domingo, 24 de octubre de 2021

«Hablando en voz alta, la mayoría de las veces en completa soledad»

 

Horacio Pérez del Cerro responde ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti



Horacio Pérez del Cerro
nació el 5 de septiembre de 1950 en Buenos Aires, capital de la República Argentina, y reside en la ciudad de San Justo, partido de La Matanza, provincia de Buenos Aires. Cursó, sin concluir, las carreras de Ingeniería Electricista en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, y en la misma universidad la Licenciatura de Antropología Social en la Facultad de Filosofía y Letras, así como la Licenciatura de Psicólogo Social en la Escuela de Psicología Social para la Salud Mental, de Alfredo Moffat. Fundó en 1982 el sello Ediciones El Tranvía. Coordinó talleres literarios particulares y en “El Bancadero”, Asociación Mutual de Asistencia Psicológica. Creó y condujo espectáculos articulados entre poesía, teatro y música en ámbitos argentinos y brasileños. Fue redactor de las revistas “Línea” (1982-1983) y “La Hoja” (2000-2002) y es colaborador de la revista literaria “Ayesha”. Integró el volumen colectivo de poesía “Taltriana” (1982). Su estudio preliminar “Contra la versión perversa de sus carceleros o la malversada tesis vulgar”, forma parte de la antología “Sade. Sistema de la agresión. Textos filosóficos y políticos” (con selección de Flavio Crescenzi, Ediciones El Tranvía, 2002). Como libro electrónico se accede en la web a su “El armisticio del tábano”, relatos I (2015-2017), de prosa poética. Poemarios publicados entre 1985 y 2002: “Multitudes en silencio”, “Los inviernos del fuego” (Antología 1992-1999) y “Crujidos”.

 

1: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?

 HCP: Lo que atañe al acto de creación, corresponde al grado de disconformidad con el mundo que me rodea, y me rodeaba en mis primeros años de la niñez. Lo que sucede es que en aquel entonces no discernía lo suficiente para entender lo que sucedía y me limité, con elementales herramientas perceptivas que disponía, a construir transformando desde lo lúdico, si cabe como acto creativo. 

Recuerdo dos juegos, hoy se les llaman didácticos: uno constaba de piezas de madera y cartón pintado, para construir casas, y el otro, de madera en su mayoría, para construir objetos mecánicos con movimiento. En la actualidad no existen como tales, y tal vez han sido reemplazados por otros materiales sintéticos. 

El primero constaba de unas bases cuadradas de madera terciada gruesa de diferentes medidas, con agujeros cuadrados dispuestos en cuadrícula, en los que se insertaban unos palitos también cuadrados con ranura a lo largo, donde había que calzar unos cartones con forma de ventanas, puertas, barandas de balcón y otras lisas tipo pared, y unos en forma de techos que se engarzaban. Y el segundo, de palitos redondos de diferentes largos, y rodajas de madera a modo de ruedas lisas con ranuras en sus bordes y otras dentadas como engranajes, y agujeros en diferentes posiciones.

Al comienzo seguí las posibilidades que los juegos me permitían. Pero después de un tiempo comencé a fabricar, con cartones y madera, otros elementos que me permitieron expandir, transformar y hasta transgredir las libertades que me posibilitaban, además de combinarlos, uno con el otro.

Estimo este período de mi infancia entre los cinco a siete años. 

2: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

HPC: Vaya pregunta, nada sencilla, más que nada la última.

Con la lluvia muy bien, como cuando comienza un romance, pero si continúa por muchos días sin cesar, me resulta un tanto cargosa o tal vez insoportable.

Con las tormentas, sin embargo, tengo un amor incondicional. Sobre todo, en las que he estado en el mar o la playa. Recuerdo varias sucedidas en algunos febreros de mi juventud, en Mar del Plata. Me llenaba de gozo en compañía de un perrito, ir a la punta del espigón del puerto para que nos bañaran las olas que chocaban contra las rocas, o en una playa muy extensa, llamada Dinamarca, cerca del faro. La sensación de aquél espectáculo era comparable a estar escuchando “El holandés errante” de Wagner, o alguna sinfonía de Beethoven, entre truenos y relámpagos.

La sangre es como el soplo de la creación que nos da y une a la vida, y que desaparece con la muerte. Esta cualidad de ser y no ser o de estar y no estar, la emparento con nuestra finitud humana, y es lo que me hace mencionarla y metaforizarla en mi poesía. 

La velocidad es más que un fenómeno físico, que los seres humanos deben aprender a regular en tanto y cuanto atiende a cuestiones psíquicas en nosotros, muchas veces provenientes de la ansiedad, la falta de atención sobre algún hecho, o la vorágine a que ante las apetencias de éxito (palabra horrible), y acumulación de bienes, nos imponen estos últimos tiempos.

La considero enemiga de todo momento de pensar y reflexionar, o realizar algún trabajo a conciencia. Donde no se miden las consecuencias de esa premura totalmente gratuita.

Asimismo, es inadecuada al momento de emitir un discurso, o como se dice vulgarmente “abrir la boca” para decir algo sin haberlo pensado.

En tanto al uso que se le da en otros aspectos, como los tecnológicos, está descontrolada. Como antídoto a los estragos que muchas veces produce, se me ocurren tres refranes o dichos populares: “No por mucho madrugar se amanece más temprano”, “Darle tiempo al tiempo” y “Chi va piano, va lontano”, es decir, “El que va despacio, llega lejos”

Si bien las contrariedades son propias de la vida cotidiana, creo que se han incrementado en esta modernidad, por habitar en espacios cada vez más reducidos, rodeados de tanta sofisticación tecnológica, hacinados en ciudades, lejos del entorno de la naturaleza. Puedo decir que las soporto o las naturalizo para que no me afecten. Tienen el aspecto de que algo sucede del afuera, contrario a nuestros deseos o designios. Es un rasgo de mezquindad de parte nuestra, o parte de nuestro antropocentrismo a ultranza. Como que algo está conspirando en contra nuestro o de nuestro deseo, por eso lo de contra-riedad… Quisiera saber qué de nosotros, o nuestra “riedad”, se encuentra herida. ¿Será que esa herida a nuestro narciso lo reescribe como “riedad”, y lo naturaliza, incluye y enmascara en el lenguaje? Quien quiera que saque sus conclusiones. 

3: “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?

HPC: He leído ese reportaje que hicieran a Faulkner, y así como con otras apreciaciones muy acertadas, concuerdo plenamente con él.

Si bien hay una pulsión que nos lleva al acto de la escritura, luego de ese instante la obra se construye con mucho y dedicado trabajo. Trabajo por el sentido y el rumbo que deseamos tenga lo escrito, lo que nos dicen las palabras que utilizamos en un primer borrador, y lo que ellas combinadas hacen al texto. Es un ida y vuelta, lo que hemos escrito en una primera fase, lo que percibimos de lo escrito y nos devuelve otra idea otro sentido, otra construcción que no imaginábamos estaba ahí, y que solo el trabajo y la observación nos permite escuchar lo que nos dice el texto, su discurso oculto que no pudimos leer en un primer momento. Es todo un proceso de descubrimiento, un juego placentero en que nos sumergimos para escuchar otras voces, que luego con el trabajo quedan al descubierto y construyen la obra. Ese para mí es el trabajo, el tuteo con lo oculto que nos dictan las palabras combinadas de una forma determinada en un texto, los pactos y alianzas que establecemos para que nos permita hacerlo visible, sin traicionar el compromiso que asumimos, y motivo de su origen.   

4: ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

HPC: En primer lugar, la palabra “artista”, que se usa para definir a toda persona que realiza un hecho artístico, está muy bastardeada.

Digo esto porque hoy se llama artista y se extiende su acepción a cualquier sujeto/ta, que realiza un adefesio en la plástica, ejemplo las instalaciones, al que escribe un mamarracho que pretende ser literario, por lo general voluminoso, acompañado de una miríada de presentaciones adulonas, o aquel que hace una morisqueta sobre un escenario y presume de actor o bailarín/a. Creo, al mismo tiempo, que hay una carencia generalizada de sentido crítico, en algunos de los que se pretenden autores.

Pienso que esto es fruto de una publicidad impostada, por y para beneficio único del mercado editorial, los marchantes de la plástica o el llamado mundo del espectáculo, o de “idiotización” masiva, como la televisión.

Yendo a la pregunta estrictamente. Me interesa la obra, lo demás es accesorio. Prima conocer el producto artístico, su calidad innovadora como su aporte al crecimiento del arte que se trate. Mi curiosidad por los pormenores y avatares de la vida del autor los considero necesarios si algo lo promueve o me lo reclama, de lo contrario no entran en mi campo de interés.

Como apéndice a tu pregunta, respecto al totalizador “artista”: la lengua castellana con que nos manejamos, adolece desde su aspecto formal de las mismas endemias de la cultura occidental judeo-cristiana que la creó, no solo estética sino ideológicamente, por eso es que el totalizador “artista” no está libre de esta cojera. Considero que esos totalizadores más que precisar, “embarran la cancha”. La ausencia de estos totalizadores de la lengua en ciertas culturas, coadyuvan mucho más a la excelencia y pureza de ellas que en detrimento; hay un ejemplo interesante de tomar en cuenta en “El pensamiento salvaje” de Claude Lévi-Strauss.

5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

HPC: “Al que nace barrigón es al ñudo que lo fajen”, “El que nace para pito nunca llega a corneta”, “Tantas veces va el cántaro a la fuente que al fin se rompe”, “Más vale pájaro en mano que mil volando”; el que ya te referí anteriormente, “No por mucho madrugar se amanece más temprano”,  y su casi contrapuesto “Al que madruga dios lo ayuda”; “Dios dice: ayúdate que te ayudaré”, “Vísteme despacio que tengo que salir apurado”, “Una imagen vale más que mil palabras”, “Mil hombres juntos es igual a la milésima parte de un hombre”, “El perro es el mejor amigo del hombre”, “En boca del mentiroso lo cierto se hace dudoso”; uno muy terrible: “La letra con sangre entra”; “Serás lo que debas ser o no serás nada”, “Todo depende del color del cristal con que se mire”… Muchos de ellos me los enseñó mi abuela materna. 

6: ¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

HPC: En mi temprana juventud, la novela “Don Camilo” de Giovanni Guareschi, y en prosa o relato las “Confesiones” de Paul Verlaine. Luego y mucho más adelante, “El señor presidente” de Miguel Ángel Asturias; “Pedro Páramo” de Juan Rulfo; las cinco baladas de “El jinete insomne” y “Cantar de Agapito Robles” de Manuel Scorza; y la novela “Tadeys” de Osvaldo Lamborghini. En poesía, “Poema del cante jondo”, “Romancero gitano” y “Poeta en Nueva York” de Federico García Lorca; “Trilce”, “Poemas humanos”, “España, aparta de mí este cáliz”, y en general toda la poesía de César Vallejo; la de Blas de Otero en “Ángel fieramente humano”; algunos poemas de Vicente Huidobro, y algo de la obra poética de Juan Gelman.

Como artículo aparte tengo que mencionar la obra de Antonin Artaud, como algo que me abrió la cabeza a un universo muy diferente, y de un valor único y como hecho literario desestructurado de todo lo conocido; su teoría sobre el teatro a su vez me llevó a Alfred Jarry, y a “El teatro de la muerte” de Tadeusz Kantor.

Del cine te puedo referir, “I pugni in tasca” (Con las manos en los bolsillos) de Marco Bellocchio; “Barrio chino”, “El inquilino” y “A faca na agua” (El cuchillo en el agua) de Roman Polanski; “Ostia”, con guión de Pier Paolo Pasolini y dirección de Sergio Citti, así como “Teorema” y “Edipo Rey” de Pasolini (su poesía me gusta mucho también); “Grupo de familia” de Luchino Visconti; “El acorazado Potemkin”, “Iván el Terrible”, parte 1 y 2, de Sergei Eisenstein (me parecen estas dos últimas de una magnificencia poética sublime, su coreografía, iluminación fuera de lo común, teniendo en cuenta la época en que fueron filmadas); “Tiempos modernos” de Charles Chaplin.

Del teatro, recuerdo tres obras que me emocionaron: “El avaro” de Moliere, interpretado por Walter Santana, “La mujer sentada” de Copi, en adaptación de Alfredo Arias, interpretada por Marilú Marini y Alfredo Arias. Y “La nona” de Roberto Cossa, que se puso en escena en el teatro Lasalle de la ciudad de Buenos Aires, con un elenco fuera de serie, Pepe Soriano, Ernesto Bianco y Carlos Carella, por nombrar algunos.   

En cuanto a la música, Johann Sebastian Bach, Ludwig van Beethoven, Richard Wagner, Mozart, y Carl Orff con su “Carmina Burana”, en lo que concierne a clásica. Mucho de nuestro folklore: del Uruguay, Alfredo Zitarrosa y José Carbajal; de Brasil, Chico Buarque y Maria Bethania. Del jazz, los blues, y un intérprete que me impresiona: Tom Waits.     

En estado de perplejidad entré cuando pude ver y estar observándolo desde diferentes distancias durante cinco días, un cuadro de Vincent Van Gogh sobre un molino, no recuerdo ahora el título, en una muestra muy importante en el Museo de Arte de Río de Janeiro. Ahí estaban algunas obras de los pesos pesados de la pintura, Rembrand, Picasso, Modigliani, Portinari, Miró, Dalí, Chagal, Gauguin..., y de la escultura, Auguste Rodin. Pero esa obra, la de Van Gogh, me consternó de tal modo que me solazaba observando el tipo de movimiento del pincel, que era en círculos abiertos de izquierda a derecha; fue como retrotraerme en el tiempo y estar en presencia de Vincent cuando lo pintaba, fue una sensación muy rica y mágica a la vez, y sí, entré en un estado de perplejidad porque no sabía qué hacer con tanta belleza, era toda la belleza encarnada en ese cuadro y lo que me hacía sentir y dónde me llevaba. Era una “belleza convulsa”, parafraseando a Francisco Umbral, o esa otra belleza con toda su crueldad, que decía Artaud, no la crueldad morbosa de un criminal y sus crímenes expuestos pornográficamente, sino la que se expone abierta y sin artilugios ni remilgos decorativos, esa misma belleza virgen de lo salvaje, una belleza salvaje e impiadosa a la luz de las leyes humanas, que distan mucho con las del equilibrio de la naturaleza. Eso me sucedió, trascendió mi observación, me hizo vivir el acto mismo de creación de Van Gogh.

7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

HPC: Sí, y bastante reciente. Fue cuando me internaron en el 2017, por una casi septicemia que se me produjo por el linfedema crónico que tengo en las piernas.

Me internaron en el Hospital Balestrini del partido de La Matanza, donde vivo, con un cuadro de coma febril agudo. Luego de varios días de internación, ya consciente, mi pareja de entonces me refirió que cuando ingresé por guardia, el o la médica, no sé, que me revisó al comienzo, trató de sacarme la dentadura, metiéndome la mano en la boca y comenzó a tirar con fuerza sin éxito; entonces mi pareja le explica que no tengo dentadura postiza, que los dientes y muelas, restando algunos, eran los míos. Cuando terminó de contarme la escena, mi pareja y yo nos desternillamos de risa.

8: ¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?

HPC: Algo que estoy seguro que no voy a alcanzar a ver o vivir más precisamente. Me produce mucha angustia, pero a su vez un gran interrogante, y es el cómo me recordarán, los que se acuerden de mí, obviamente. Tal vez mi hijo y los parientes jóvenes, sobrinos y sobrinos nietos, algún amigo que me trascienda. Alguien que habiendo leído mi obra me recuerde, mal o bien. Hace poco tiempo recibí una nota en mi correo electrónico sobre una alumna de una universidad de Estados Unidos, que me había mencionado en una tesis, sobre un estudio crítico que escribí para el libro que edité en 2002, a partir de los textos filosóficos y políticos del Marqués de Sade. Me agradó en gran medida que un escrito mío haya servido para algo. Y lo que más me interroga es si mi obra se acordará de mí, si es que se acuerda, por supuesto.  

9: “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?

HPC: Quizá sea una contradicción lo que digo, pero apuesto a la rutina creativa, no a la mecánica o que se realiza por mandato propio o ajeno, salvo cuando cocino para alguna reunión de amigos o para mí; me gusta mucho cocinar porque lo encuentro un espacio creativo, mezclar sabores, experimentar con el antípoda dulce salado, elaborar conservas, me resulta muy placentero.

Lo que me parece rutinario e insoslayable porque atiende a cuestiones domésticas o necesarias para la subsistencia, las trato de resolver no dándole demasiada importancia, y ejecutándolas lo más rápido posible, con el afán de no invertir más tiempo de lo que merecen. El método que utilizo para que no me fastidien, es mientras las ejecuto, pensar en temas que me preocupan, haciendo disquisiciones, interrogarme sobre temas filosóficos o literarios, hablando en voz alta, la mayoría de las veces en completa soledad.

10: ¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

HPC: Sí creo que es una gran limitación, si uno está supeditado a conservarlo rigurosamente sobre el esplendor que debe primar en el acto libérrimo de la escritura. Atenerse a un estilo voluntariamente o impostado lo considero una desgracia, no te permite entrar en la creación plena, con esa libertad que es la única condición que debe primar. El estilo lo da el trabajo hecho a conciencia y sosteniendo la motivación que te impulsa a escribir. Es una labor diaria letra por letra, palabra por palabra, se va construyendo, por lógica que en el comienzo es difícil reconocerlo por el lector o uno mismo, puede acarrear intertextualidades a veces muy dañinas, y algunas otras muy felices. Pero con el andar del crecimiento de la obra se va perfilando, pienso.

11: ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

HPC: Mayor indignación, la hipocresía de la iglesia católica ante los abusos sexuales contra niños y niñas, practicados por sujetos de la iglesia. Y ante la hambruna del mundo. Los abusos sexuales de toda índole, el femicidio, los abusos de poder y toda injusticia en general.

Me despiertan un grado de violencia, la violencia ejercida contra los niños, las mujeres, contra los animales y contra cualquier ser indefenso.

Me hartan la ignorancia voluntaria, cuando existen los medios para anularla, y la estupidez humana; a esto traigo a colación lo que decía Albert Einstein: “Dos cosas son infinitas: la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo”.

12: ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

HPC: Cabalgatas de varios días a campo abierto, resereando con un zaino entre Buenos Aires y Entre Ríos o La Pampa, llevando tropilla de cabestro junto a otros muchachos amigos. Disfrutaba la libertad del viento pegándome en la cara, las charlas intrascendentes o no, hasta hacer noche en algún bosquecillo, alrededor de un fogón entre asado, ginebra y guitarras bien templadas.

Otra de las postales es una cabalgata de varios días en soledad, alternando entre el campo y la playa, desde Villa Gesell hasta Miramar. Durmiendo bajo las estrellas, leyendo y escribiendo algo así como un pequeño diario de viaje.

13: ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

HPC: En ninguno; ya tengo los míos, en parte inexplorados, como para andar perdiéndome en alguno ajeno. Sería como ponerme la ropa de un muerto, tratando de saber dónde están los bolsillos.

Y para la segunda, no deseo leerme como otro, la lectura en este caso, o verme dibujado o pintado no me seduce, perdería esa obra todo el encanto de lo desconocido. Porque en lo escrito como en lo dibujado si soy ese mismo que soy, al mismo tiempo me desvanecería como lector, o desaparecería como observador. Mataría al personaje de sólo leerlo u observarlo. Sería un suicidio. 

14: El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

HPC: El silencio, imprescindible.

La gravitación de los gestos, y la lectura del cuerpo agregaría, para la franca comunicación, insoslayable.

La oscuridad, el espejo donde miro al mío mismo.

Las sorpresas, necesarias para devolverme a la insoportable cotidianidad, o algo se desajustó.

La desolación, la permanencia de la duda, un gran vacío a veces.

El fervor, una estupidez.

La intemperancia, una patología.

“A la gravitación de los gestos, sobreviene el silencio, interrumpido por la sorpresa del estúpido fervor, cayendo en la intemperancia. Luego la desolación me sumerge en la oscuridad.”

15: ¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

HPC: Eugène Ionesco, Raúl Damonte Botana “Copi”, Francisco Gómez de Quevedo, Dalmiro Sáenz, Omar Vignole, Oliverio Girondo, Juan Filloy. 

16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...

HPC: Para la primera pregunta, las que conllevan rasgos absolutos me paralizan y las descarto. En cuanto a la segunda, las que contienen dudas: éstas ponen en funcionamiento el pensamiento, y en crisis el conocimiento, de ellas se aprende.

17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?

HPC: Todo esto es producto de las expectativas que ponemos en los demás, sin darnos cuenta ni analizar los límites que cada uno tiene al establecer la construcción de un vínculo con el otro.

Pienso que cada vínculo crece en cantidad y calidad a medida que se va cimentando por el conocimiento de la otra persona, o se quiebra o rompe si lo que percibo del otro no concuerda con mis valores humanos. Los vínculos tienen la característica, afirmaba Enrique Pichon-Riviere, de que se establecen desde diferentes niveles del aparato síquico, lo que me da para aventurar que puedo vincularme desde las zonas blancas, las grises o las negras de mi siquis con la del otro. Por eso cada vínculo es diferente a otro, no todos responden a la misma arquitectura, por eso valores y quereres van, a veces, contrapuestos, alineados, simétricos o asimétricos. No me perturba ni entristece, y lo resuelvo con toda la amplitud de criterio que me es posible. El error, tal vez, es tratar de cambiar al otro en función del vínculo imaginado o fantaseado con ese otro, ahí comienzan los conflictos.

18: ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?

HPC: El mundo es como es, en todo caso es inmundo, o sea impuro, pero tampoco se lo puede considerar así, el mundo hecho por el ser humano es idéntico y lleva la marca de su creador, el hombre. Que es un cúmulo de imperfecciones, por eso existe, y respira, de lo contrario no existiría; me llama a impostura pensar un mundo perfecto, acabado y encuadrado en leyes inviolables, es utópico. No hablo de la naturaleza, que si quieres vive por sus contradicciones, igual que el mundo creado por los humanos.

Considerarlo “Cambalache” remite más a una concepción o postura política que filosófica. Es no percibir que el mundo todo ahora sí, es parte de un “caos” y no de un “cosmos”. Uno en la antípoda del otro, desorden absoluto, que por ser absoluto es un orden perfecto, que equilibra por la operación de sus contradicciones contra un cosmos perfectamente equilibrado con una movilidad basada en la especulación racional, la antípoda vida–muerte, blanco-negro, no hay grises, y el mundo es gris.

El caos en perpetuo movimiento y el cosmos con un movimiento previsible, de acuerdo a ciertas leyes que el hombre tiene la intrepidez y soberbia de abordar con su enclenque aparato cognitivo de lógica racionalista. Contra la aventura del pensamiento planteada por los acontecimientos que le devela el caos cuando y como quiere.

Opino que Discépolo no es la excepción, y que muchos han podido y pueden afirmar eso, pero creo que está más remitido a la idea de la finitud de la vida y la angustia que le provoca a todo “bípedo implume” que transite por este “valle de lágrimas” que es la vida en este mundo. Y necesita asirse a un código o dogma u orden para no entrar en la desesperación de haber conceptualizado e introyectado el sentido de la finitud de la vida. No por nada tienen tantos clientes las religiones que prometen aviesamente y muchas veces con fines non santos, la vida después de la muerte.

19: Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?

HPC: El Mahatma Ghandi, Martin Luther King, Ernesto “Che” Guevara, Eva Duarte de Perón, Manuel Belgrano, Severino Di Giovanni, Antonio Gramsci.

20: ¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?

HPC: La aparición repentina de algo insospechado que rompa con toda lógica. Lo formalmente estipulado por las normas y costumbres sociales, quebrado en el afán de profundizar el acatamiento de su protocolo, o sea, “ser más papista que el Papa”. Los juegos de palabras transformando su sentido por el cambio de una letra, sus combinaciones.

21: ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

HPC: Los ideales son ideales, los veo como algo a futuro medio difícil de sostener en el tiempo e improbables de incorporar, entran en el terreno de lo inalcanzable y los dejo en una repisa a modo de un adorno más del mundo que me trasciende.

Las metas las construyo, son producto muy fuerte de mi deseo, y habiendo tomado cuenta del sitio y espacio que ocupan, consciente o inconscientemente las sostengo, tal vez con hechos coherentes o no, pero con la certeza de que nada tienen que ver con la auto exigencia o auto imposición, sino todo lo contrario, y es que la puesta en acto de la voluntad que las sostienen tenga identidad, respire y de alguna manera se materialice.

Es una construcción si quieres del mí mismo, y sus consecuencias. Esas metas que nacieron de mi deseo y mi voluntad, siempre he tratado que sean sin plazo prefijado, sino que fluya su concreción, que es el hito fundacional de cualquiera de ellas, y no al revés. Cuando comienzo a construirlas sólo tengo la voluntad, pero nada más, no tengo lo construido que es lo que deseo, necesito construirlo para que se materialice el hito fundacional, o sea, construyo para atrás, si quieres verlo así. Es como cuando los chamanes invocan a sus antepasados, invocan al pasado, para proyectarlo al futuro por su intermedio en el presente, pero el acto de invocación es, en realidad, para que se concrete en el futuro, ese futuro desde donde los antepasados lo escuchan y no desde el pasado. Depende entonces de la fortaleza de la voluntad que arriesgó y puso el chamán en la invocación, para que ésta se cumpla, y traiga al futuro, y lo sublime al pasado, ahí se realiza el acto fundacional.  

22: El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?

HPC: Con el amor, desbordado, aunque conservando cierta cautela.

Con la contemplación, adicto crónico.

Con el dinero, un desastre.

Con la religión, enemigo acérrimo.

Con la política, amante en permanente ida y retorno al lecho de los despropósitos, a pesar de que me costó un exilio no muy prolongado.

23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?

HPC: A todas aquellas que presumen de arte y son engendros deplorables, comercialmente inflados, y publicitando para ir deformando y no formando el espíritu estético del público. Tiene mucho que ver con aquello de “para contribuir a la confusión general” de Aldo Pellegrini. O todos aquellos espectáculos, muestras, filmes, que responden a algún fin político, y que, salvando honrosas excepciones, son verdaderos pastiches mediocres, que me producen una gran tristeza.

24: ¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?

HPC: Las calles y las zonas aledañas o de la periferia de mi barrio de Flores. Por supuesto que te estoy hablando de hace sesenta años atrás, ahora lo desconozco, ya no es ese mi barrio. Y el porqué, se me ocurre por las vivencias primeras de sus arboledas, sus casas que databan de la época de la colonia prácticamente, cuando Flores era el lugar de veraneo de mucha gente que venía desde las zonas aledañas al puerto. Ojo, esto me lo refería mi abuela, de cuando había calles de tierra. Lo que yo conocí eran casonas que habían quedado de aquella época, y las calles ya estaban adoquinadas, con adoquín de piedra y de quebracho. Mis viejos nacieron y vivieron en Flores casi toda su vida. La casa de mis abuelos paternos estaba en la calle Bogotá 3145, que siendo pibe la pude conocer por dentro, cuando ya la familia la había vendido hacía varios años. Esa fue una experiencia inenarrable, que llevo muy prendida en el zurdo, porque a pesar de haberse convertido en un hotel, estaba muy poco modificada, de acuerdo al relato de mi padre. La casa de mis abuelos maternos estaba enfrente, así se conocieron mis viejos, esa casa ya no existía cuando conocí la otra.

En este barrio nacieron muchas o casi todas las facetas de mi personalidad: la política, con unos vecinos anarquistas, otros comunistas y otros peronistas. La escritura, el dibujo, no así la pintura, que fue más tardía en aparecer, lo mismo que la escultura en madera y el grabado xilográfico. Ahí contraje los primeros amores, y las primeras decepciones producto de mi introversión y timidez. También mis primeros ataques de asma y, como contradicción, mi adicción al tabaco. Este barrio me marcó para siempre, a pesar de haberme ido de mi casa a trotamundear a los veinte años.

25: ¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

HPC: “De la ceremonia de las miniaturas, el bosque danza el sacrificio de la ciudad que se debate en el azar de su autenticidad ante la muerte. Infringe el necesario sufrimiento a las capitales del ocio, y su desajuste a la brevedad del pensamiento.”

26: “Donde mueren las palabras” es el título de un film de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?

HPC: Las palabras no mueren mientras exista un hablante o quede un registro escrito, cuando la especie humana no exista. Mueren las personas.

27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

HPC: Sí, ahora y hace ya años, cuando supe separar ideología de arte. Te doy como ejemplo a Jorge Luis Borges, Giuseppe Ungaretti, Salvatore Cuasimodo, Ezra Pound, Pablo Picasso, Richard Wagner.

28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?

HPC: A esa persona la considero un imbécil, soy muy estricto respecto de esto, así como lo soy para mí mismo. No voy, en un caso así, a reclamarle su promesa, por el contrario, no aludiré al hecho en ningún momento. Considero que la indiferencia es el mejor tratamiento del hecho, pero a esa persona le bajo el pulgar, estimo que el vínculo está herido de tal forma que no se puede reconstituir. Como decía mi padre, a esa persona “se le juega, pero no se le lleva....

29: No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

HPC: Napoleón Bonaparte, José de San Martín, Nikola Tesla, Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Srinivasa Aiyangar Ramanujan, Fidel Castro, Ernesto Guevara de la Serna, María Eva Duarte, Rosario Vera Peñaloza. 

30: ¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

HPC: Mis pasiones me pertenecen a partir de que mi conciencia crítica llegó a su adultez. Antes —soy honesto— intentaron dominarme y, a veces, lo lograron, aunque siempre puse una distancia prudente para minimizar las consecuencias.

De los entusiasmos, puedo decir que me acompañó la cautela; tratando de no ofender la susceptibilidad de tan distinguida dama, los pude controlar.

A unas las he distinguido después que los otros, y siempre estuvieron relacionados a la gravitación de los acontecimientos y sus características. Supe distinguir de los hechos su verdadera importancia, y de los acontecimientos la incidencia que gravitaban en los actos que me pertenecían. Hoy practico un escepticismo nocivo para algunos, pero de muy buen resultado terapéutico para mi vida, aunque no estoy exento de grandes broncas conmigo mismo en algún momento. Siempre he sido muy crítico de mí mismo.

 31: ¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?

HPC: A los mediocres, y los hay muchos. Es un tema de mercado editorial, hablando de literatura. Tal vez a Gabriel García Márquez, por sus “Cien años de soledad”, del ‘67, sin ser mediocre, aunque no deja de remedar al “Señor presidente” de Miguel Ángel Asturias, del año ‘46.

32: ¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?

HPC: Es un poema excelente, aunque no soy muy lector de Luisa Futoransky.

Cuando te contesté otra pregunta anterior, hablé sobre los vínculos que establecemos con el otro dentro de nuestra misma cultura y con el otro cultural.

El amor como cualquier otro vínculo, pero uno de los más relevantes, sino el más importante, por las connotaciones sociales que tiene, y como individuos.

Indudablemente es asimétrico, no creo ni conozco ningún vínculo amoroso entre dos personas que sea cien por ciento empático. El tema no es lineal, sino fluctuante, por eso es importante ver y comprender desde dónde nos enamoramos de alguien, qué nos enamora del otro, y qué no. Esto redunda en el mejor conocimiento del otro como beneficio secundario a tener muy en cuenta.

Pienso también que para que haya amor debe haber una tensión, y esa tensión se da por la misma asimetría, o sea que hay zonas de mayor fuerza que establece el vínculo en uno de los dos enamorados, y de menor potencia o fuerza en el otro; esa tensión asimétrica es la que permite una corriente de sentimientos y sensaciones que construyen y robustecen el vínculo en lugar de debilitarlo, aunque existan aspectos contrapuestos, éstos, creo, se equilibran justamente con el mayor grado de voluntad por el conocimiento del otro.

33: ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

HPC: El amanecer seguido de la franca mañana, para escribir. Es cuando tengo la cabeza limpia de cuestiones de la mediocridad cotidiana. La noche plena para apuntar ideas y pensamientos que voy a utilizar para escribir más adelante.

34: ¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?

HPC: Te voy a contestar con el inicio de un poema de mi último libro, “Relatos 3”, todavía en elaboración:


Diferencias filosóficas

Henri Cartier-Bresson discute con Zenón de Elea

Hume discrepa con Platón

Parménides está entusiasmado con Bergson

Descartes conversa con Telémaco pero discute con Sartre

Aristarco discrepa con Goethe

Nietzsche recrea la vanidad de la obsolescencia

Jung se putea con Foucault, y Freud

se la chupa.


Y la otra reunión cumbre que se me ocurre como fundante, sería:

Platón, Nicolás Maquiavelo y Giuseppe Tomasi di Lampedusa, diseñando el tratado o manual de “pensamiento, operatividad y ejecución para el gobernante perfecto”.


35: Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?

HPC: Un gambito de dama alterativo, muy complicado pero placentero.

 

 

*

 

Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de San Justo y Buenos Aires, distantes entre sí unos 27 kilómetros, Horacio Pérez del Cerro y Rolando Revagliatti.

 

    

 

 

domingo, 1 de agosto de 2021

«Acercar mi silla al rincón faulkneriano»

 

Gloria Arcuschin responde «En cuestión: un cuestionario» de Rolando Revagliatti


Gloria Arcuschin nació el 16 de septiembre de 1954 en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina, y reside en la ciudad de Haedo, provincia de Buenos Aires. Se desempeñó como maestra y bibliotecaria en instituciones públicas. Obtuvo en 2001 el título de Acompañante Terapéutico por la Universidad de Buenos Aires. Se formó en psicodrama con Eduardo Pavlovsky y en actuación teatral con Raúl Serrano. Condujo programas radiales. Fue coordinadora de talleres literarios, entre 2000 y 2017, en el área de Arte y Cultura de la Municipalidad de la ciudad de Morón. Durante 2018 y 2019 los dictó en el CUD Centro Universitario Devoto (Complejo Penitenciario Federal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Integrando el colectivo Red Arte Público participó con ponencias y otras presentaciones en Encuentros de Escritores Latinoamericanos y del Caribe por la Memoria, en Uruguay, Chile, Ecuador y México. El Honorable Consejo Deliberante de Morón aprueba por unanimidad, en 2014, la Declaración de Interés Municipal de tres novelas de su autoría, ilustradas por Federico Mañanes y presentadas en España (Madrid, Barcelona) y Argentina. Dos obras teatrales suyas fueron estrenadas: Señora Lucía (por si la guerra) y Raudamente ciclistas. Poemarios publicados: El árbol truncado, Canciones impunes / Ave del paraíso. Y en el género narrativa, la nouvelle Llovizna en Parque Lezama y las novelas Partidas (de naipes y otros amuletos), Libro de juegos (novela) y Cambio de lugar.




1: ¿Cuál fue tu primer acto de «creación», a qué edad, de qué se trataba?

GA: Mi primer acto de creación, que yo pueda recordar, está conectado ya, con la literaturaViviendo en un barrio del conurbano de Buenos aires, asistía junto a una amiguita a una escuela distante unas doce cuadras de mi casa; era un palacio para mí, un edificio de dos plantas, con escaleras de mármol, que databa de la época en la que un gobierno popular había dado gran importancia a los edificios escolares. Volviendo a mi primer acto creativo, yo tendría entre nueve y diez años: una mañana, acompañé a mi amiguita, quien vivía en la esquina, con la que hacíamos juntas las tareas del colegio, a unas clases de apoyo, maestra particular, como se llamaban a esas docentes que trabajaban desde su hogar dando clases a quienes tenían dificultades para obtener sus calificaciones necesarias para promocionar el grado. Esa docente hogareña, atendía a un grupo bastante numeroso, y justo esa mañana propuso un concurso literario; el primer premio sería por votación directa, y me preguntó el nombre, para que participara, y por si querían votarme. Casi todos los papelitos que fue abriendo tenían mi nombre. Y gané por un relato acerca de La Madre, mi primer premio, que consistía en una caja de bombones. Fui varias veces a reclamar a la casa de la maestra, hasta que llegó el esperado día, y volví como en un ensueño hacia mi casa, con ese cofrecito de cartulina con rosas estampadas y un cordoncito dorado, en las manos. Una ofrenda en un hogar, que, dada la ideología de mis padres, y los permanentes despidos laborales que sufrían, no permitía esos lujos. Esos bombones.

 2: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

GA: Con la lluvia, si es suave, me llevo muy bien, me conduce a un clima interior de dulce melancolía, protección de estar en interiores, y por la calle, una diversión. Si es tempestuosa, me angustia pensar en las inundaciones, y el sufrimiento de tanta gente. La imagen de casas inundadas me causa desazón. Las tormentas son otro tema, me provocan temor por el daño que puedan ocasionar: cierta vez, un pequeño tornado ciudadano afectó mi hogar, y me quedó una prevención. De pequeña, eran una amenaza. La sangre es belleza, es vida que nos habita, latidos. La sangre por heridas, es una imagen triste, siempre. Las contrariedades son situaciones para resolver, siempre y a pesar de todo; las detesto, pero movilizan, a veces, hacia buenos lugares; otras, no. 

3: «En este rincón» el romántico concepto de la «inspiración»; y «en este otro rincón», por ejemplo, William Faulkner y su «He oído hablar de ella, pero nunca la he visto». ¿Tus consideraciones? 

GA: Si la escritura literaria, me refiero a la ficcional, para deslindar de la teórica-científica, fuera una habitación, supongo que mi manera de trabajo de escritura, en la narrativa, sería la de acercar mi silla al rincón faulkneriano, gran maestro generacional, aunque no tan extremo, ya que siempre todo el desarrollo para mí, nacerá de un centro primigenio, una idea-imagen nodal, que tal vez lleve un soplo de inspiración. Amalgamada a una frase insignia: el título de la obra. En cambio, para mi escritura poética, arrimaría mi silla hacia el misterioso rincón inexplicable desde lo racional, de ese enigma llamado «inspiración» que implica, en mi caso, la escritura de poesía, atravesada sí, por la multiplicidad de cuestiones que atraviesan mi alma, donde no estará ausente lo social, los contextos, pero con un lenguaje que se me impone, desacatada y desordenadamente. 

4: ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

GA: Los artistas que me atraen más desde los avatares de vida que de obra, aunque, en realidad, también valoro de algunos, sus obras, serían: Felisberto Hernández (pero su obra me encanta), Soren Kierkegaard, Salvador Dalí, Horacio Quiroga (parte de su obra me interesa), Carl Jung. Muchos otros me atraen en vida y obra. 




5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
 
GA: «Quién ama la col, ama las hojitas de alrededor», «Si las cosas se hacen bien, salen bien», «El que llega tarde, llega más tarde», «No hay peor sordo que el que no quiere oír».
 

6: ¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

 GA: El jardín de las delicias de Jheronimus Bosch, La primavera de Sandro Botticelli, la obra completa de Francisco de Goya y Lucientes, la obra de Carlos Alonso, la de William Turner, la de Antonio Berni. La Fuente de las Nereidas, esa fuente monumental realizada en mármol blanco, de Lola Mora. La filmografía de Federico Fellini. La música de Mozart, el saxo de Coleman Hawkins, la voz de Mercedes Sosa, la de Carlos Gardel. La labor de la bailarina Maya Plisétskaya. La obra de Federico García Lorca, Pushkin, Chéjov. Rojo y negro de Stendhal, La divina comedia de Dante Alighieri, Rayuela de Julio Cortázar, Ulises de James Joyce, novela que me abrió las puertas a la libertad de experimentar con el lenguaje literario. Sin dudarlo, Los siete locos y Los lanzallamas, de mi admirado Roberto Arlt, quien me abrió las puertas a la utilización de los conflictos y el lenguaje de los argentinos, para la narrativa.


7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

GA: Yo había escrito un unipersonal teatral para el gran actor Walter Soubrié (además, destacado actor brechtiano), quien, opino, era un gran personaje. Nos avisa, a mí como autora y al elegido director, que a tal hora debíamos estar en la puerta del edificio en el cual, según él, vivía el empresario que pondría el dinero para la producción de la obra. Allí estuvimos. Impresionante piso en barrio exclusivo, inmenso living, personal de servicio con uniforme nos servía té o café con masitas, y el empresario no aparecía. Luego de una hora y media llega agotado de sus tareas, se toma tiempo para cambiarse, se sienta en un imponente sofá. Walter se sienta, casi arrodillado, a su costado y comienza a contarle el proyecto. Lo increíble es que así comenzaba la obra, Walter la estaba representando en la vida real. El tipo, indiferente, considera que era muy inseguro todo eso y nos despide. El director y yo, casi caemos desmayados de risa en la puerta del lujoso edificio. Walter nos miraba atónito, y más nos reíamos Justo, el director, y yo.


8: ¿Qué te promueve la noción de «posteridad»?

GA: Mi escritura, mis libros editados y presentados, esa es la finalidad, que alguna mano los rescate y me rescate del olvido. Mis tres hijos y sus hijos. Tocar una piedra de la Muralla Romana de Barcelona.


 9: «¿La rutina te aplasta»? ¿Qué rutinas te aplastan?

GA: Pagar las boletas, ir al banco por trámites, detesto llenar formularios. Por lo demás, las tareas de la vida, me parecen bastante divertidas. Nunca me aburro. Resolver problemas relacionados a la tecnología, entendida como rutina de mantenimiento, me abruma.

 

10: ¿Para vos, «Un estilo perfecto es una limitación perfecta», ¿como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: «…un estilo es una manera y un amaneramiento».

GA: Cada escritura, sea cual fuere, es un estilo; qué estilo se utiliza, o elige, eso ya es otro tema. No creo que haya un no-estilo. Imitar, es un estilo; plagiar, es un estilo. Intentar una forma de vanguardia experimental, lo es también, así como mantener formas clásicas, alternando con formas más contemporáneas. Incluir lo social, o no. Habría que ver a qué se llama «estilo perfecto», tal vez a una corrección enfermiza que lleva a una escritura desértica y fría. Soy ecléctica en lo que se fue cristalizando como mi probable estilo, que suele ser un cristal biselado, con variaciones. Lo veo más cerca, para mí, de «un estilo es una manera». Pero, a mi manera, por supuesto, soy una persona muy caprichosa, y me gusta cumplirlos.

 

11: ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

GA: Me produce una gran indignación cualquier forma de injusticia social, hacia individuos, niños, marginados, desposeídos, desprecio racial, hacia grupos poblacionales, hacia mi persona.

Me despierta algún grado de violencia el crimen institucional, desde el Estado, quien tiene la misión de proteger, violencia que de ninguna manera ejercería en forma física, ni como venganza. Una violencia dentro de mi ser, que me hace daño y debo elaborar desde los pensamientos, o expresándolos.

Los sucesos que me hartan instantáneamente son aquéllos alrededor de la incomprensión, cuando te discuten mezclando todos los niveles, y repiten como mensajes grabados frases sacadas de los medios de comunicación, para dirigir y digerir la opinión pública; cuando te rebotan un trámite y no te explican por qué; y de la gente que discute violentamente me retiro pronto: me cansa, agota y harta.

 


12: ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

GA: Vacaciones de familia, con papá manejando el Chevrolet 34 de Luxe. En carpa, con living y todo, mamá con su cocina, aromas entre los médanos. Mi hermanita de diez años. Y el mar de Ostende, costa Atlántica de la provincia de Buenos Aires, con su extensa explanada de arena finita.


 13: ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

GA: Me agradaría encontrarme en esos cuadros de Edgar Degas, Claude Monet, Édouard Manet, con esos vestidos tan bellos, y cuando el aire y la luz y el agua con sus reflejos y los barquitos y los nenúfares y la gente ríe y hay chocar de copas, cuando todo parece una danza donde la vida se convoca. Me encantaría que Sandro Botticelli remplazara el personaje central del cuadro mágico La Primavera, por mi imagen en su lugar, llegando y repartiendo los hermosos dones y frutos de la tierra.

También, que algún compositor musical del que yo ame su obra, como Vinicius de Moraes, o Gustavo Cerati, o Alfredo Zitarrosa, o Jaime Roos, me hubieran dedicado una canción especial para mí, con letra y música, ¡y que esa canción lleve mi nombre, claro! Me hubiera gustado que el genial Gustave Flaubert me incluyera en Madame Bovary, como amiga de ella, y poder salvarla, sacarla de su foso oscuro, de su trampa, y liberarla. Suelo tender a meterme en cosas complicadas.

 

14: El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

GA: El silencio: detesto a las personas que, como forma de ejercer poder en las relaciones, se manejan con el silencio. Lo ominoso. El silencio del primer sorbo de desayuno, reencuentro conmigo. La gravitación de los gestos: quedan en mi memoria aquellos gestos de amor, de cercanía, y los guardo en mí. La oscuridad: el terror nocturno, en mi niñez y pre-adolescencia, lo fantasmal. Las sorpresas: si traen malas nuevas, odiosas, golpes de la vida; si son buenas nuevas, lógicamente, bienvenidas. La desolación: pérdida de seres queridos, la pobreza de las gentes. El fervor: ser fiel a la ideología y a la mística individual que nos guía. Coherencia siempre. La intemperancia: una mala conducta, dañina. El sentido o criterio para recomponer lo dicho: Valorar y cuidar ese silencio interno que nos pacifica y reordena nuestros sentimientos. Disipar los fantasmas y lo ominoso, contando con nuestra congruencia de postura frente a la vida. Evitar la desolación, con la gente, lo grupal como lema.

 

15: ¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

GA: Pintores (y vuelvo a citar): Francisco de Goya y Lucientes, Carlos Alonso, Antonio Berni. Directores de cine: Mario Monicelli, Federico Fellini, Leonardo Favio. Escritores: Antón Chéjov, Roberto Arlt, Sara Gallardo, Jack Kerouac, Oliverio Girondo, Raúl González Tuñón, Virginia Woolf, J. D. Salinger, Leonard Cohen, Boris Vian.


16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...

GA: No aprecio las apreciaciones que vienen con etiqueta de «soy inamovible y traigo la verdad». En general, prefiero a la gente «imprecisa», inclinada a una actitud de vida más zen, buscando más preguntas sabias que respuestas mediocres. Prefiero las imprecisiones de la creación literaria, tanto en narrativa como en dramaturgia o poesía. Y aquellas acerca de las cuestiones sentimentales: abrir el juego a múltiples interpretaciones, enriquece.

 

17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo lo resolvés?

GA: Ya en mi adolescencia advertí una cierta tendencia a querer y establecer amistades con personas turbulentas, con personas un tanto tortuosas, de las cuáles es difícil descifrar si realmente te quieren o se produce una inestabilidad a su lado. Que no juzgaría como positivas o valorables. Sí me perturbaba, complicaba y muchas veces entristecía, al sentirme defraudada. La psicoterapia y las experiencias hicieron lo suyo, como manera de resolverlo, y creo que fui orientando mis sentimientos de formas más armónicas, hacia direcciones donde combinen mejor lo valorado de las personas y mis sentimientos hacia ellas.

 


18: ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango Cambalache?

GA: Sí, indubitablemente el mundo fue, es y será una porquería, observando lo visto y sus calamidades e injusticias. La mala distribución de riquezas y malas planificaciones a futuro. Pero amo la vida y cierta gente, los paisajes, y cada gotita de agua, cada brizna de pasto.

 

19: Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?

GA: Por ejemplo, los escritores Federico García Lorca, Javier Villafañe (también titiritero), Alfonsina Storni, James Joyce. La escultora Lola Mora. El líder político Nelson Mandela, el líder revolucionario, estadista del pueblo ruso Vladímir Lenin. La luchadora y feminista Ángela Davis. El libertador de América José de San Martín. Sigmund Freud, el creador del psicoanálisis. El compositor Wolfgang Amadeus Mozart. El cantor Carlos Gardel.

 

20: ¿Qué te hace «reír a mandíbula batiente»?

GA: Situaciones fuera de lugar en ámbitos inapropiados. Y chistes bien contados, sin groserías. Cosas que me pueden parecer ridículas. Los Tres Chiflados, cierto humor tonto, o Niní Marshall, con sus juegos de lenguaje popular.

 

21: ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

GA: Con pena, rabia, impotencia, sensación de haber fracasado. Y el constante reproche por ser una persona que no hago lo necesario para difundir mi literatura, que tanto trabajo me tomo en realizar, y después pareciera que me boicoteo. Pero me repongo pronto, y me adapto al logro conseguido, con bastante serenidad, y algo de alegría, pensando: «Seguramente hasta aquí, es adonde querías o podías llegar, veremos qué pasa más adelante». Porque yo me hablo mucho, soy una persona que dialoga mucho consigo, me digo tantas cosas.

 

22: El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?

GA: El amor fue una especie de montaña rusa, nunca mejor dicho, dado mi origen, con cuatro abuelos rusos. Tuve matrimonios largos, y tres hijos muy bellos. Pero hubo separaciones, con el dolor y la inestabilidad que ello implica, también aprendizajes y crecimiento. El amor es un misterio que no comprendo.

La contemplación, la asocio con algunas prácticas orientales que realizo, no regularmente, y que me enseñaron a contemplar sin encender todo el tiempo la máquina de pensar; ver el mundo, me gustó siempre, soy detallista.

El dinero, fue en mi vida, el trabajo; la docencia en escuelas públicas y la docencia literaria fueron la base de mi economía personal, sencilla, pero suficiente. En épocas muy juveniles soñaba con algo mágico que me aportara mucho dinero, para ser muy feliz, pero no se dio, o no me interesó.

En cuanto a la religión, fui educada en el ateísmo, pero las grandes pérdidas afectivas a las que me enfrentó la vida, sumado a una fuerte tendencia a la ensoñación, me llevaron a acercarme a ciertas formas no institucionalizadas, pero cercanas a lo religioso, a mis raíces judías, en el recuerdo de mi abuelita Fanny, haciendo su shabat, encendiendo sus velas, tan bellas y serenas. Fue un ir buscando una manera de protección y consuelo y envolvimiento. Algo tenue. Prendo mis velas, en mágico ritual. Como institución, digamos, la religión, tiene grandes y severos problemas a resolver.

La política debiera ser una forma de traer felicidad a este mundo, pero no lo es. Puse mis sueños, mi tiempo y esperanzas, que no se realizaron, aunque acompaño, desde mi lugar, las propuestas que me parecen mejor para el bienestar del pueblo; es la única herramienta, muy imperfecta, pero es la manera de vivir en sociedad.

 

23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de «insufribles»?

GA: No me gustan las comedias musicales, de teatro comercial, ni en cine. Películas demasiado lentas, sin que se justifique por la trama: insufribles. Algunas creaciones visuales de arte contemporáneo que intentan ser minimalistas, o irónicas, casi al borde del chiste, con muy poquísimo trabajo, tampoco me conmueven. Producciones literarias, como microrrelatos, que no me parecen tales, sino juegos de ingenio con palabras, también al borde del chiste, o poemas que no juegan con el lenguaje poético y son «decires» de algunas ideas, o lugares comunes. Pero creo que hay propuestas para todos, después se va viendo, o cada cual elige aquello que le agrada o conmueve. Nunca diría, tal cosa no se debe hacer, salvo las películas insufriblemente lentas, claro.

 


24: ¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?

GA: Las pequeñas barrancas con pasto prolijamente cortado que bordeaban la Avenida General Paz, esa línea divisoria entre la provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Allí, a una cuadra, fue mi primer barrio, y papá y mamá llevaban mate y rodábamos las niñas por las pendientes. Papá daba clases de equilibrio sobre los troncos de una especie de cerca, donde también nos sentábamos a ver los autos pasar: avenida Francisco Beiró y la General Paz.

El paseo «al Centro» de nuestra Capital Federal (como antes se denominaba) desde la ciudad de Haedo, con recorrido por la avenida Corrientes (por entonces, «la calle que nunca duerme», recordarás), viendo todas las vidrieras, toda la familia, con sus mejores galas.

 

25: ¿Cómo reordenarías esta serie?: La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

GA: Aquí nadie muere, nunca. No hay sufrimiento, porque nadie debe hacer sacrificios, aquí se comen los manjares naturales que se ofrecen, aquí se goza y se murmuran las palabras primigenias. No se piensa, el azar va presentando los sitios donde sentarse a mirar los ríos transparentes. Hasta que la ceremonia en el bosque de árboles sutiles indica que los cuerpos sinuosos, harán el amor. La autenticidad del deseo está en los cuerpos. Y la ciudad de la felicidad total, cae en su mayor, único final y fatal desajuste. El paraíso llega a su fin, comienza un mundo de miniaturas reales, la infancia, ella ahora lo sabe, ha terminado.

 

26: Donde mueren las palabras es el título de un film de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?

GA: Donde nace el poema, o la «otra» palabra. Donde nace el amor, la perplejidad de sentir. En la angustia.

 

27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

GA: Siempre me produjo una controversia interior el tema de los escritores, en especial, o artistas, en general, cuando su obra me resulta muy valiosa, en cuanto a forma y contenido, pero su ideología, es totalmente contraria a mi forma de pensar, a mi ideología. Hace años, denostaba directamente todo, autor y obra. Con el tiempo y las lecturas, me fui encontrando con los escritores Felisberto Hernández, Pierre Drieu La Rochelle, Louis-Ferdinand Céline, Ezra Pound, el filósofo Martin Heidegger, el ensayista Carl Gustav Jung, por nombrar algunos de clarísima y confesa, en varios de ellos, filiación e inclusive afiliación a la ideología nazi, simpatizantes del nazismo. Pero me gustaban sus obras (salvo en el caso de Martin Heidegger, que me parece enredada y oscura su escritura filosófica, y tampoco me conmueven sus conceptos, aunque tanto lo admiren y glorifiquen unos cuantos catedráticos). Viaje al fin de la noche de Céline, me parece una novela formidable, no al nivel, por ejemplo, de Sin novedad en el frente de Erich Maria Remarque, pero muy buena escritura. El caballo perdido, Nadie encendía las lámparas, Tierras de la memoria de Felisberto Hernández, a quien rescata Cortázar del olvido, son una maravilla de narrativa original. Llegué a la conclusión de que lo mejor era, de ninguna manera disculpar sus conductas humanas, puesto que como personas me parecen despreciables, y no los disculpo por escribir bien, como sí lo hacen muchos colegas y publicaciones que he leído, o escuchado en declaraciones. Pero valoro las obras, en sí, como obras de arte, punto. La entrevista de Pier Paolo Pasolini a Ezra Pound me produce una gran perplejidad, no puedo entenderla: con gusto Pound lo hubiera visto a Pasolini en un campo de concentración, por homosexual y comunista. Irrealidad me crean esas cosas. Hace poco tiempo, para un aniversario de Ezra Pound, poeta bastante bueno y mentor de muchos poetas del siglo veinte, vi con tristeza y pesimismo cómo sitios de internet, lo elogiaban, intentando disculpar su ideología nazi, y criticando el castigo recibido en juicio, a una celda muy pequeña, y esas cosas. Aprendí a convivir, separando artista y obra, obras en las cuales no se propicie el horror de esa ideología que causó y sigue causando el infierno en la tierra. Lo mismo cabe para algunos escritores como Mario Vargas Llosa: valoro su narrativa, hasta en algunos de sus libros, antimilitarista, pero cuando lo escucho hablar de cuestiones sociales y políticas, eso es harina de otro costal.

 

28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?

GA: Me cae muy mal la gente que «no responde», tomo esto, su silencio, como conductas del orden de lo perverso u ominoso, considero que es una manera de dominio y de crueldad, un ejercicio de poder sobre las otras personas. El silencio como quita, como castigo. Me cae muy mal y me aparto para siempre, porque queda en medio algo sin resolución, un pendiente. No me decepcionan, me molestan los juegos del gato y el ratón. No termino de comprenderlas, y me agotan.


 

29: No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

GA: Médicos, enfermeros, docentes, todo el personal que está al frente de una nave, un avión, un tren, seres que enfrentan grandes responsabilidades, y el destino de muchas vidas. A los trabajadores y trabajadoras. A los abogados de Derechos Humanos, gente que da su tiempo en beneficio de los demás, a los que atienden comedores comunitarios.

 

30: ¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

GA: Soy de mis pasiones y puedo manejar mis entusiasmos.

 

31: ¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?

GA: El bailarín Maximiliano Guerra, los escritores Jorge Luis Borges y Leopoldo Lugones, el pintor Salvador Dalí. Afloran estos nombres como «alabados desmesuradamente» en mi criterio, según la valía que, de todas formas, está presente en estos artistas. Pero tengo una larga lista, considerando que el marketing, o la publicidad, digamos, a partir del Siglo XX, en el que el arte comienza  a ser socio de la industrialización y seriación del arte de masas, para ir cada vez más apoderándose del arte «de autor», acorralándolo, y dando valor a productos comerciales, que se le refriegan tanto por la cara a los pueblos, que terminan por imponerse, gracias a un discurso en el que se nos presentan verdaderos bodrios, muchos, meras imitaciones del arte de artistas, como algo grandioso, y miente, miente, que algo quedará. Creo que por sobrevaluaciones y creaciones ficticias de artistas supuestamente «geniales», el arte se ha ido degradando fuertemente. Igual, siempre sigue viviendo el trabajo artístico profundo y con fundamentos técnicos y teóricos, aunque se despliegue en los márgenes.

 

32: ¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, «El amor, asimétrico por naturaleza», tal como leemos en el poema Cielito lindo de Luisa Futoransky?

GA: Creo que el amor es cuando sucede. Valoro el poema que mencionás, como poema, pero no podría suscribir o acordar con ninguna definición de este sentimiento humano. Tal vez, cada una sea un aspecto que puede conformarlo. Me parece que nos movemos entre demasiadas definiciones y carteles con frases que intentan darnos seguridad sobre las cuestiones a las que debemos enfrentarnos en nuestras vidas. Como un recetario con instrucciones, si te pasa tal cosa, hacé tal otra y serás feliz. Hay en las redes virtuales, tan presentes en nuestras vidas, cataratas de conceptos enlatados, muchos sobre el amor y qué hacer con él. Los carteles con frases, o el intento de definir, me parece que anulan, limitan mucho la capacidad de movilizar pensamientos y poder decir lo propio. Para mí, el amor, por ejemplo, es algo que cuando puedo o pude sentir, Eros se presenta luminoso, y derrota al oscuro y sigiloso Tánatos. También lo veo como un sentimiento con un centro persistente y una manera de pasar al acto, que fue mutando a través del tiempo. Pero me declaro bastante inimputable al respecto de este tema. A través de la escritura, le voy buscando algunos sentidos.

 

33: ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

GA: La noche plena, junto a la madrugada. Sin dudas. En el mar, el crepúsculo vespertino, con el mate en la mano.

 

34: ¿Qué dos o tres o cuatro «reuniones cumbres» integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?

GA: a) Carlos Alonso, Pablo Picasso, Pablo Neruda, Pablo Casals, Enrique Molina, Joan Miró.

b) Boris Vian, James Joyce, Dante, Homero, Francisco Madariaga, Edgar Bayley.

c) Marcello Mastroianni, Federico Fellini, Ingmar Bergman, Dino Buzzati, Stendhal, Honoré de Balzac.

d) Marcel Proust, Oswaldo Guayasamín, Frida Kahlo, Diego Rivera, Roberto Arlt, César Vallejo, Alejo Carpentier.

 

35: Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?

GA: Cuidando a la Dama, estoy plenamente dedicada a planear movidas y estrategias para defender siempre, en todo momento, a la Dama.

 

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Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de Haedo y Buenos Aires, distantes entre sí unos 30 kilómetros, Gloria Arcuschin y Rolando Revagliatti.

 

http://www.revagliatti.com/031103_esposito.html

 

http://www.revagliatti.com/031103.html