Por Agustín Fest
Hay veces, abuelo, que tu rostro sobrepasa cualquier cosa que yo pueda imaginar y cuando te miro, no puedo yo pronunciar palabra sin antes desear escucharte, porque tus palabras enumeran cada arruga y definen cuánto se han escondido tus ojos en el rostro por un sol inclemente. –Antes el sol no estaba así –dices de repente–, contigo será más duro, a mi sólo me resta un poco más de su berrinche. Dices así y yo te creo, porque es imposible no creerte, si pareces un ídolo hecho de madera, teñido de bronce y tu camisa se mueve rompiendo vientos, sea porque te has ganado su respeto o sea porque todavía pareces indestructible. Antes me daba miedo que tu rostro cuarteado fuera a romperse y luego comprendí que eres como la madera de un tule. No hay forma de que te rompas, no hoy, ni mañana, e incluso si llegara a verte en la caja, iniciando tu transición a polvo, sabría que no estas muerto… porque no todos los hombres se hacen como tú, no todos los hombres tienen la fortuna de verse como tú… seguramente muchos te recordarán como el abuelo de los viejos hundidos, aquel que hablaba de los berrinches de madre sol.
Tengo que confesarte que si pudiera, cuando estés muerto, tomaría un hacha y haría madera contigo. Tomaría el serrucho, las lijas, el martillo y los clavos, y haría de ti un librero para guardarlo en casa. Trabajaría día y noche para tallarte y regresarte la juventud, para que duraras más que yo y que el mundo. Hablaría con brujos y con curas, para que pedirles una bendición a tu madera y así ésta continuara transmitiendo a los vivos lo que nosotros no sospechamos, lo que nunca sabremos. No es un castigo abuelo, ningún homenaje es un castigo. Le diría a mis hijos y después a mis nietos, que ese librero que guarda las enciclopedias, los poemas y los ensayos del mundo, es su abuelo. Después obligaría a que leyeran junto a ti todos esos libros que tus brazos, tu vientre, tu cabeza y tu sexo guarden, y cuando se hagan grandes, con manos capaces de encerrar las tuyas, les diría que tu mejor consejo se reducía a una cosa–: El mundo contigo será más duro pero nunca pierdas la fe. Porque esos ojos hundidos, tu rostro que lijaba las manos que deseaban acariciarlo, el dolor que guardaban tus labios, nunca permitieron que dejaras de romper el viento.
El cuento El Tule forma parte del libro Fotocuentos que está disponible en formato digital en Amazon.com y lulu.com
Agustín Fest estudió sistemas computacionales, después lo abandonó para estudiar Letras Inglesas en la UNAM FFyL. Trabajó en publicidad durante casi diez años, en comerciales de televisión y ha publicado en diversas revistas casi por casualidad: Penthouse México, Venga!, ¿Dónde ir? y en el suplemento cultural de Guardagujas, en La Jornada de Aguascalientes. Ha trabajado, durante años, en su blog llamado Árbol de los Mil Nombres (arbol.milnombres.net) el cual ahora se llama árbol 2:17 (http://arbol217.com), donde publica novelas inéditas, cuentos, minificciones y la crónica de su cacto come-gatos, come-niños. Durante un tiempo metió su cuchara en un taller en línea de ficción llamado Metatextos (metatextos.com) y fue co-creador de un blog llamado Big Blogger, que se manejaba como un foto reality . También lo puedes leer en twitter (@agustinfest).
RULFO NINGUNEADO (RELOADED)
Hace 9 años
Bello cuento cargado de una fuerza o energía interna que invita a la lectura.
ResponderEliminarSaúl Sánchez Toro
Medellín, Colombia
El abuelo de su historia me hace recordar a mi padre, un hombre infatigable y lleno de sabiduría, curtido por el Sol y con alma tan generosa que de solo recordarlo me asoman lágrimas. Si, mi padre parecía hecho de hierro, su paso fué siempre tan rápido que para alcanzarlo tenía que correr.
ResponderEliminarMuy hermosa descripción de alguien muy querido, gracias por compartirlo. Roger