lunes, 20 de diciembre de 2010

EL DE LOS ZANCOS Y LA DE LOS MALABARES


Por Francisco Garzón Céspedes


Un hombre al que le gustaba andar en zancos se sintió atraído por una mujer a la que le gustaba hacer malabares.

A la mujer no le era indiferente el hombre de los zancos. El hombre le agradaba. Más que ningún otro hombre.

Pero cada vez que el hombre de los zancos intentaba acercarse a la mujer, la mujer estaba haciendo malabares. Y el hombre no se atrevía a interrumpirla en su juego de destrezas.

Cada vez que la mujer pensaba acercarse al hombre de los zancos, el hombre de los zancos le parecía más inaccesible, porque el hombre usaba zancos cada vez más altos. Y la mujer no se atrevía a interrumpirlo en su paseo por las nubes.

Como ninguno de los dos tomó una decisión, ocurrió que el hombre de los zancos terminó casándose con una mujer a la que no amaba intensamente, pero a la que pudo acercarse porque andaba por similares alturas puesto que era trapecista.

Y ocurrió que la mujer de los malabares terminó casándose con un hombre al que no amaba tanto, pero del que, como trabajaba de payaso en un circo fingiendo ser un enano, no se sentía tan distante.

El hombre de los zancos y la mujer trapecista, tuvieron un hijo, al que, de joven, le gustó hacer malabares.

La mujer malabarista y el hombre payaso tuvieron una hija, a la que, de joven, le gustó andar en zancos.

Los dos jóvenes, tan pronto se vieron, se enamoraron.

Como el padre había contado su historia de amor imposible al muchacho, y la madre había contado su historia de amor imposible a la muchacha, los jóvenes tomaron la decisión. Uno la de enseñar a la otra a caminar en zancos. Y la otra, la de enseñar a uno a hacer malabares.

El niño que tuvieron fue payaso.

Y la niña, trapecista.

Y estos niños, con esos padres y esos abuelos, fueron además equilibristas. Unos equilibristas capaces de combinar este arte sobre la cuerda con los zancos y con los malabares.

Aunque cuando crecieron, el joven payaso, equilibrista, caminador en zancos y malabarista tuvo como pareja a una escritora.

Y la joven trapecista, equilibrista, caminadora en zancos y malabarista tuvo como pareja a un mago.

Y con esos padres, esos abuelos y esos bisabuelos, los hijos que tuvieron fueron para muchos unos auténticos raros. Tenían numerosos oficios y los mezclaban hábilmente. Fueron juglares.



Publicado en la Colección “Gaviotas de azogue” / 120, Diciembre de 2010, Madrid, España, como saludo a los 35 Años de La Peña de Los Juglares.

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