Engaño” de Philip Roth. ¿Algo que acotar…?
          RF — Sí, todo eso. Y las infinitas posibilidades eróticas que encierra ese “etcétera” no me van a dejar dormir esta noche.


          17 — ¿Te has advertido una o más veces “actuando” o sobreactuando? ¿De a ratos no se sobreactúa cuando nos involucramos en determinadas situaciones? ¿Lamentás haber descubierto algún aspecto tuyo demasiado tarde?
          RF — Actuación y sobreactuación no son más que estrategias de supervivencia, y he echado mano a todas. Sin embargo, mi maestro Alberto Boco decía: “Cuchillo entre los dientes… y que se vengan”. Estimo que esa frase me representa mejor. Afortunadamente, ese mismo arte de la supervivencia me permitió conocer gran parte de los aspectos de mi persona a tiempo. Igual… cuchillo cerca.


          18 — ¿Cómo se fue manifestando tu interés sobre el tarot?
          RF — Tengo un amigo poeta llamado Mauricio Martínez Sasso, quien interpreta las cartas del tarot. Accedí una vez a consultarle (sólo porque es poeta) y el resultado me maravilló. Por esos tiempos yo releía “Una temporada en el infierno” de Arthur Rimbaud, y la idea del poeta como vidente me tentó a incluir el tarot en el ciclo. Viene funcionando muy bien.


          19 — ¿Coincidirías con el novelista Federico Jeanmaire en que “se aprende mucho más fácil de la literatura mala que de la buena” y que “lo malo es muy pedagógico”?
          RF — Absolutamente. Es importante reconocer en la escritura de otros qué aspectos de la literatura uno no abordaría, o con qué formas no se identifica. La mala literatura es un arma de doble filo: por un lado, uno aprende de los errores ajenos, pero a la vez lleva a sobreestimar la propia obra. Por fortuna, no se tarda en encontrar de lo otro (esta semana, por ejemplo: Marguerite Duras. ¡Córtenme los dedos, así no escribo más!!!!).


          20 — ¿Qué es, Romina, “lo que está por venir”?...
          RF — Podría contarte varios de mis proyectos: un nuevo poemario, un libro de tono humorístico en coautoría con una escritora que admiro enormemente, una novela y un canal de Youtube. Sin embargo, mi mayor motor siempre ha sido la incertidumbre. No saber. Aunque después salga corriendo en busca de tarot.

*
Romina Funes selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:


PEQUEÑO AMOR

Tu dedo allí
no es tu dedo allí
no te creas

es el tajo del aire y su incisión inverosímil en la piedra
que se despierta
abre los párpados
y ve

descubre la cuestión intimista de su condición de piedra
el ojo trémulo de un gallo en el viso de su lomo
razón primera y última de su cacareo profético
la piedra queda piedra
brillante su lomo abierto

pero yo te miro y te digo que tu dedo allí
no es tu dedo allí
no te creas

es el trozo suelto de mi fruta
lima sigilosa que raspa
y enloquece

yo te miro y te digo
que así podés      podrías
que tu dedo allí no es tu dedo allí
sino la negación del mordisco
que de tanto recato       se priva del jugo.

                                    (de “Un modelo vivo”)
*

TROFEO

Tanteo el género
La inclinación de los escalones
La humedad en un techo sin lámpara

Me paro justo en la mitad
Allí donde búsqueda y encuentro colisionan
Donde subir y bajar cancelan su existencia confusa

Y en la pelea de sangre
A matar o morir
Te llevo a casa como un trofeo.

                                  (de “Un modelo vivo”)
*

RAÍZ


Una hoja de menta
silba el nombre que nos contiene

por encima de la mesa
dentro del cubo negro
la hoja    sorda todavía de piel    crece

somos la mitad de la visión      te digo
mientras palidecen y mueren
alrededor de la maceta
aquellos que no pudieron con nosotros

muerdo tus labios y muerdo la hoja:
debajo brilla      excesiva e inmune       la raíz.


                                          (de “Todo el paisaje a la sombra”)

*

DESIERTO


Hay un desierto
cáscara del río que ya no es

regresan allí las estaciones
suceden días a los más viejos
y como cualquier otro hecho menor
la gente concibe

a veces
una vertiente arrastra un poco de algo fresco
pero es tan sólo un efecto
como imaginar que bebemos
o tus manos       otra vez

estremecen la quietud y los buenos modos

nada me diferencia de la ceniza.


                                    (de “Todo el paisaje a la sombra”)

*
BRECHA


La parte visible
opaco ya el circuito
áspero
esa carne de sangre
viva      seca
esa carne sangre
brecha de mí

soy uno de esos animales
que despellejan vivos
para utilizar su piel

vos lucís el abrigo.


                                   (de “Todo el paisaje a la sombra”)







*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Romina Funes y Rolando Revagliatti, junio 2018.