Por Lidia Elena Caraballo
“y casi isla me quedaba
como una mujer arrodillada”
El barco ebrio, Arthurd Rimbaud
Sálvate de los prismas
del parpadear de los astros
que inoculan olvido,
del calidoscopio de la huida.
Cuídate del prolongado beso de los océanos
y su cópula en las playas continentales,
apagada aurora de mareas de nadie.
No dejes que se acalle el eco
del mar de los naufragios,
con sus cayos mutilados
por sortilegios de guerra y hambre.
Vete a las orillas,
busca en las formas sutiles mi presencia,
en el agua célibe que aún te inventa.
Pero si se derrumba
tu torre de guijarros,
y no encuentras al alfil en la maleza,
si una vértebra rota te hace polvo
en la jungla,
y adquieres pulso eléctrico,
coraza innoble,
¡sálvate,
que el trazo verde de mi mañana
no te hiera!
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