Por Almilcar Barca
Lleva el peso de una noche
junto al reflejo azulado de la noche.
Recoge de unos pasos la inquietud
y medita a ciegas su razón.
Con las sombras del día recogidas
sobre el lecho de un río dormido
atraviesa un puente levadizo
con el vuelo de su falda entre los dedos.
Junto a esta historia abatida
de humedad y podredumbre,
una ciudad despierta en domingo
con la bruma merecida del verano.
En la habitación de una casa común
una toalla se entristece al usarse
mientras un hombre revienta en su celo
desayunando el mar y la niebla
que una mujer ha dejado solitaria
bajo el agua hirviendo de la ducha
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