Por Amílcar Barca
“No quiero escribir de ti. Por eso no escribo. Hace días, semanas que no escribo”. Así empieza Ojo de pez, uno de los treinta y siete relatos que contiene y que da nombre al libro, observando desde una perspectiva de ciento ochenta grados el recuerdo ácido y resentido de una mujer hacia un hombre que… “como una enfermedad se sitúa en su cráneo…y va a las naúseas de una taza de café ” en su búsqueda. Proveniente del campo del arte donde aún ejerce como creadora visual en Miami, Susana Della Latta, (Buenos Aires, 1955) es de estas mujeres que aún tintan sus manos con el color y la suciedad unidas, en una misma escritura llena de sorpresas, dolor, cotidianeidad, pánico blanco, picaresca y alguna carcajada interminable.
Empecé a leer el libro por sus páginas finales una mañana soleada camino al aeropuerto de Barcelona, y me encontré con Buenas noches, un alegórico microrrelato que bajo la metáfora de la caja de Pandora, refiere el sujeto poético al de Edipo con la madre. Una manera inteligente de finalizar un libro al hacernos recordar que somos, en el fondo, lo que el lenguaje materno nos lega.
Los matices obscenos se alternan con diálogos aparentemente de colegio de niñas en Sesión, un humilde cuento erótico con la perversión más polimorfa e infantil que diría el difunto Sigmund, que con el esquema llano de “pregúntame que te contesto”, crea una seriación de sumo interés libidinal sobre el efecto de la mirada en el cuerpo del otro.
En una historia de estructura clásica con un comienzo parecido al de los chistes que dicen “ había una vez un ruso, un chino y un argentino…” , Susana gira la dirección y acaba la historia en Sarasota con un tal Mr. Davies, fornicando con la misma intención que lo hiciera el título al cual se refiere: Rutinas. La ridiculización típica final de estas historias, se rompe al omitir al “gallego”, argentino o cubano de turno, por la delicia del triunfo real de un acostumbrado perdedor y a menudo motivo de mofa por su carácter infantil en las pequeñas historias de burla: un americano.
Pero hay un cuento que es francamente malo. Malo el título Concierto porque en vez de notas hay ruido. Y malo su planteamiento: una historia que no va a ninguna parte; un diálogo de sordos; una duración excesivamente extensa, a pesar de sus quince líneas…
( ..señor Amílcar Barca, haga el favor de comportarse, no es adecuado ni oportuno lo que ud. está haciendo. No olvide que estamos en Miami. A nadie le gusta que le pongan la daga al final del comentario… you should be politically correct). Como dije al principio del párrafo, y a pesar que la conciencia me hable a las cuatro de la mañana -hora que escribo este final- Concierto es “deliberadamente” malo. Y ésta es la gracia de esta historia: la voluntad de hacerlo así y mostrarlo así. Una manera de evocar a conciencia lo absurdo y lo nimio de lo real. Una perorata entre dos que, confirmo, es común entre ciertos humanos. Y que además, me sirve para cerrar esta reseña crítica con las últimas líneas del texto … “por eso tienes que decir algo. Podría no decir, decir que no diré nada. Dilo. Nada”
Mucho es poco para recomendar el libro y felicitar a la editorial Silueta y a su autora por su elección y puesta en escena el junio pasado en la pequeña Habana. Ojo de pez les permitirá atisbar tanto el fondo como los acantilados de una mujer que se sumerge en el inconsciente colectivo a través de una variabilidad de temas y con diferentes arquitecturas a la hora de construir su discurso. El ojo de este animal acuático ve a derecha e izquierda de nuestra conciencia...seguro que en este momento nos estará observando. No sea que nos pongamos viejos y nos pase como al personaje del primer cuento que inaugura el libro Noticia y en nuestra huida a ninguna parte, un día, en nuestro buzón
“ Cuidadosamente envueltos en papel de color rosa se encontraran mis dientes . Es todo”.
Amílcar Barca
Miami, 4 de agosto 2010