María Pugliese nació
el 29 de mayo de 1957 en la ciudad de Vicente López, provincia de Buenos Aires,
la Argentina, y reside en otra localidad de la misma provincia: Muñiz. Es
profesora de Castellano, Literatura y Latín, egresada del Instituto Nacional
del Profesorado “Joaquín V. González” en 1981, y autora, en su condición de
investigadora en dichas materias, de libros y artículos difundidos en medios
gráficos del país y del extranjero. Éstos son los títulos de algunos de sus
ensayos: “El desierto y la memoria (La poesía argentina en la década
1980-1990)”, “Frank Kafka: La condena o el triángulo de la ausencia”, “Antonio
Machado y la ardua tarea de desrealizar lo realizado”, “Francisco de Quevedo y
Villegas o las máscaras de una carcajada”,
“Ausencia y silencio en la poesía de Alejandra Pizarnik”. Es profesora adjunta
de la Universidad Nacional de Luján —ciudad de Luján, provincia de Buenos Aires— en el Departamento de
Educación. En tal carácter integra allí el equipo de Educación Intercultural.
Su poemario inédito “A paso de hombre”,
obtuvo el premio “Sigfrido Radaelli”, otorgado en 1987 por la Fundación
Argentina para la Poesía. Y fueron publicados entre 1988 y 2007: “De uno y otro lado”, “Viento y cenizas y otros poemas”, “Sobre un
puente de cañas”, “Esquirlas”, “Voces como furias”, “Vigías en la noche” (Primer Premio del Certamen Internacional Editorial
Los Tilos, de la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires, 2004). Además
de plaquetas con selecciones de su quehacer poético, fue incluida en antologías
no sólo de la Argentina, sino también de Uruguay, Brasil, Venezuela, Canadá y
España.
1 — Tu apellido —ya me dirás lo que tantos
te habrán preguntado: ¿algún parentesco con Osvaldo?— es el de un insoslayable
de nuestra música ciudadana. Podrías llamarte María Troilo, María Discépolo,
María De Caro, María Magaldi, María Arolas, María Cadícamo, María Gardel. Con
las letras de tango, María, con las milongas, con los valsecitos, con el
lunfardo, con Piazzola, con Susana Rinaldi, ¿cómo te llevás?...
MP — Muchos me
preguntaron acerca de mi apellido, y otros tantos me trataron con cariño, ya
que les evocaba al maravilloso Osvaldo. Nuestro apellido es originario de la
zona de Puglia —Italia—, y sin dudas debe existir un parentesco lejano que no
verificamos, pero sospechamos, ya que físicamente mi abuelo, mi padre y mi tío
son muy parecidos a Osvaldo. Lo conocí en una pizzería de Villa Crespo a la que
asistía periódicamente; al verlo me acerqué y le dije “¿Osvaldo Pugliese?”, él se puso de pie con una sonrisa y mirada
interrogantes…, me dio un beso y le dije “Soy
María Pugliese”, y nos reímos un poco entre cierto intercambio de palabras.
Creo que podría llamarme “Simplemente
María”, bien tele-teatresco lo mío…Tengo poco de compadrita pero bastante
de arrabalera
y chamuyera. La radio es una
presencia constante en mis cotidianeidades, desde muy chica, escucho mucho
tango, sé las letras de mis autores e intérpretes preferidos y las canto, en
principio, bajo la ducha, y si me dan espacio, en cualquier lado. Conviven en
mi corazón Julio Sosa, Tita Merello, Roberto Goyeneche, Ferrer-Piazzola,
Amelita Baltar y tantos más.
2 — Participaste en el Primer
Congreso Internacional de Salud Mental y Derechos Humanos, en la Universidad
Popular Madres del Plaza de Mayo, en 2002, y en el Tercero, en 2004, con sendas
ponencias. ¿Querrías dárnoslas a conocer y trasmitirnos cómo valorás esas
incursiones en una universidad tan emblemática?
MP — Allí, donde hay una puerta para
abrir, me dispongo a pasar… La convocatoria a ese Congreso me pareció una
propuesta necesaria y acorde a los tiempos que corrían y hacia allí fui con las
conclusiones de un trabajo de campo que llevé a cabo durante cinco años en el
Área Metropolitana de la provincia de Buenos Aires —distrito de José C. Paz—.
El eje fue “Lengua materna y diversidad cultural”. La Universidad desbordaba de
estudiantes, profesionales de diferentes disciplinas, miembros de
organizaciones sociales…: una fiesta. La exposición del trabajo inquietó, por la
temática y por los grupos sociales involucrados —inspectores, directivos,
docentes y comunidad educativa de Jardines maternales y de infantes—. Lo que en ese trabajo se plantea como un
diagnóstico, con el transcurso de los años se convirtió en una trama que a modo
de espiral se abrió a contextos mucho más complejos (sigo profundizando en
ellos). En los años 2003 y 2004, con un equipo
multidisciplinario, propusimos talleres de juego en un hospital
infanto-juvenil de Salud Mental ubicado en el Gran Buenos Aires. Quise
centrarme en niños menores de seis años, y con dolor y sorpresa descubrí que no
había registro de niños menores de ocho años…; elegimos casos de niños y niñas
de ocho a doce años. En el Tercer Congreso expusimos las conclusiones. Durante
el mismo, se multiplicaron las ponencias, los talleres, los asistentes. Otra
fiesta. Las instituciones —como tales— tienden a clasificar, y a mi criterio,
toda clasificación y normativa es excluyente.
3 — Consta en una plataforma de la
Red que tu primer poema lo pergeñaste a tus doce años. Dieciocho años después
una Institución premia un poemario tuyo. Y no lo has publicado. Ha quedado
allá, en 1987, como un hito íntimo. ¿Cuál es la historia, qué te fue pasando
con esa obra? Algunos de los poemas de “A
paso de hombre”, quizá corregidos, ¿han sido incorporados a tus poemarios
publicados?
MP — A los doce años comencé a escribir
en forma sistemática y exclusiva, poesía; desde los ocho escribí microrrelatos,
crónicas y cartas, cientos de cartas a mis abuelos y tíos italianos en un
idioma precario y fabuloso, del que me atraía el sonido más que el significado.
Cuando percibía que no contaba con el vocabulario adecuado, tomaba como
referencia las cartas recibidas desde Italia y las reformulaba. En mi humilde
casa no había más libros que los manuales escolares. Mi mayor influencia fueron
“las bibliotecas orales”, constituidas por las narraciones de familiares y
vecinos, amigos de la familia, todos ellos emigrantes de las provincias o inmigrantes:
en dos cuadras a la redonda habitaban chaqueños, correntinos, paraguayos,
bolivianos, franceses, portugueses, alemanes, polacos, holandeses, españoles, austríacos, árabes, italianos
de Sicilia, Calabria, Potenza, Bolognia, todos con sus costumbres y lenguas trasplantadas
a una zona semipoblada del actual partido de Malvinas Argentinas. Por lo
tanto no nos quedaba más que visitar una y otra casa —la del almacenero, la del
zapatero, la modista, el albañil, el plomero, el obrero, el mecánico y el cura—,
y en cada lugar aromas y músicas diferentes, objetos misteriosos. En la casa de
mis vecinos franceses vi por primera vez una enorme biblioteca ubicada en una
galería muy luminosa. Su dueño, Rogelio —ex seminarista— nos dejaba explorarla,
mirarla. La presencia de esos objetos me impresionaba. Cuando aprendí a leer
descubrí que estaban ¡escritos en francés!!! Ya no me importaba, ya me habían
transportado a mundos de aventuras y maravillas. Rogelio era buzo y había
conocido en Francia a Jean Cousteau, nos hablaba de él mientras recorríamos el
mini museo marino que había armado en el garaje. A medida que fui creciendo
entendí que en medio de tanta diversidad había una constante: todos llegaron a
ese barrio escapando de algo…
“A paso de hombre” iba a ser publicado
de modo independiente, con formato de cuadernillo por su brevedad; no hubo
acuerdo ni morlacos, entonces decidí participar del concurso con
expectativas de una posible edición. Sólo hubo honores. Casi todos los poemas
fueron incluidos en “Esquirlas”, sin modificaciones.
4 — Me ha interesado la opinión que
el poeta santafesino Rubén Vedovaldi instaló en uno de los blogs que administra
el poeta neuquino Aldo Novelli, quien te presenta como “poeta de palabras aladas”, a propósito de una muestra de textos
tuyos: “Versos de ágil claridad: un viaje
de imágenes que nos abren a otras imágenes en creativo equilibrio entre la
razón y la intuición.” Transcurrido un cierto lapso entre lo que refiero y
hoy, más allá de la gratificación del halago, ¿qué añadirías? Hasta los títulos
de tus libros nos aproximan a equilibrios…
MP — Las imágenes y los equilibrios
habitan tal vez en algunos lectores, en otros el misterio de lo incomprensible,
en otros el interrogante: “¿Esta pérdida
latente e inasible es de verdad, qué le pasó?”. Mi poesía emerge desde todos los sentidos
—administrados por la razón—, todo vale, lo de afuera y lo de adentro, en
movimientos constantes, en desorden y caos, al ritmo de la respiración y con el
cuerpo del trabajo. Las palabras con las que construyo los poemas son espejos,
y lo que se refleja en ellos depende de la luz, el lugar desde donde se mire y
la mirada…, sobre todo la mirada…
MP — Me siento un poco más cerca de
Moravia, y parafraseándolo diría que “escribo
para saber por qué escribieron
otros”. Los fines fueron virando en cada etapa de la vida, pero
coinciden con lo que expresan “los monstruos” que citás y me alejan totalmente
de lo expresado por Sábato.
6 — El amor, la lectura, el dinero, la
religión, la política… ¿Cómo dirías que te has ido relacionando con esos
asuntos?
MP — El amor a la política me enseñó a
trabajar en grupos y con propósitos colectivos —y como todo gesto amoroso, me
ayudó a sobrellevar las derrotas—. Las lecturas compartidas y comparativas
contribuyeron a la organización de mi trabajo. El dinero va y viene. Y el amor
en todas sus expresiones es casi mi religión.
7 — Me agradaría que nos comentes respecto
de tu modo de encarar el ensayo. Complementariamente, puesto que sé que tenés
en elaboración un par de estudios sobre las obras de Myriam Fraga y Aleilton
Fonseca, de quienes, además, has traducido textos al español, también te pido
que nos acerques a ellos.
MP — El primer ejercicio de análisis
literario fue acerca de Julio Cortázar; lo escribí a pedido de una compañera
directora de la revista del colegio
secundario —ya se había difundido en ella un poema mío—. Y fue, en verdad, una
excusa para adentrarme en la vida y obra de Cortázar, cuya lectura le estaba
dando bastante trabajo a mis catorce años. Así es como ocupándome, sin apuros,
de uno u otro autor con el que me identifico por alguna cuestión, escribir
acerca de ellos me obliga a sistematizar las lecturas. Intento en los ensayos
concretar un análisis de un aspecto de la obra —el mismo varía según el autor—
desde una perspectiva socio-histórica.
Conozco bastante la obra de Aleilton Fonseca —contemporáneo—, es poeta y
narrador. Al principio traduje algunos cuentos y el año pasado comencé con la
poesía. El contacto con Myriam Fraga es más reciente; su obra es muy compacta y
original, con identidad marcada; es contemporánea de Alejandra Pizarnik, y en
la actualidad me encuentro entrecruzando sus propuestas poéticas. Veremos qué
resulta.
8 — Expusiste, por ejemplo, en
coloquios de literatura bahiana, en Brasil, y en un simposio en Paraguay. ¿Cómo
te han resultado esas participaciones?
MP — La primera participación en San
Salvador de Bahía fue en 2011, por gentileza de los miembros de la Academia de
Letras de Bahía. Mi conferencia se centró en el escritor Antonio Castro Alves, “el poeta de los esclavos”. El título de
la misma fue “Antonio Castro Alves: hermano de los pobres, hijo de la tempestad”. Expuse en español; la presencia de
estudiantes —en su mayoría negros— me emocionó, literalmente hasta las
lágrimas. La segunda fue en 2013, con un ensayo acerca de la poesía de Myriam
Fraga, quien estaba sentada en tercera fila, atenta y sensible; otra emoción
compartida…
En
Asunción del Paraguay el eje fue la poesía en las tres orillas: Paraguay,
Argentina y Brasil. Abordé al autor Aleilton Fonseca —brasileño— en su libro de
poemas “Un río en los ojos”.
Cada encuentro de este tipo, cualquiera sea el lugar en el que se concrete, nos
exige mucho esfuerzo a los escritores, ya que en la mayoría de los casos
tenemos obligaciones laborales y/o personales. A pesar de ello provocamos
encuentros presenciales para reafirmar lazos que se originaron a través del correo
postal, luego el electrónico y ahora a través de las redes. Por ejemplo, con
los escritores bahianos inicié el primer contacto catorce años atrás; pero lo
mismo sucede con escritores de mi propio país o barrio.
9 — En tanto que además del castellano
y el latín, no te son ajenos los idiomas italiano, inglés y portugués, y uno de
tus artículos éditos en 2007 es “Lengua y literatura: ¿qué significa enseñar
una lengua?”, te disparo: María, ¿qué significa enseñar una lengua?
MP — Realmente es un disparo, Rolando.
Si tuviera la respuesta… Ése fue el título de un seminario en el que participé
—no fui la única exponente— en el año 2006 en Buenos Aires, destinado a
profesionales de diferentes áreas que trabajaban con niños/as menores de seis años.
El mismo fue grabado y desgrabado, aquí va un fragmento: “Cualquier elemento puede
ser un signo en la medida en que signifique algo distinto de sí mismo, que lo
represente. Un grito espasmódico acompañado de la agitación de los miembros es
signo de dolor, no es el dolor. Lo esencial es que la señal que envía un
mensaje a un receptor esté dentro de un sistema —aunque se trate de códigos
elementales—, y que el receptor entienda el significado del mensaje. Todo lenguaje se
articula a través de códigos y por ellos podríamos distinguir al lenguaje verbal —cuyos signos son
artificiales, por lo tanto engañosos— del lenguaje
natural manifiesto en los rasgos
fisonómicos, la indumentaria, la liturgia como reiteración de formatos a modo
de rito. La diferencia entre los lenguajes
naturales y las lenguas formalizadas
es su relación con el contexto; las
naturales son dependientes del contexto, por lo tanto más concretas, en cambio
las formalizadas son independientes y exigen un mayor grado de abstracción y
objetividad. Los niños/as más pequeños se manifiestan muy receptivos ante los
lenguajes no verbales, si esto es tenido en cuenta por los adultos, cuanto más
organizado sea el uso del lenguaje verbal en situaciones cotidianas, más
fluidos serán los vínculos comunicacionales. En toda lengua existen palabras
cuyo significado está dado por el conjunto de circunstancias externas que lo
rodean, y esto da origen a un problema de carácter léxico que aparece con mayor
frecuencia en niños/as menores de cinco años: no existen relaciones siempre
exactas entre los planos significativos y el plano fonético de cada una de las
palabras de una lengua. A veces una misma combinación de fonemas puede poseer
diferentes significados, otras en cambio es un mismo significado el que admite
distintas combinaciones fonéticas. Estos matices que abordaremos con más
detalle más adelante, acarrean equívocos que interfieren en los procesos de
enseñanza-aprendizaje.”
10 — ¿Perdura
inédito desde el 2005 ese ensayo que titularas “Poesía e infancias”? ¿Nos
transcribirías un tramo?
MP — Sí, cada vez encuentro una nueva
arista y sigo. Muchos escritores abordaron el tema —Gabriela Mistral, Alfonsina
Storni, María Elena Walsh, Federico García Lorca, José Martí, Juan Ramón
Jiménez, entre otros—. Ellos me aportaron mucho desde lo conceptual, pero en la
organización metodológica del trabajo estoy más cerca de García Lorca. Aquí
transcribo uno de los apartados de “Poesía e infancias”:
“Nana, arrullo, regazo.”
“Algunos
autores reconocen en las nanas el primer contacto con el lenguaje práctico, tal
vez por su esencia evocativa, sintética, eficaz, rítmica y, sobre todo, por ser
un vehículo de emoción y sentimientos. Las nanas no admiten dispersiones,
exigen una respuesta inmediata ante una necesidad concreta biológica y/o
afectiva. Arrullar, inducir al sueño, calmar, consolar, jugar, son sus
funciones genuinas. En forma directa —a
través del contacto de los cuerpos— o indirecta
—con la voz y el ritmo como mediadores— constituyen un diálogo íntimo.
El encuentro es corporal, en él tanto la posición de los brazos como el
tono muscular del regazo, la placidez del sostén, los ritmos de la respiración
“del otro”, los latidos de la sangre, delimitan ese espacio de contención. El
vaivén del arrullo se refuerza con la mirada, la caricia y un suave murmullo.
¿Cuándo
y por qué surge, entonces, la palabra? El lenguaje verbal es evocación,
es una representación “artificial”, no se puede prescindir de la presencia
concreta durante el arrullo, pero sí de la palabra y ésta a la vez puede
prescindir del regazo. El término “nana” alude a la mujer cuidadora, encargada
de amamantar y asistir a los bebés hijos de nobles.
¿Cuál
es su relación con las primeras composiciones poéticas? Imagino a estas
mujeres, en ocasiones con varios niños a cargo, inclusive sus propios hijos,
yendo y viniendo desde los quehaceres domésticos hacia las cunas desde donde
reclamaban “su presencia corporal”. Las cunas contaban con un arco en su base
que permitía la oscilación rítmica del vaivén, imagino a estas mujeres ocupadas
tratando de hacerse presente a la distancia, con un pie sobre el arco al ritmo
del vaivén: la voz, el ritmo, el canto y las palabras constituían entonces esa
otra presencia física, la del lenguaje emotivo.”
“Son
las pobres mujeres las que dan a los hijos este pan melancólico y son ellas las
que lo llevan a las casas de los ricos. El niño rico tiene la nana de la mujer
pobre, que le da al mismo tiempo, en su cándida leche silvestre, la médula del
país.
Para
provocar el sueño del niño intervienen varios factores importantes si contamos,
naturalmente, con el beneplácito de las hadas. Las hadas son las que traen las
anémonas y las temperaturas. La madre y la canción ponen lo demás.” De la conferencia “Las nanas infantiles”, Federico
García Lorca, español (1898-1936).
“Los
rastros de estas composiciones simples, breves, improvisadas, hasta a veces sin
rimas, permanecieron a lo largo de la historia por su transmisión en cada
núcleo familiar a modo de secreto con poderes mágicos. Constituyeron un recurso
apropiado para “hacer tiempo” antes del auxilio; en sus melodías y en sus
palabras se reconocen al decir de García Lorca “la sangre” del calor histórico.
Monotonía y melancolía conforman las esencias de las nanas. Son necesarios dos
ritmos: el ritmo físico de la cuna, la silla o el vaivén del cuerpo, y el ritmo
intelectual de la melodía. El adulto alterna estos dos ritmos con distintos
compases y silencios; los combina hasta conseguir el tono justo que encante al
bebé. El texto no tiene valor, el cansancio o el dolor ceden ante el ritmo y la
vibración de la voz sobre ese ritmo.
En la
melodía se refugia la añoranza de tiempos pasados ya que define los
caracteres geográficos y la línea histórica de una región. La canción de cuna
perfecta se podría lograr con la repetición de dos notas entre sí, alargando
sus efectos. El objeto fundamental es dormir al bebé que siente ganas de jugar,
por lo que el canto es un modo de incentivación al juego que él mismo genera a
través del balbuceo.
Las
palabras, entonces, son un instrumento de los adultos al que transfieren sus
propias necesidades; asimismo, a través de ellas los niños se trasladan fuera
de sí, a la lejanía, a sitios fabulosos habitados de aventuras… para hacerlos
volver a sus regazos, para que cansados, concilien el sueño. Los personajes
recurrentes de las nanas son seres “activos”, con movimientos gráciles. A oídos
de los niños constituyen una precoz iniciación al lenguaje poético, quienes
fueron iniciados en este rito acuden a él aún en edad avanzada a través no sólo
de la apreciación poética sino también de los juegos con el lenguaje,
adivinanzas, enigmas, etc.…”
María
Pugliese selecciona poemas de su libro inédito “Ejecuciones” para acompañar esta
entrevista:
el olfato ondula
entre los
vestidos que conservan la fragua
de los
aromas íntimos
y me
traiciona
el sabor
del café
oscila
por el borde de la taza
y refiere a los sellos de la boca
sobre el
esternón
y me
traiciona
el
discurso de un andar constante
bajo sauces
sombreados
evoca
pasillos maullidos vidrios rotos
escritos
llantos desesperos
vanidades
y me
traiciona
el erizo
cautivo
se
resiente
se niega
al alimento
se
encrespa y se contrae
cuando el
único peligro es la huida
cuando la
única certeza es la ansiedad
y me
traiciona
la estela
enaltece
con ráfagas
aristas
que devuelve el sueño:
mejillas
en roce
cinturas
trenzadas
piernas
en arco
ensalmos placidez
y me
traiciona
son una
niebla espesa
que
transmuta en desprecio
cualquier
rastro de amor
*
a contrapelo
cabalgamos llanuras
desiertos estepas
cima y sima
cabalgamos llanuras
desiertos estepas
cima y sima
nos elegimos viento
flameamos entre mástiles
proas y popas
enaltecimos al agua
y aplacamos al polvo
por las terrazas y los terraplenes
por los sinuosos senderos de las villas
a la hora de la siesta
escandalizamos el meneo de las hamacas y los barriletes
con alas de gaviotas
y temblor de palomas en celo
fuimos viento
herederos
del miedo a las catástrofes
fuimos giro torbellino ímpetu
trashumancia
huérfanos
del tibio arrullo
previo
al sueño profundo
nos elegimos viento
para deambular
por ciudades oscuras
a medianoche
y desprender sin pudores
las vestiduras del paisaje
ingenuos
e ignorantes
nos elegimos viento
dónde virar
cómo reconocer
encontrar
nos elegimos viento
dónde virar
cómo reconocer
encontrar
*
esas estampas
por
detrás
son
huellas?
hubo pies
territorios rutas
allí
entre las madejas?
los residuos
que deprenden aromas nauseabundos
contienen
algo más que abandonos y muertes?
fiel a
los hilos de
deshacer las
tramas
y desatar
los nudos
atraviesa
lo enmarañado
a paso
lento
se
encauza hacia el plácido sendero de sus ojos
e
interroga
queda algo por
decir?
en medio de las sombras que se desperezan
sobre un
haz oblicuo de la lámpara
al ras
del vaho extendido por las hojas del tilo
encima de
los paños que ondulan la terraza como fantasmas
en frente
del ocaso en el que la ciudad se aletarga
y nos
devuelve las voces de los niños allí abajo
los
cantos de los obreros que penden de una soga
el crujir
de los carros y las bocinas
las sirenas
las cortinas
de agua
todavía
queda mucho por
decir
los
sitios de la espera y el desencanto
debieron haberse
poblado de palabras
los
gestos de su pulgar en mi mejilla
debieron haberse
poblado de palabras
las bocas entrelazadas en los besos
debieron haberse
poblado de palabras
el sudor
el cansancio el llanto la traición la cobardía
debieron haberse
poblado de palabras
cada país
habitación suelo lecho manta
que nos
atravesó distanciados vacíos tristes extraños
debieron haberse
poblado de palabras
las
tenues nevadas sobre las acacias
el sopor
del asfalto en los eneros
los
zorzales y tacuaras en pugna por tan solo una rama
debieron
haberse poblado de palabras
los
aeropuertos las estaciones y los equipajes
testigos permanentes
debieron haberse
poblado de palabras
por los
bálsamos del sol al mediodía
por los
túneles del miedo y las retaguardias
por los
escondites que gestaron y dieron a luz estigmas de esperanza
por las
voces desperdigadas en soliloquios
y por
todos los espacios del desencuentro
aún
queda tanto
por decir
*
dispone sus manos
blancas
pequeñas de uñas cortísimas
sobre las
hojas
en
movimientos opuestos hacia afuera
las
recorre
como si
fueran las yemas
—no el
índice ni el pulgar—
las
portadoras de llaves
que con
rasgos prolijos gráciles y equilibrados
abrirán
puertas
en medio
del silencio y los desechos
dispone
sus manos
y con
sólo dos gestos
traza los
límites: ya no más inocencias
*
Entrevista realizada a través
del correo electrónico: María Pugliese y Rolando Revagliatti.
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