Por Camilo Valverde-Mudarra y Carrillo
El científico británico Stephen Hawking afirma en un nuevo libro que todo indica que el Universo es una realidad autocontenida en la que nada exterior pudo influir nunca, ni siquiera para elegir sus leyes. Dios no habría tenido ni la oportunidad de hacerle andar; la física moderna no deja lugar a la existencia de un Dios Creador del Universo. Como el darwinismo eliminó la necesidad de un creador en el campo de la biología, así, el astrofísico afirma, que las nuevas teorías científicas hacen redundante el papel de un creador del Universo; es probable que existan no sólo otros planetas, sino también otros universos, es decir un multiuniverso. El mismo Big Bang, la gran explosión en el origen del mundo -añade-, fue consecuencia inevitable de las leyes de la física.
Con lo cual, Hawking se desdice hoy de aquellas ideas expresadas en su obra ‘Una Breve Historia del Tiempo’, en la que sugería que no había incompatibilidad entre la existencia de un Dios Creador y la comprensión científica del universo; y rechaza la hipótesis de Isaac Newton, que expresa: “El Universo no puede haber surgido del caos gracias sólo a las leyes de la naturaleza, sino que tuvo que haber intervenido Dios en su creación”. (www.elmundo.es). Hawking piensa que habrá que buscarle otra explicación, porque Dios no sólo no aporta nada para entender el Universo, sino que parece que el mismo Universo le impide encajar en él. Quizá la respuesta esté en el Multiuniverso, la infinita espuma de los universos haciendo, ciegamente, que exista todo lo que es posible que exista.
Así pues, si el Universo es “una realidad autocontenida” y “redundante el papel de un creador”, quiere decir que el Universo o Multiuniverso es la divinidad, porque Dios es “el que es”: Yahvé, en hebreo, el Ser Supremo, que origina toda la Creación, incluido su desarrollo evolutivo, con un sólo acto de su voluntad, con un “fiat” = hágase. Ahora bien, no se sabe qué es eso de “la espuma infimita que obra ciegamente”, pues la misma estructura tan regulada del universo y todas las equilibradas leyes que rigen los astros y los seres vivos niegan la idea de esa “espuma que obra ciega”, esa ceguera no es admisible racionalmente.
La ciencia no se contrapone a la religión y viceversa; la ciencia no puede ir, directamente, ni a favor, ni en contra de la existencia de Dios. Sin embargo, es necesario ¬no confundir la ciencia con los científi¬cos, que cuando opinan, fuera de su parcela, pueden dejarse llevar por sus prejuicios e intereses personales. Si no se puede dar una explicación racional de la existencia de Dios, tampoco se puede demostrar su inexistencia; y es que la inexistencia, sin más, no se puede probar. Hay científicos que no creen en Dios, bien, por desconocer las razones y argumentos principales que ofrece la religión sobre las cuestiones reales que ellos defienden; o bien, por causas o hechos perso¬nales que les impiden la fe y los separa de Dios. Es manifiesto que no hay nin¬guna verdad científica que se oponga a la existencia de Dios, en caso de que existieran motivos cien¬tíficos de ello, no habría ningún hombre de ciencia creyente; y, ciertamente, son muchos los grandes científicos que tienen fe, que creen en Dios.
Albert Einstein, autor de la Teoría de la Relatividad , dijo que la religión sin la ciencia estaría ciega, y la ciencia sin la religión iría coja. Von Braun, el cerebro director de la NASA , que propulsó al primer hombre a la luna, era creyente y así, decía, que cuanto más conocemos la naturaleza, más razones nuevas encontramos para asom¬brarnos de la creación divina. Heisenberger, premio Nóbel de Físi¬ca y un científico de los más grandes del siglo XX, habla de Dios como autor del cos¬mos.
Aristóteles, paradigma central de la cultura mediterránea, considera que Dios es el “Primer Motor Inmóvil”, en su obra central, Metafísica XII. Desde San Anselmo en la Edad Media hasta el s. XVIII, la razón ha creído ser capaz de demostrar la existencia de Dios. Para Spinoza y sus seguidores (entre ellos, Einstein) el vocablo «Dios», en sentido filosófico, viene a significar, aproximadamente, la sustancia o principio esencial de la Naturaleza ; “sustancia, noúmeno, o esencia”, le llama Kant. Santo Tomás de Aquino propuso el argumento puramente racional de las cinco vías para descubrir la existencia de Dios como causa primera de todo lo creado y ordenador del Universo. Es el mismo sentido que apunta el Apóstol en Rom 1,20: Lo invisible de Dios se hace comprensible y visible por lo creado.
Frente a la Escolástica , Kant, a quien siguen los agnósticos, dice que Dios es el Ser más allá de lo físico que mantiene la unión de lo real con lo ideal; para Kant, la única demostración apriorística aceptada desde el punto de vista de la lógica es que no se puede negar la posibilidad de la existencia de Dios; el fundamento de la posibilidad puede ser Dios como Ser Único, Inmutable, Eterno y Espiritual.
Hasta ahora, no se ha encontrado ningún científico de renombre que defienda un Universo auto-creado. El físico, George Davis, escribió: “Ninguna cosa material puede crearse a sí misma” y añadía: “El Universo es la creación, no el creador, el Universo es un efecto y requiere una causa adecuada que le anteceda. Nada sin-causa existe; la idea de que las leyes del Universo hayan sido provistas “por accidente” sería tan descartable como ridícula” (1958, p. 71). Por su parte, R. C. Sproul en “Not A Chance” (No Una Casualidad), observó: “La filosofía tradicional abogaba por la existencia de Dios sobre el fundamento de la ley de la causalidad. El argumento cosmológico propugnó la presencia de un creador del cosmos, que no puede ser fruto de la casualidad. Él demandaba una razón suficiente para un mundo real” (1994, p. 169, énfasis en original). El ateo Richard Dawkins admitió a disgusto: “Cuánto más improbable es estadísticamente una cosa, menos podemos creer que sólo pase por casualidad ciega. Superficialmente, la alternativa obvia para la casualidad es un Diseñador Inteligente; la improbabilidad estadística de que el Universo “exista por casualidad” es asombrosa.” (1982, 94:130, énfasis añadido).
Así pues, creyente o ateo, el buen científico conoce los límites de su ciencia y que sus opiniones sobre las cosas espiritua¬les tienen el mimo valor que las de los demás mortales; en realidad, el pensamiento de Hawking comporta el viejo error de intentar reducirlo todo a la veracidad de la materia. Pero, hay otras muchas realidades humanas que no son materia¬les: una sensación, una afección, un deseo, un recuerdo, la amistad, el odio... y son tan reales y tangibles como el día o la noche, aunque no se puedan examinar en un laboratorio; no se puede calibrar el peso o el color de un pensamiento, de una volición, o una duda; el mé¬todo científico: el medir y cuantificarlo todo, no llega a abarcar toda la realidad, ni sirve para captar otras certidumbres, como la emoción de un poema, la sonrisa de un niño, el calor de una mirada, la sensación de rechazo o de estima. La ciencia no tiene poder ni lo tendrá jamás para argumentar y explicarlo todo.
La religión, siquiera como guía y freno de la conducta, es precisa; Dios es necesario en la vida del hombre. Así decía Sé¬neca: “Bonus vir sine Deo nemo est”, no hay hombre bueno sin la fe en Dios. Tener fe es un don gratuito; estar en la proximidad de Dios requiere contar con ciertas capacidades: emotividad, afección, sencillez, afinidad; hay que acercarse, asemejarse y sentirse un poco de su ser. Decía el gran poeta latino, Virgilio, que ha de “hacerse deiforme y bello, el que quiera ver el rostro de Dios y la be¬lleza".
La fe, sin fanatismo, no perjudica, no molesta a nadie; y, en definitiva, puede
traer la salvación; así lo dice Jesucristo: “En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene la Vida Eterna ” (Jn 6,47).
NOTA BIBLIOGRÁFICA:
Aristóteles: Metafísica XII, su obra central
Asimov, Isaac (1975), Guide to Science (London; Pelican Books).
Bill Durbin, Christianity Today, August 6.
Davis, George (1958), “Scientific Revelations Point to a God,” The Evidence of God in an Expanding Universe, ed. John C. Monsma (New York: G.P. Putnam’s Sons).
Dawkins, Richard (1982), “The Necessity of Darwinism,” New Scientist, 94:130-132, April 15.
Geisler, Norman L. (1976), Christian Apologetics (Grand Rapids, MI:Baker).
Hawking, Stephen W. (1988), A Brief History of Time (New York: Bantam).
Kant libro “Crítica de la razón práctica” publicado en 1788
Morris, Henry M. (1974), Scientific Creationism (San Diego, CA: Creation-Life Publishers).
Sproul, R.C. (1994), Not A Chance (Grand Rapids, MI: Baker).
Weissmahr, B., Teología natural, Barcelona 1986.
Welte, S. Filosofía de la religión, Barcelona 1982.