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Por Marcos Winocur
Cuando era espermatozoide, no vacilé en invitar a la señorita óvulo a salir conmigo. Ella fue franca: si yo ganaba la gran maratón, consideraría mis pretensiones. Sudoroso y agitado, llegué el primero a sus puertas. Nos unimos.
Cuando nueve meses después fui bebé, no vacilé en salir al “espacio exterior”, a pesar de los informes tan negativos que llegaban a la matriz.
Y bien, el viaje ha terminado. ¿Cuál es el saldo? La imagen, dejo la imagen.
Sí, señoras y señoros: Fui espermatozoide, fui bebé, miembro de la especie humana. Gané una imagen. ¿Voy a arruinarla ahora que me viene a buscar doña NOOjos? ¡Por Dios! Si concepción, nacimiento y muerte son una sola cosa de una historia que no cesa de repetirse.
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