domingo, 18 de mayo de 2014

“El Juego de las Estatuas”, reedición del poemario de Dafne Pidemunt

Dafne Pidemunt es una poeta argentina nacida en Buenos Aires en 1977. Obra poética: “El Juego de las Estatuas” (2004; 2da. edición 2011) y “La avidez del silencio” (2013). Sus obras fueron incluidas en la ya legendaria antología poética “Si Hamlet duda le daremos muerte”, realizada por Julián Axat y Juan Aiub para la Colección Los Detectives Salvajes, de Libros de La Talita Dorada, La Plata, Provincia de Buenos Aires, 2010.
La reedición de “El Juego de las Estatuas”, por Ediciones La Mariposa y la Iguana (ver: edicioneslamariposaylaiguana.blogspot.com) fue un nuevo aporte del pujante sello argentino, que ya posee un interesante fondo en sus diversas colecciones. De este modo se volvió a poner al alcance del lector específico uno de los libros más interesantes de la Generación del 2000, que supera con notables aportes estilísticos y temáticos lo decantado de la generación anterior, devolviéndole a la poesía argentina buena parte de su solidez y expresión originales. Como se sobreentiende, aquí nos referimos a lo más difundido de esta generación de los '90, cuando cabe advertir que en esa misma década otras obras poéticas que alcanzaron menor difusión -la poesía de Rubén Valle, Patricia Díaz Bialet, Carlos Juárez Aldazábal, Patricia Rodón, por dar solamente unos pocos ejemplos (*)- refutaron lo que el canon insistió (e insiste en señalar) como única y exclusiva característica de los años '90 en la poesía argentina. Más allá del interés generacional que posee el libro de Pidemunt, como inscripción de mérito en la historia literaria del país, se encuentran los valores intrínsecos del texto en sí, que no han pasado inadvertidos para la crítica especializada y que el lector del género conoce y reconoce.
En lo específico, encontramos en “El Juego de las Estatuas” un discurso desgarrado y poderoso, dotado de todos los elementos necesarios para provocar un gran impacto emocional e intelectual ya en una primera lectura de tanteo. Al modo de la célebre cebolla de los significados, el poemario va desgranando más y más capas de sentido a medida que las relecturas -y la poesía es el género de relectura por antonomasia- van haciéndonos acceder a su polisemia bien temperada. ¿“El Juego de las Estatuas” no es un libro “fácil”, conjeturará el lector interesado en la poesía contemporánea aunque no tan avezado, al leer esta muy general descripción? Pues ningún  libro de genuina poesía lo es del todo, y como sucede habitualmente con todos los libros de auténtica poesía, la clave de este poemario es, inicialmente, dejarse mecer por el rico juego que la autora establece entre el sentido, el estilo y el sonido de las palabras que ha elegido para expresar su complejo universo. Se recomienda leer “El Juego de las Estatuas” en voz alta -una práctica lamentablemente algo olvidada en lo contemporáneo- para comprobar el equilibrio formal del verso libre, bien logrado por la maestría de la joven y talentosa autora argentina.
En el volumen que nos ocupa es particularmente interesante el dosificado esfumarse de lo ingenuo y cándido que parece sugerir el título, a medida que nos adentramos en sus páginas. Aunque las reminiscencias naifs vuelven a asomar aquí y allá en nuestra progresiva lectura, a partir ya de las primeras páginas lo harán como recurso de contraste e intensificación del paulatinamente más y más sombrío degradé que impregna el discurso poético de “El Juego de las Estatuas”: como un tornasol que vira de lo claro a lo oscuro grado a grado, Pidemunt nos llevará de la mano hacia un universo mutilado, un juego siniestro de trasmutaciones que alcanza su mayor potencia, precisamente, por lo que no termina de decir pero diestramente sugiere. Esta peculiaridad subraya la originalidad de la autora, quien por mérito propio alcanzó un lugar descollante dentro de su generación y es dueña ya de un estilo fácilmente reconocible. Es verdad que en sus versos se advierte la presencia hábilmente digerida de autoras como -¿debo decir “la inevitable”?- Alejandra Pizarnik, y en menor pero reconocible medida, también el paso quedo de Marosa di Giorgio –a mi entender-, pero ello se evidencia más como un empleo administrado de recursos característicos de las nombradas, antes que como una apropiación de sus voces. En todo caso, debemos remarcar que -aunque nada surge de la nada, sino invariablemente de una reelaboración de lo ya antes presente-  Pidemunt no pide cosas prestadas, sino que construye por sí misma sus propias estructuras, sus elegidos recursos de estilo, y lo hace con una pericia más que destacable: con una marca propia.

Luis Benítez




Así escribe Dafne Pidemunt


Ella no me ama a mí...


Ella no me ama a mí.
Ella ama mi palabra, mi juego.
Poeta nacida de vientre judío
le digo en idish cosas que no entiendo en castellano
lo que sea por otra noche en sus brazos
lo que sea por otro beso en mis pálidos labios.
-Querés palabras?-le dije.
Jamás se detuvo en las palabras que no podrían
nunca bucear por su sexo
como lo hace mi física lengua.
-Más poemas, pequeña!, Más poemas!-
me exigía cada noche al dormirse en mis brazos
-O se ama o se escribe.
Amor y literatura no deben tocarse-
Ella sabe y no le importa.

Poeta nacida de vientre judío.
Le invento palabras
en todos los colores, sabores y posibles conjugaciones.
Juego con la facilidad del lenguaje en mi lengua.
(siento el jugo derramándose en mi boca,
desde mi lengua poética hasta mi física lengua)

-Si querés un buen poema no me ames-
ella sabe y no le importa.

Y digo:
Me ama? y digo quién sabe y quién sabe qué.
Y digo: No me ama!
Y digo: Es hermosa!
Me salgo de ella
Me olvido de amarla.
Y....... ahhhhhhhhh
suspiro mediante
comienzo el poema
que diré esta noche.


(*) Al respecto, ver mi artículo titulado “La poesía argentina de los años 90”, publicado en la revista francesa Recours au Poème (http://www.recoursaupoeme.fr/essais/la-poes%C3%AD-argentina-de-los-a%C3%B1os-90/luis-benitez).

                                                                                                 

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