Por Omar Villasana
Mentiría si dijera que no me importaba que había sido de su vida, lo cierto es que el tiempo y la distancia que nos impusimos de forma semivoluntaria pesaba más que el deseo de remover ceniza.
También es verdad que cuando por casualidad vi su foto etiquetada en la web donde su rostro dibujaba una triste resignación sentí una mezquina satisfacción. Ese estúpido consuelo de pensar que no solamente yo la pasaba mal, que quizás en ese instante en que la cámara la captó con la guardia baja por su mente cruzaba mi recuerdo y por ende ella no era del todo feliz.
Cristina siempre fue el tipo de mujer que no necesitaba a nadie a su lado para ser exitosa y mi mayor temor era que tampoco requiriera a nadie a su lado para ser feliz. Toda actividad que emprendía la hacía con pasión, sin miramientos como si la vida se le fuera en ello y en el fondo eso siempre me causaba un poco de envidia y celos. Yo siempre buscaba tener una ruta trazada un plan que me llevara sin rasguños y con éxito del punto A al B.
Era cuestión de tiempo que nuestra ruptura sucediera pero yo precipité las cosas para que no fuese ella la que decidiera dejarme.
Volví a ver la foto en la que aparecía con Él a su lado, la verdad es que nada podía adivinarse en su gesto o su mirada que pudiera darme consuelo, lo único cierto que podía deducir de esa imagen era saber que su felicidad no llevaba escrita mi nombre.