sábado, 6 de enero de 2024

“Todo lo que sale por la punta de la lengua son pensamientos en miniatura” Liliana Aguilar responde ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti

 


Liliana Aguilar nació el 24 de septiembre de 1944 en la ciudad de San Juan, capital de la provincia homónima, la Argentina, radicándose en 1960 en la capital de la provincia de Mendoza. Desde 1966 reside en la ciudad capital de la provincia de Córdoba. Es médico-cirujana por la Universidad Nacional de Córdoba, y egresada de cursos de formación en Psiquiatría y Psicopatología. Dictó seminarios y presentó ponencias en diversas instituciones, y creó “La Casa de Liliana”, espacio destinado a Talleres para adultos y niños. Organizó muestras artísticas, condujo programas radiales, cuentos suyos fueron adaptados (y algunos, representados) para teatro infantil, etc. Fundó y dirigió las revistas “Entrega”, “El Taller”, “Boletín Mensual de la Sociedad Argentina de Escritores” y “La Polilla”. Colaboró, entre otras revistas y diarios, en “Texturas” de España, “Sr. Neón” de la ciudad de Buenos Aires, “Los Andes” de la ciudad de Mendoza. Obtuvo primeros premios y otras distinciones en su país y fue finalista en concursos efectuados en España. Integró los volúmenes colectivos “El libro de los naranjos” (y con el mismo título los numerados 2 y 3), “Cuenterío”, “Los jardines secretos” y las antologías “Cuentos”, “Cuentos de amor para niños de 8 a 10 años”, “Cuentos regionales argentinos – Zona Cuyo”, “Antología literaria sanjuanina. Siglo XX”, “Quince líneas” (Editorial Tusquets, Barcelona, España, 1997), “Antología del empedrado II”, “Leer la Argentina”, etc. Publicó los libros de lecturas pedagógicas “Mi corazón canta de alegría”, “Diario de un niño de la época”, “Diario bajo el colchón”; los libros de cuentos “Juanete con hombre no caza violines”, “Las aventuras urbanas del Sr. Guestos”, “Hombrecito de la botella”, “Hipoc y otros cuentos”, “Partes de guerra”, “Selección de textos. Antología personal”, “Sin mí”; los de ensayo e investigación “Cada cosa en su sitio”, “Aprendizaje y comunicación. Teoría y práctica de taller literario”, “El cuento breve y de cómo el espacio se fugó de la hoja” y los poemarios “De San Juan y otros poemas”, “Cantos y poesías”, “El Olimpo de Ludo”, “Clases de lenguaje”, “Ella, la del alba”, “Tratado y fallido” y “Poesía crónica” (volumen conformado por los poemarios inéditos del lapso 1975-2005 cuyos títulos son “Poemas de brasa y ceniza”, “El ángel de los fuegos”, “O hablemos del tiempo”, “Pasaje a Candelas”, “Historisquetas” y “Los días”).

 1: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?

LA: Podrá parecer fanfarronería, pero bien puede ser un magro intento de comprender lo incomprensible, porque nacer en medio de una ciudad destruida por un terremoto —ocurrió el 15 de enero de 1944 y destruyó el 80% de la ciudad de San Juan— ya es un acto de creación, aunque yo no tuviera mucha conciencia entonces. De ahí en más y hasta el presente, todo para mí serían actos de creación: la muñeca de trapo, los muñecos de lana, sus vestidos, comiditas, bailes, viajes, paisajes, monstruos, sillas, piedras, palabras, todo. Todo cuanto me rodeaba sería y es hasta el presente, el germen de una historia que me permite construir sobre los “escombros” que devienen del crecimiento personal.


2: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

LA: Con la lluvia, poco. Con las tormentas, de terror. Con la sangre, depende el origen. Con la velocidad así así. Con las contrariedades… sigo intentando.

 

3: “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?

LA: Lo que está en el afuera, es lo que alguna vez se tuvo dentro, lo hayas visto o no. Pero también deben mediar las circunstancias de espacio, tiempo y modo, además de los recursos técnicos para que “esto” que tengo adentro pueda mostrarse en el afuera ya sea como poema, obra arquitectónica o gol de media cancha. ¿Me preguntás si creo en el trabajo laborioso de la escritura? Sí, absolutamente. Pero aclaro que el mismo no garantiza la creación y cada quién llega hasta donde tiene que llegar, ni un metro de más o de menos.

 

4: ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

LA: Valoro la obra en sí misma y los factores vitales, es decir, dónde y cuándo fueron escritas. Reconozco que hay vidas de algunos artistas y autores que son geniales, pero me quedo con sus obras. 

 

5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

LA: Los aprendíamos en la escuela primaria; lo aplicábamos en la secundaria; los olvidábamos en la juventud y con el primer hijo o hija, volvían a nuestra memoria de un modo sorprendente. Después de los sesenta nos damos cuenta de que todo nuestro sistema ético y de creencias se soportan en aquellos primeros postulados.

“No hagas a tu prójimo lo que no quieres que te hagan a ti”, por ejemplo: ¿te imaginás un mundo en donde cada uno de nosotros siguiera este lema a rajatabla? Y sigo. “No hay mal que por bien no venga”; “Más vale malo conocido que bueno por conocer”; “La peor batalla es aquella que no se pelea”; “Haz el bien y no mires a quien” … y muchísimos más. Lo curioso es ver cómo se contradicen unos con otros, aunque todos aciertan en el momento justo.

 

6: ¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

 LA: Hasta los diez, doce años, devoraba las historietas de Superman (el original) y Superpiba, admiración que más tarde derivó en una especie de fanatismo por los relatos y novelas de ciencia ficción y literatura fantástica. Rendida ante los mitos de H. P. Lovecraft; de Ray Bradbury, en especial “Crónicas marcianas”; Philip K. Dick, Fredric Brown, Ursula K. Le Guin y más cerca nuestro, Macedonio Fernández; el uruguayo Mario Levrero; Jorge Luis Borges, Angélica Gorodischer; la revista española “Nueva Dimensión” y más acá “Péndulo”, “Parsec” …

Como no faltaba más, apareció Gabriel García Márquez con su realismo mágico. Como verás, he vivido de la fantaciencia y las ficciones desde siempre. He escrito cuentos realistas pero mi corazón va por el lado de la realidad filtrada por la fantasía.

En artes plásticas soy una especie de turista que dice me gusta o no me gusta y pasa a la obra siguiente.

En arquitectura, El Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, de Antoni Gaudí. Seguramente hay muchísimas ante las cuales quedaría extasiada pero no las conozco.  He viajado más en libros que en tren o en avión.

En música adhiero con fervor a la sexta y novena sinfonía de Beethoven y toda la obra musical de Juan Sebastian Bach. Pero disfruto de cualquier ritmo al alcance de mi oído. La música es maravillosa.

 

7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

LA: Supongo que te referís a situaciones irrisorias para el espectador, no para el protagonista, en este caso, yo. Si es lo primero ¡bingo! Soy una papelonera mundial. Lo más leve es confundir una persona con otra o cambiar un nombre por otro.

 

8: ¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?

LA: No la pienso. Pero si alguien me lo preguntara podría repetirle las palabras tomadas  —y compartidas— de un autor de ciencia ficción “dentro de 400.000 años…”

 

9: “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?

LA: Toda actividad rutinaria termina secándome las ideas, los sentimientos y como corolario, las acciones. Por mencionar uno, bastante común e inevitable: los quehaceres domésticos. Siempre el mismo piso; la misma ropa a lavar; la misma compra y los mismos horarios.

He hecho muchísimo para compensarlo. Desde una Feria de Artes y Artesanías en la calle donde vivíamos; comentarista radial; directora de revista literaria; talleres de creación para niños en un local de la avenida Fuerza Aérea que llamé “Casa de Liliana”; talleres ad honorem en escuelas primarias y secundarias de mi barrio y sus alrededores; charlas pedagógicas; stand propio en la I y II Feria del Libro de Córdoba; cursos de actualización en psicoanálisis y otros de teatro, cine, y en el presente, talleres de creación literaria.

 

10: ¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

LA: Se dice que nada ni nadie es perfecto. Entonces, siguiendo esa lógica, si alguien escribiera el texto “perfecto”, esa cualidad podría ser un defecto. De hecho, hoy leemos centenares de textos perfectos, a mi juicio, plagados de perfección.

 

11: ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

LA: El ruido ambiente descontrolado, los altavoces; los gritos desaforados de los conductores de televisión y el nivel infernal de la música en fiestas y boliches. No sólo me indignan. Como soy hiperacúsica, me lastiman los oídos además de invadir mi privacidad sin posibilidad alguna de neutralizarlo.

Me súper-indigna la explotación infantil en cualquiera de sus formas y niveles.

En cuanto a tu tercera pregunta, hasta acá, he tenido un alto umbral de paciencia para soportar cuestiones básicamente insoportables: el menoscabo que se hace de la tarea doméstica y de otros oficios en general, como si hubiéramos nacido sólo para estar sentados del otro lado de un escritorio.

 

12: ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

LA: Un viaje con mis abuelos a San Rafael, Mendoza, en su flamante Ford ‘A’.

Atendiendo a mis cuatro años de auténtica y forzada soledad —mi casa era la única casa re-construida en varias manzanas a la redonda—, mis padres consintieron en dejarme viajar con ellos.

Después de varias horas llegamos a un parque con canteros llenos de margaritas en flor y niños. Decenas de niños. Los mayores se sentaron a tomar café negro en la cocina mientras cuchicheaban cuestiones de adultos, supongo, mientras yo miraba por la ventana a los chicos jugando a esconderse y encontrarse. Supuse que mi ausencia pasaría inadvertida y me escurrí por la puerta de salida con la intención de unirme al grupo. No tengo palabras para decir mi alegría entonces. Sentí que por fin mi pequeño mundo tenía sentido. ¿Diez? ¿Treinta minutos? A mí me pareció sólo un instante. El abuelo llamaba para el regreso.

Ese lugar fue uno de los tantos hogares-escuela levantados por la Fundación Eva Perón de aquella época. El ordenanza de la institución, era un español del mismo pueblo de mi abuelo, aunque no sé si ya eran amigos o la visita funcionaba de correo para enviar noticias suyas a otros familiares.

 

13: ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

LA: Te lo digo por orden de lecturas: Macedonio Fernández, Ray Bradbury y Gabriel García Márquez. Como no era fácil que me hubieran conocido siquiera, los pedí prestado para mis propios textos. A Macedonio en “Las aventuras urbanas del Sr. Guestos” de 1978 y a García Márquez y Bradbury en varios fragmentos de poemas de “Poesía Crónica” de 2008.

 

14: El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

LA: Me gusta el silencio y lo considero imprescindible para estar conmigo. Cuando siento que llega ese momento, me tomo dos o tres días en algún lugar alejado para conseguirlo.

La oscuridad me remite a la infancia, a esas noches en las que, junto a mi abuelo, escuchábamos el rumor del agua corriendo por las acequias. A veces era sólo mirar el cielo y nombrar estrellas. La paz.

Adoro las sorpresas, una lástima que hoy por hoy sean escasas y las más de las veces, de contenido lamentable.

Me invade la desolación cuando observo el énfasis de algunos adultos en desanimar a las jóvenes generaciones. Por tiempos se dijo que hay que vivir el hoy; que el pasado pasó y el futuro todavía no llega (ahora mismo, incluso, se les repite cada diez minutos en una propaganda televisiva). ¿Podés pensar en una perspectiva más desesperanzadora que esa? Para un joven es demoledor. No tiene dónde pararse ni hacia dónde proyectar su actividad, sus estudios, su vida. Fijate. ¡En un país en donde está todo por hacerse!

En cuanto al fervor, fue mi aliado siempre. Con fervor abracé la medicina, luego la psiquiatría y el psicoanálisis mientras, al mismo tiempo, con enorme pasión me dedicaba a escribir, al barrio, a mis vecinos, a mi familia, a mi hogar. Por momentos sentí que los días tenían 25 horas y, aun así, siempre me faltaba (y me falta) algo de tiempo para finalizar lo empezado.

 

15: ¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

LA: Hay muchos y quizás desconozca a la mayoría, pero recuerdo, de los clásicos, los poemas que cruzaban Francisco de Quevedo y Luis de Góngora, Jonathan Swift y más acá, Ambrose Bierce. De los nuestros, Oliverio Girondo y Dalmiro Sáenz. Pero insisto en los muchos —y seguramente buenos-—escritores pasados y presentes que desconozco.


16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...

LA: Los criterios cerrados a cualquier otra mirada. Los acepto como parte de la convivencia en sociedad, pero no los comparto.

Me gusta la diversidad; la libertad de ser, hacer, sentir y pensar. Adoro las estaciones climáticas porque me permiten cambiar de sentimientos, de ropa, de vivencias: sufro el invierno; renazco en primavera, me sumo en la tristeza del otoño y celebro el verano con la perfección de su madurez. 

En cuanto al arte, prefiero la improvisación creativa a la perfección estudiada. Digo “improvisación” sin olvidar que, para escapar de las reglas, hay que conocerlas previamente.

 

17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?

LA: Valoro a todas las personas en tanto mis iguales y a cada quién con sus propios talentos. Detestaba a mi profesora de didáctica de la secundaria, pero valoraba (y aún hoy sigo pensando que fue mi mejor ejemplo de vida) sus conocimientos, su entrega, su dinámica en la clase, su asistencia perfecta, su justipreciación de lo que el alumno podía devolver… y podría seguir una larga lista.

En cuanto a querer a quien no se valora… creo que nunca estuve en esa situación porque una persona puede no tener idea de quién fue Arthur Rimbaud o desentrañar fórmulas de alta ingeniería, pero sí cocinar un guiso a la española para el Nobel o fabricar bellísimas figuras con un pedazo de papel y ser absolutamente queribles por eso.

¿Si me perturba? Para nada. Tales situaciones me dicen que la vida es un prodigio de variables y yo participo de ellas.

 

18: ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?

LA: Me encanta la letra de ese tango. De mi parte, creo que hay mucho malo en todas partes, pero también aquello que nos redime.

 

19: Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?

LA: Podría mencionarte a Buda, Jesucristo; Nelson Mandela, Mahatma Gandhi; Madame Curie, George Sand; John F. Kennedy; Arturo Humberto Illia, nuestro expresidente, y otros muchos que tienen mi admiración. Pero si hay algo que de verdad me emociona es la condición maternal. No digo la capacidad de dar a luz de la mujer, no. Digo esa cualidad de entrega y cuidado hacia el ser más pequeño o más desvalido.

 

20: ¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?

LA: Las películas de Charles Chaplin y las preguntas y dichos de los niños pequeños. José María Firpo en su “Qué porquería es el glóbulo”, libro genial, recopila pensamientos y ocurrencias de sus alumnos de primaria y algunos de ellos, aún hoy, me hacen reír a carcajadas.

 

21: ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

LA: Me resulta difícil contestar en la medida en que nunca pensé que hubiera un “ideal” al que llegar o no. Entiendo que cada quién hace lo que mejor puede según sus enteras posibilidades.

 

22: El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?

LA: Soy libriana y según lo proclama ese signo astrológico, me gustan las artes, abogo por la belleza, la estética, el orden dentro del desorden de la creatividad. La poesía, el teatro, la danza. Por, sobre todo, la balanza de la justicia.

Así también podría contestar sobre el amor. Sería maravilloso manifestarme como esas personas súper demostrativas que abrazan y besan y en todo momento exhiben su amor por esto, lo otro y lo de más allá: a mí me cuesta un montón, aunque por dentro me derrita como manteca cuando estoy en estado amoroso.

La contemplación es mi fuerte, hasta que debo neutralizarla con actividad muchas veces exagerada.

El dinero es necesario, pero hasta ahí. Lo justo, digamos.

Soy católica, bautizada. En algún momento descreí de la religión hasta que, como pasa con muchas personas, atravesé una dura enfermedad y empecé a rezar de vuelta. Pero ya no en la iglesia. Cuando quise retomar la fe en compañía, se había adoptado la modalidad cantada de la ceremonia religiosa. Bueno, terrible para mi propósito de estar con Dios. Me descuidaba un instante y mi imaginación partía por los confines musicales con sus variantes de ritmos y letras.

Prefiero estar con Él en mis momentos de mayor introspección.

Y en materia de política. Ay. Ni lo uno ni lo otro. O lo de acá y lo de allá. La famosa balanza. Pero también algunas escenas de la niñez.

Mi padre y su único hermano habían heredado una finca con parras y cuando había buena cosecha, se hacía reserva para otros momentos en donde —ya fuera por la pedrea, el viento Zonda, la falta de riego o el exceso de producción— daba más pérdida que ganancia. El problema ocurría cuando mi tío, peronista de la primera hora, le pedía a mi padre —de filiación radical—  el dinero de esa reserva para la campaña electoral.

Demás está decir que mi tío fue finalmente vicegobernador de San Juan en tanto mi padre terminó siendo relevado de su cargo como director del Hospital Rawson por no liderar en la misma causa.

Viví demasiadas discusiones de tono elevado entre ellos. No, la política no me va.

 

23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?

LA: Puede parecer extraterrestre pero no tengo una gran cultura artística como para dar opinión valedera al respecto. Pero me gustan aquellas obras teatrales que suceden arriba del escenario —quizás haya personas que toleran bien el teatro interactivo, pero en mi caso no sucede. En música, no soporto los sonidos agudos, ya te comenté mi problema auditivo, pero más allá de cualquier dificultad física, cuando escucho al o la cantante irse de tonos, me saca.

Hasta los dieciséis años me nutrí de las películas del Hollywood Dorado. Era lo que llegaba a San Juan.

A los diecisiete me radiqué en Mendoza para estudiar Medicina en la Universidad Nacional de Cuyo y allí, por primera vez en mi vida, vi televisión y por supuesto, otro tipo de material fílmico. También colaboró el hecho de asistir regularmente a proyecciones del cine-club universitario. 

Mi formación en materia de cine es, creo, rara.

Según pasaron años y sucesos, mis elecciones han sido variopintas y depende del estado de ánimo más que de las cualidades intrínsecas del film.

Definitivamente no soporto nada tendiente a nivelar hacia abajo al ser humano.

 

24: ¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?

LA: La Avenida Central en ciudad de San Juan, en el sector que va desde la plaza 25 de Mayo hacia Tribunales. Me daba una gran sensación de libertad dentro de los límites urbanos.

En mi juventud, la calle Felipe Boero de barrio Los Naranjos, en la ciudad de Córdoba. A raíz de mi iniciativa para realizar una feria de artes y artesanías callejera, los vecinos entablamos una relación de amistad increíble. Veinte familias al unísono compartiendo cumpleaños, fiestas de fin de año, salidas de fin semana y vacaciones anuales. Sentíamos esa calle como el patio delantero de nuestra propia casa. Eran otras épocas, claro.

Después de aquella primera gran feria en la calle, años más tarde se sucedieron dos más pequeñas, a pedido expreso de los jóvenes que de niños habían podido disfrutar de las pintadas sobre el asfalto, orquesta sinfónica, teatro en la calle, artesanos en los jardines de nuestras casas. Durante mucho tiempo a la calle Felipe Boero se la conoció como “la calle pintada”.

 

Frente a la casa de Leopoldo Lugones, en Villa de María del Río Seco, Córdoba, Argentina.

25: ¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

LA: En principio, el orden más común, creo:

Lado A: las valoraciones negativas o dolorosas: sacrificio, sufrimiento, muerte, desajuste.

Lado B: las valoraciones positivas: autenticidad, pensamiento, lengua, danza, ciudad, visión.

Lado C: las neutras: azar, miniaturas, ceremonia, bosque.

El micro: “Azar”

“Todo lo que sale por la punta de mi lengua son pensamientos en miniatura. Sería la razón por la que aparento un desajuste de la visión del mundo circundante: donde existen rascacielos de ciudad, veo montañas agujereadas como si fueran cuevas. Donde bosques, el sufrimiento del árbol que declina, anticipándose a la muerte.

No se crea que estos pensamientos en chiquito precisan de una ceremonia de alto sacrificio o loca autenticidad para manifestarse. No.

Cada vez que el azar pasa por la puerta de mi casa, lo tomo por sus alas y con él, vuelo.”

 

26: “Donde mueren las palabras” es el título de un film de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?

LA: En el lenguaje corporal, que es el lenguaje concreto por excelencia. Si no se puede verbalizar —o abstraer— determinados sentimientos, se actúan. Es lo que nos sucede actualmente como sociedad. Te doy un ejemplo: en alguna época, cuando nos referíamos a “cortar el rostro” a otra persona, sabíamos que se trataba de anular todo trato con ella. Ignoro en qué momento esas palabras tomadas como la abstracción de una conducta se transformó en la conducta en sí y asistimos sorprendidos y alarmados a una seguidilla de jóvenes que por celos o lo que fuera, marcaban con navaja el rostro de algún compañero o compañera.

Considero que el auge de ciertos postulados de lingüística ha influido en la pauperización del lenguaje actual, donde el objeto es lo que es, sin más significación que eso.

No sé si se comprende la raíz del problema. O quizás sí, pero es difícil revertirlo.

 

27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

LA: Llegué a Córdoba en 1966 y viví en pensión con otras siete jóvenes de distintas provincias, costumbres, ideas, comportamientos y eso me pareció increíblemente maravilloso. Luego fue en la Sociedad Argentina de Escritores, filial Córdoba —mi primera época de SADE—, donde compartí ilusiones con personas de distintos órdenes, saberes y procedencias.

Los domingos nos juntábamos en mi casa jóvenes escritores y poetas para leer nuestras producciones. De allí surgió la revista “El Taller”: Cuadernos Literarios que dirigí desde 1972 a 1974. Comunistas, socialistas, peronistas, radical- intransigentes, radicales del pueblo y demócrata-cristianos. Viejos, adultos, jóvenes. Universitarios y no. Siempre los recuerdo como un ejemplo de convivencia en democracia.

Hoy es difícil. No por tener ideas distintas sino porque se ha producido una fractura en la comunicación desde su elemento más sensible: el código. Si alguien habla desde las palabras y otros desde la corporalidad… 

 

28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?

LA: Pésimo. Me caería muy mal. Pero bueno…, es una de las bondades de las caminatas, la jardinería y la literatura.

 

29: No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

LA: A las personas que tienen una gran voluntad y constancia para lograr su cometido.

 

30: ¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

LA: En otras épocas pudo haber sido, pero los años me han vuelto más moderada y cauta.

 

31: ¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?

LA: La propaganda hoy se encarga de venderte espejos de colores que comprás con entusiasmo, pero siempre me llamó la atención las contratapas de los libros: todo es genial; el libro el autor la crítica todo, son geniales. Todos, todos son geniales. Lo más. El premio de aquí y de allá. Suena falso, por lo menos a mí. O quizás uno entre muchos, pero en medio de la hojarasca no lo descubrís.

También —oh, la balanza libriana— en más de una ocasión me he preguntado si ese texto que yo desmerezco, no será la salvación de otro lector.

 

32: ¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?

LA: Me voy urgente a leer ese poema.

 

33: ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

LA: La madrugada. Ver salir el sol y mantener la expectativa de lo que podés vivir ese día es maravilloso.

 


34: ¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?

LA: Francamente, me decepcionan las llamadas reuniones cumbres. Cumbres de qué y con qué resultados. Como si creyéramos que un nuevo Frankenstein compuesto de cerebros y creadores universales nos proporcionarían un mejor nivel de vida o por lo menos con menos miseria en todo sentido.

No sé. Sigo creyendo en las valías individuales, en lo que cada quién hace todos los días para ser mejor en lo que sabe y puede.

 

35: Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?

LA: La de vivir.

 

*

 

Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de Córdoba y Buenos Aires, distantes entre sí unos 700 kilómetros, Liliana Aguilar y Rolando Revagliatti.

 

http://www.revagliatti.com/990826.html

 

 

   



viernes, 29 de septiembre de 2023

Apuntes sobre “Viene junto con” de Rolando Revagliatti

 Como quien exhibe en una feria de atracciones un fenómeno extraordinario, Rolando Revagliatti abre la cortina, en este libro, a una realidad cruel y fascinante. Una posible conjetura se insinúa desde el principio: nada es más cruel y fascinante que la existencia. Mirada desde cualquier ángulo, la presencia, la proliferación, el comportamiento de los seres y las cosas, no resiste una prueba de justificación, de sentido suficiente. Por el contrario, es materia de perplejidad, estupor y consecuente sarcasmo. A partir de allí, todo será motivo de asombro. Pase y vea.

Revagliatti monta un laboratorio en el que, con obsesiva minuciosidad, separa los elementos de este absurdo y vuelve a combinarlos, tomando como punto de partida elementos del habla cotidiana: lo obvio, la frase trillada, el adjetivo erosionado por el exceso de uso; apela a la anécdota trivial, al lugar común, a lo remanido y perogrullesco. Con prodigioso ingenio, transforma todos esos elementos en una rica cantera de significantes y significados. Esta materia prima le permite armar un artefacto poético increíblemente eficaz. De este rico inventario de elementos elegidos es, sin duda, la palabra, el vocablo en sí mismo, el principal recurso, el escalpelo con que secciona, extirpa, mutila y modela estos textos.

Como experto que es en este oficio, sabe muy bien el autor, que la palabra, cuando se carga de excesiva precisión tiende a virar hacia el grotesco; aislada, aspirado el contexto hasta el vacío, la palabra precisa se puebla de significados abrumadores, desmesurados, abrasivos. Es así como en el ejercicio de separar las palabras de la profusión de eventos y circunstancias que habitualmente la rodean y la completan, de usarla como un elemento móvil o adecuable, en medio de cierta, muy deliberada, desolación argumental, o de arriesgarla, en un solo texto en sus distintas acepciones, se produce, por desplazamiento, por inversión o por contraposición, una sensación de extrañeza, al revelar sus significados más secretos e insólitos, su más cruda y dislocada versión. Y es esta cruda, dislocada versión lo que Viene junto coninvoco aquí el título y, copiando el estilo del autor, utilizo la frase – estos perturbadores y magníficos poemas.


Esta asombrosa ingeniería demanda una exhaustiva recuperación (¿restauración?) de vocablos de distintos orígenes: jergas de oficios, arcaísmos, habla callejera, lunfardo, y todo territorio hablante. Ejerce sobre ellos una clasificación detallada de sus posibilidades, aprovecha su condición ambivalente de riqueza expresiva y vacuidad, juega con la polisemia, la paronimia y la ambigüedad. A partir de allí nos instala frente a la palabra como sujeto: el yo implícito está, de algún modo, desdibujado tras el protagonismo tiránico de la palabra. Yace a su merced. Sera vapuleado por ésta, especialmente cuando se trata de adjetivos estratégicamente dispuestos para atribuir y al mismo tiempo escamotear cualidades de ese casi siempre conflictuado yo, que es quien predomina en estos textos como persona narrante. Respecto al tema de la persona narrante, creo que se justifica apelar a unos párrafos que utilicé en una reseña escrita hace unos años, sobre otra obra de Revagliatti : “Sin juzgar - porque ese es otro de los secretos que no se puede, ni es necesario, desentrañar – la forma en que el poeta se involucra personalmente en los temas, considerando el uso, como recurso o como verdadera comunión, de la primera persona en la mayoría de los poemas – cuando hay un tercero, en general, es un tercero referido a uno - se percibe una íntima solidaridad, no tanto en el sentido de compartir los variados – y a veces aborrecibles – puntos de vista de los sujetos retratados, sino en el conocimiento profundo, a veces implacable y siempre minucioso de la condición humana.”.

Pero estemos atentos: como un prestidigitador  nos conduce, con sigilo y sin ninguna inocencia, a una trampa magistral. Valiéndose de la fascinación a la que somos transportados por estas piezas sonoras, dijes visuales, esquemas melódicos, articulaciones de vocablos que tremolan y repican, construcciones que ya en sí mismas constituyen una creación poética de altísimo valor, va colando lo que podríamos considerar una especie de ética antitética: la confrontación, por contraste, con aquellos personajes patéticos, desorientados, desmoralizados, que encarna ese yo que narra, sus peripecias y cavilaciones, sus comportamientos en los que podemos reconocernos o imaginarnos, actitudes que nos retratan en nuestros menos confesables momentos, pensamientos que nunca decimos en voz alta. Porque Revagliatti, como un voyeur, observa y captura conductas, sin juzgarlas, toma nota de ellas con paciencia de entomólogo y con sus matices, sus pliegues y singularidades elabora poemas de una llamativa perfección: certeros, filosos, contundentes, bellos. Y si, también, y sobre todo, conmovedores. Porque se adivina en ellos la mano severa que exhibe sin pudores, la mano certera que describe con fidelidad, la mano amorosa que elabora con comprensión y apenas disimulada ternura.

Viene junto con es, en mi opinión, un libro de poesía que se merece ser leído, pensado y vuelto a leer. En cada lectura encontraremos siempre algo nuevo, algo que nos inquiete o nos ponga en alerta; despejaremos una duda y se nos abrirá otra. En mi caso un libro de consulta, que por un largo tiempo permanecerá en mi mesa de luz.

                                                      


                                                                                         Alejandro Méndez Casariego

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“Viene junto con”, Editorial Leviatán, Buenos Aires, 2023, I. S. B. N. 978-987-8967-31-8, 112 páginas.


domingo, 25 de junio de 2023

“Me hubiese gustado un encuentro entre Li Po y Thomas Merton”

 

Roberto D. Malatesta responde ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti


Roberto D. Malatesta nació el 27 de diciembre de 1961 en la ciudad de Santa Fe (donde reside), capital de la provincia homónima, la Argentina. Es Contador Público Nacional, egresado de la Universidad Nacional del Litoral en 1989. Entre otras distinciones, obtuvo el Premio Municipalidad de Santa Fe 1994 y el Premio José Pedroni 2000-2005, obra édita, y 2006-2009, obra inédita. Su proyecto “Esperanza – Spoon River” recibió la Beca de Creación del Fondo Nacional de las Artes. Coordinó talleres literarios en instituciones de su provincia y el Ciclo “Lecturas del Entrepiso” (Foro Cultural, extensión universitaria, UNL, 2010-2011). Efectuó reseñas literarias para las revistas “Fénix” y “Omero”, y para el diario “El Litoral” de la ciudad de Santa Fe. Desde 2004 participa en congresos y encuentros en diversas localidades de su país. Junto a la cantante ‘Flopa’ Lestani presentó espectáculos de poesía y música. Poemas suyos fueron incluidos en volúmenes antológicos: "Santa Fe al Norte” “Premio Regional. Casa de la Cultura de Alvear”, “75 Aniversario”, “Luz inagotable”, “Poetas 2. Autores argentinos de fin de siglo”, “Señales de la nueva poesía argentina”, “Voix d’Argentine – Voces argentinas”, “Poesía de pensamiento”, “Huellas de agua” y “Francotrinadores santafesinos”. Desde 1984 ha publicado los poemarios “De las cosas blancas”, “Casa al Sur”, “La prueba de la soledad”, “Del cuidado de la altura del níspero”, “Las vacas y otros poemas”, “Flores bajo la lluvia”, “Por encima de los techos”, “No importa el frío”, “Cuaderno del no hacer nada”, “La nada que nos viste”, “El silencio iluminado” (antología), “La estrella roja y otros poemas”, “La realidad está en otra parte”, “Libro del pescador” y “Esperanza – Spoon River”.




 1: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba? Y 2: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

RDM: Mi primer acto de creación o de iniciación, lo he escrito en un poema de “La estrella roja y otros poemas”. La tormenta era inminente, yo era un chico de seis o siete años, pero tenía miles de años de antigüedad, ya comenzaba a soplar el viento y se sentía ese olor a Dios que la lluvia, entre otros elementos, trae. La calle era un río de tierra, era el barrio de mi abuela, en el mío también eran de tierra las calles, yo sentí ese llamado, el viento, la tormenta, la pronta llegada de la lluvia que pone al cielo a nivel de las manos y el rostro. Algo se disparó en mí, y me lancé a la calle a revolcarme, daba vueltas y vueltas en el polvo, no sé qué era aquella danza, fundirme con los elementos, ser uno en la creación, comulgar. Si hoy no lo entiendo completamente, menos en aquella oportunidad. Me fue mal, una vecina me vio y le contó a mi mamá, sin protestas la dejé aplicar su correctivo, ¿qué argumentar en mi defensa?

 

3: “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?

RDM: La inspiración, no, no se ve, fluye, abre la puerta, invita a la fuga. Volvemos, si te quedás de ese lado enloquecerías totalmente. De chico, uno casi que vivía inspirado, pero te enseñan a rechazar la invitación. Existe.


4: ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

RDM: Pablo Neruda tuvo una vida de absoluta locura: fue, vino, huyó, se refugió, amó mil mujeres, fundó su raíz en lo inestable, murió amargo viendo cómo se rompían sus sueños. Los libros autobiográficos de Neruda puede que sean su obra mayor. Claro, está “Residencia en la tierra”.


5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

RDM: No me gustan los lugares comunes de la lengua, rehúyo al refranero popular, me aburren los que viven citando frases de uso colectivo. Aunque por allí…: “La poesía sopla donde quiere”.


 













6: ¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

RDM: Bohumil Hrabal, “Una soledad demasiado ruidosa”, nouvelle que es poesía pura, subrayé casi por completo el libro, historia de un perdedor magnífico, con tres relatos escatológicos y uno, de amor, que es una maravilla, y desde ya, la tristeza infinita. 

Un libro de poemas que se puede leer como una novela, la “Antología de Spoon River” de Edgar Lee Master, otra maravilla, el espíritu humano, su fragilidad, su pecado, su lado oscuro expuesto verso tras verso. Un clásico, un maestro.

Eugenio Montale: pero si hubiese escrito solo el poema “Los limones”, suficiente, no se necesita más.

El final del cuento de Borges, “La escritura del Dios” … ¡ah!

 

7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

RDM: Me remito a otra historia que pude incluir en un poema, “El pelo de los Beatles”; yo era muy niño, estaba en la peluquería de mi madrina, allí unas señoras comentaban con grandilocuencia y a grandes voces que “al fin los Beatles se van a cortar el pelo”; no sabía qué eran esos “Beatles”, pero las señoras hablaban con tal pesadez, dogmatismo y engreimiento, que yo me puse del lado de los melenudos, deseé que pronto me creciera el pelo, ser un Beatles.

 

8: ¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?

RDM: Posteridad… ya fue… cagada de palomas o disgregación en el polvo… Posteridad: ser viento.

 

9: “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?

RDM: Soy contador público, y de vulgares modos, como mi comprovinciano, el poeta José Pedroni, la rutina de mi trabajo se me hace cada vez más insoportable, aunque sea una rutina en constante composición o descomposición. ¡Dios, la jubilación, aunque me conduzca al hambre irremediable!

 

10: ¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

RDM: Todos tenemos nuestro estilo, y nuestras limitaciones, lo importante es no convertirlo en un mecanismo, eso sería la muerte.

 

11: ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

RDM: La indignación es ver ese exhibicionismo que esgrime la absoluta certeza, el engreimiento, la autosuficiencia, en un ser, en una sociedad. Se supone que somos constante aprendizaje; nacimiento constante o fósil: son las opciones. 

También me indigna la censura desde lo políticamente correcto. El arte no es moral y los artistas, muchas veces, son seres viles elevados por la divinidad a concluir una obra; los ciegos no lo ven así, y no verlo es violencia, censurar es violencia.

Por otra parte, violencia me provocan los malos árbitros de fútbol, y me harta instantáneamente cuando viene el cuarto gol del equipo contrario y los nuestros van en cero.


 


12: ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

RDM: Bueno, ya conté sobre mi niñez; va otra: era un niño que tenía como libros preferidos la biblia y el diccionario, y a ello oponía todos los juegos de pelota que derribaban en serie las planteras de mamá. De más está decir que mi madre me prefería lector.

 

13: ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

RDM: Ser un personaje de Jorge Luis Borges da un poco de miedo, quedarse del otro lado del sueño o transitar la pesadilla, da miedo. Pero el universo Borges es el infinito, ser un guapo o un inmortal, ser el que cuenta “la” historia de su vida, el que se sienta en una mesa, vaso en mano y dice: escuche Borges lo que le voy a contar. Por supuesto, no se trata de mi voz, sino de la voz que Borges me dicta.

 

14: El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

RDM: Soy muy afecto al silencio, al pozo de la soledad, ese “El silencio iluminado”. La sorpresa, quizás la mayor, no suceda, es aquello que está a punto de ser, y no es, como en el poema citado de Montale, “Los limones”: “Ves, en este silencio en que las cosas/ se abandonan y próximas parecen/ a traicionar su último secreto”.

La desolación es lo que no está, lo que se ha ido y el camino que se atraviesa a causa de ello. 

El fervor: las palabras de los poetas que acompañan.

La intemperancia, como vicio o defecto por la palabra que debimos guardar sólo para nosotros mismos.

 

15: ¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

RDM:  Ingenio e ironía, me gusta más que sarcasmo: destaco al maestro Javier Adúriz, aunque no diría que la ironía prime en su obra, el ingenio sí, eso sobra. Ya más cerca de lo cáustico, y, claro está, no exento de ingenio: Joaquín Giannuzzi.

 

16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...

RDM: Prefiero mis errores comprobables y comprobados, también son mi parte, que los por comprobar, siempre son los peores, esa es mi apreciación, no sé si la más apreciable, pero por ahí anda.

 

17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?

RDM: Las relaciones humanas son un misterio, pero si hay alguien que te parece querible no busques más vueltas, si te preguntás cómo carajo aprecio a este tipo que es tan opuesto a mí, es porque posee algo que supera tu comprensión, pero está, lo trae consigo. Ahora, valorar y querer no tienen por qué ser de la misma familia. Y creo que es más importante querer que valorar, por allí valorar no tiene mérito, alguien tiene valores, ha hecho cosas, entonces se lo valora. Pero querer es la semilla de Dios.

 

18: ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?

RDM: El mundo fue y será… como dice el tango tantas veces censurado… Suele ser el infierno, pero, o nos mimetizamos con él, o buscamos lo que en él es cielo, no hay más alternativas (por supuesto, plagiado de Ítalo Calvino).

 


19: Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?

RDM: El mundo está lleno de seres anónimos que aman, trabajan y crean, no figuran en las crónicas y ni les interesa. Están a la vuelta de la esquina, te sirven el café o te dan el paso cuando ellos vienen por tu derecha. Tengo, por ejemplo, un amigo, gran poeta, que ha entrado en el absoluto silencio, no de la escritura, no le interesa nada del “ambiente”, pero claro, no lo nombraré, sería traicionarlo.

 

20: ¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?

RDM: Soy de la generación de Los Tres Chiflados, de esa no me curo más. Yo hubiese querido ser un chiflado, en una de esas lo soy, al menos mi apellido no lo desmiente.

 

21: ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

RDM: ¿Lejos? Ya a mi edad todo está más o menos lejos o no importa; aun así, trato de quererme, de ser feliz.

 

22: El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?

RDM: Aquí se termina la entrevista… no pienso escribir una novela… Pero si me aceptás una respuesta, siendo tan solo y tanto, un hombre, el amor suele sacar lo mejor de nosotros, el dinero y la política, lo opuesto. Religión y contemplación se parecen mucho, al menos desde mi perspectiva.

 

23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?

RDM: Si son insufribles yo ya me fui demasiado temprano de la función como para calificarla… Salvo que se trate de reguetón, Dios me libre.

 

24: ¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?

RDM: Cuando caminaba tomando la mano de mis hijos pequeños, era en un barrio del cielo… Ya no sabría dónde quedan esas calles, aunque aún vivo en él.

 

25: ¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

RDM: No, así como la ordenaste me satisface plenamente… Perfecto, Rolando, no lo podrías haber hecho mejor.

 

26: “Donde mueren las palabras” es el título de un film de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?

RDM: Las palabras mueren en la afasia y ello se produce cuando ya nada nos conmueve, el disco sigue girando, pero ya no hay quien escuche.

 

27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?

RDM: La verdadera ideología del artista es su capacidad creativa, la verdad del artista está en la obra. ¿Cuál era la ideología de Dante Alighieri? La de Ezra Pound, el gran vanguardista, la conocemos todos.

 

28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?

RDM: Bueno, quizás el error estuvo en mí, en creer en la promesa de esa persona. Y trato de mantenerme a distancia, no sea cosa que me vuelva a equivocar. Borges decía que no les prestaba plata a los amigos, por las dudas de que no se la devolvieran.

 


29: No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

RDM: A mi abuela Berta (Borka, en su idioma natal), el ser más maravilloso, un ser de luz, inagotable luz que me sigue acompañando; ella era una traductora, sin saberlo, ya que me contó cuentos que sólo había pronunciado y oído en su lengua; su convicción para relatarlos era tal que yo conocía la nieve a través de la palabra nieve, cuando era un niño. Mucho después pude tocar nieve, en efecto, ya la conocía. Quizás escribo gracias a ella, o, dicho de otra forma, su gracia me legó la escritura.

 

30: ¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

RDM: La pasión puede ser estar en absoluto silencio, una mañana de domingo, leyendo; considero que las pasiones son inescindibles del yo, no soy sin ellas. Casi como los fantasmas, que ya de viejo he aprendido a sobrellevar y convivir con ellos sin exaltaciones, a veces, incluso, les tengo un poquito de lástima, ¡fijate éste, se ensaña con tan poca cosa!, les suelo decir. Con las pasiones me llevo mejor, nos sabemos a gusto el uno con el otro.

 

31: ¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?

RDM: No sé, lo de alabado desmesuradamente puede ser en una época, luego eso cae, no se sostiene; de todas formas, yo admiro a quien me entregó algo, por ello no me interesa tanto la “alabanza”, prefiero la gratitud.

 

32: ¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?

RDM: Tan asimétrico que puede ser simétrico. Escarbar en la naturaleza del amor suele ser poco amoroso. No existen patrones. Nada tienen que ver estas extravagancias mías, seguramente, con el poema de Luisa, muy buena poeta.

 

33: ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

RDM: Puede depender de dónde me encuentre. A orillas del río: amanecer, siesta, crepúsculo. Si en mi casa, en mi barrio: la mañana, el mediodía, la madrugada. Pero el asunto es estar en ese preciso momento, en ese lugar, no ausentarse, no de uno mismo, de la hora, del espíritu del tiempo.

 

34: ¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?

RDM: Reuniones cumbres, no me gusta, es como aquel poema del inmenso Horacio Castillo, cuando el escalador del Everest llega a la cumbre y descubre al cielo tan distante como antes (qué poeta Horacio Castillo, con él me reuniría en la cumbre del Everest), pero, bueno, jugando un poco, me hubiese gustado un encuentro entre Li Po y Thomas Merton, y si a eso le sumamos a Mozart tocando el piano, ¡yo quisiera estar allí, oculto entre arbustos, o sirviéndoles el té!

 

35: Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?

RDM: Tablas, con tablas estoy hecho; con eso, yo que siempre pierdo, gano.



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Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de Santa Fe y Buenos Aires, distantes entre sí unos 460 kilómetros, Roberto D. Malatesta y Rolando Revagliatti.

 

http://www.revagliatti.com/050914.html

 

 

sábado, 19 de noviembre de 2022

“La acidez, la ironía de la poética de Nicanor Parra, fueron el puño sin guantes de la denuncia social”

 

Mónica Angelino responde ‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti


Mónica Angelino nació el 5 de septiembre de 1959 en General Rodríguez, ciudad en la que reside, provincia de Buenos Aires, la Argentina. La Secretaría de Educación, Cultura, Deporte y Turismo de la ciudad de General Rodríguez la declaró “Persona Destacada de la Literatura 2019”. Textos suyos han sido traducidos al catalán, inglés, euskera y portugués. Desde 2007 ha publicado los poemarios El vuelo, Ruidos de la sangre, Estigmas desechos, Fibro, Girondeando, De perros y zapallos, Guerrera, Abecedario de la exclusión y Metamorfosis domésticas y los truenos del venado. Integró el volumen colectivo de poesía social Pan de agua, así como otro, compartido, cuyo título es 4 poetas en primavera. Fue incluida, entre otras, en las antologías Frente al espejo, 3 + 1. 25 años con la poesía, Poesía y narrativa 2017, Universos diversos y Sinfonía abierta. Es la compiladora de la antología Nuestras voces, tu voz (2019), conformada por setenta poetas reunidos en apoyo a la lucha por los derechos de los enfermos de fibromialgia. En su cuenta de Facebook creó “Fibromialgia General Rodríguez”, a fin de informar y dar contención a pacientes que, como ella, sufren esta enfermedad incapacitante (90% mujeres). En 2012 propició la introducción del Primer Proyecto de Ley de Fibromialgia en la Provincia de Buenos Aires y en 2013 el Primer Proyecto de Ley de Fibromialgia en la Nación Argentina.


1: ¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?

 

MA: A los trece años mi primer acto de creación fue inventar un alfabeto de signos que aprendí de memoria y hoy no recuerdo, pero que tenía como finalidad evitar que mi madre leyera mis secretos de amores platónicos, mis enojos, mis rebeldías. Lamento no haber conservado esos textos o, al menos, el alfabeto.

2: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad,       con las contrariedades?

 

MA: La lluvia y las tormentas, decididamente, son un fenómeno para mirar por la ventana. No me gusta mojarme ni permanecer con la ropa húmeda. Automáticamente, la necesidad de orinar se apodera de mi vejiga y tengo que hacer esfuerzos para no... Creo, más bien estoy segura, que se origina en un trauma de la niñez donde mi padre, ofuscado por mi llanto y sus retos para que “terminara de llorar”, producía que yo reculara dos o tres pasos y al caer me orinaba, volvía a recular y otra vez me orinaba, todo sin parar de llorar; entonces, en alguna oportunidad, mi viejo me sumergió en la pileta de lavar la ropa “para que me callara de una vez”; supongo que al sacarme y quedar de pie, vestida, mojada y con frío, el pis calentito corriendo por mis piernas era un abrigo. En realidad, no recuerdo el suceso, tenía menos de dos años y mi hermano era un bebé: ¿estaría celosa? La anécdota de cómo “no lloraste ni te measte más, tan maricona como eras”, siempre fue contada por mi padre entre risas. Hay que ¿entender? que esto ocurrió hace seis décadas, el contexto cultural era otro y se aceptaban cosas que hoy son intolerables, aberrantes. Sin embargo, aunque mi cuerpo, mi piel, conservan el registro de ese trauma y pensar en la ropa mojada me da escalofríos, no temo al agua. Si tengo toalla y ropa para cambiarme, apenas salgo del mar o la pileta, “todo está bien”. Caer en la nostalgia, amasar pan o tortas fritas, escribir, no importa hacer qué, decididamente, la lluvia y las tormentas son un fenómeno para mirar por la ventana.

En cuanto a la sangre y las contrariedades, lo tomo como metáforas de existencia en las que, como dice Almafuerte [Pedro B. Palacios, 1854-1917]: “Si te postran diez veces, te levantas…”, porque este mundo, en esta vida que me toca, todo lo que se percibe como pérdida es una muerte y hasta que acurra la mía no puedo más que levantarme una y otra vez. En ese estado permanente de pérdidas la poesía es mi soporte, la que me salva resucitándome cada mañana.

La velocidad es una inquietud que se presta a distintas respuestas: si la velocidad es producto de la nafta o gasolina…, me perturba. Si hablamos de velocidad cognitiva, hoy día, debido al dolor, la medicación, las fibronieblas, ando como tortuga coja. Sí, desde hace unos años padezco de fibromialgia. Solía leer cuatro novelas en forma simultánea. En la actualidad, la concentración apenas me permite, a medio coco, leer algunas páginas del libro, debiendo retroceder unos párrafos cada vez para retomar el hilo narrativo. Mis respuestas, a veces, no llegan al instante, se me pierden las palabras en las catorce puertas y hasta que encuentran la salida ya la conversación cambió de tema. Al principio, no fue fácil lidiar con estas lagunas. Aprendí a reírme de esos episodios que, en ocasiones, se tornan surrealistas y le permiten a mi musa (Telma, mi vaca en la cocina), transformarlos en poemas. También aprendí a “hacer la plancha” y dejar que la corriente me lleve a la playa con las palabras encontradas como salvavidas. De cualquier manera, decir que soy una superada en manejar y elaborar estas situaciones, sería mentir. Hago lo que puedo, hasta dónde puedo y cuento hasta veinte para aceptar mis limitaciones y evitar sentirme peor que si tomara un purgante a medianoche.

            

3: “En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?

MA: Como concepto romántico es pegadizo y tierno. Un lugar común que permite, de algún modo, justificar cuando te preguntan:

—¿Por qué escribiste esto?

—Tuve una inspiración y la seguí.

Lo que llamamos inspiración no es más que un raptus, una emoción violenta que nos impulsa a escribir tanto como a otros a encender un cigarrillo o matar.


4: ¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

MA: ¿Puede separarse obra de autor? En este instante mi memoria vuela, aleatoriamente, de Charles Baudelaire a Edgar Allan Poe, Sylvia Plath, Horacio Quiroga, Alejandra Pizarnik, Cesare Pavese, e inevitablemente a Antonin Artaud declarando: “No concibo la obra como separada de la vida”.


5: ¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

MA: “También se enoja el chancho y se come”“La envidia es peor que el hambre”“Ni la tierra guarda secretos”. 


  6: ¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

 MMA: Voy a nombrar dos: la obra artística que me ha estremecido y continúa haciéndolo es una pintura: “El grito” del noruego Edvard Munch, y cabal, inequívocamente, en novela, “Cien años de soledad” me sigue dejando azorada, opípara y me provoca mucha risa. Recuerdo como metáfora genial, a Aureliano, diciendo: “Apártense vacas que la vida es corta”.

 

7: ¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

MA: Todos tenemos muchas historias o situaciones de ese tipo. La que marcó un hito, un quiebre en mi vida personal y literaria, ocurrió cuando luego de deambular de médico en médico y ya pensando que iba a morir sin saber el nombre de mi enfermedad, finalmente, en 2011, me diagnosticaron fibromialgia, al mismo tiempo que me noticiaban de su incurabilidad y de que todas las medicaciones existentes eran paliativos. Tenía que aprender a convivir con el dolor muscular generalizado, el insomnio crónico, la fatiga, amigarme con la enfermedad, continuar con mi terapia psicológica, evitar las situaciones estresantes, los esfuerzos físicos, etc. Así que lo primero que hizo mi especialista fue medicarme con psicofármacos: uno, para inducir el sueño, y otro, para menguar el dolor y “no se preocupe si se siente rara, es hasta acostumbrarse al remedio, en un mes nos vemos”.

Durante ese lapso noté que la pastillita para el dolor, “Pregabalina”, aunque la dosis era mínima, me producía falta de reflejos, tropezones, oír voces, dialogar en voz alta con nadie, caerme. Al mes le referí esta situación a mi reumatólogo, quien optó por recurrir a otra medicación: “Duloxetina” y “en un mes volvemos a vernos”. Fue genial, monstruoso, desopilante. Entré en una especie de locura medicamentosa por intoxicación, donde no distinguía el día y la noche. Recibí amigos, parientes (vivos y de los otros), tomé mate con ellos a las tres de la mañana, salí de caminata en la noche y me encontraron los vecinos. Al volver mi marido de su trabajo nocturno y encontrar el mate y galletitas sobre la mesa, preguntándome qué había hecho yo, le contaba lo ocurrido en forma muy natural (para mí, lo era). Con 35 grados de temperatura junté palitos, hice especies de carpitas y les prendía fuego en la esquina de mi casa. Hablaba con las personas en una lengua inentendible y no comprendía porqué me contestaban con estupideces. No recordaba palabras y no podía pronunciar mi nombre completo. Por supuesto, no recuerdo estas aventuras que, luego, desintoxicada, me fueron relatando (algunas imágenes, entre nebulosas, volvieron a mi mente). Ahí entendí por qué mi hijo vino a dormir a mi casa y por qué insistían en hacerme comer y comer cuando yo miraba el tenedor y no acertaba a captar para qué servía (rebajé once kilos en veinte días). De toda esta funesta y magistral experiencia, algo, sí, recuerdo: estar durmiendo la siesta (aunque no puedo asegurar que “fuera la siesta”) y de pronto oír un mugido, un extraordinario mugido; me sobresalté, pero no me extrañó que una vaca estuviese en mi cocina; lo que me desconcertó fue cómo había podido entrar por una puerta tan estrecha. Tras meses de desintoxicación y estimulación cognitiva para volver a hablar, escribir y reanudar una vida “normal”, esa vaca, en mi delirio descollante de resiliencia, se convirtió en mi musa poética y hasta tiene nombre: Telma. Telma mi vaca en la cocina que me ha dado mucho cuero y leche para poetizar y me lo seguirá dando.

 

8: ¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?

             MA: La noción de posteridad la traduzco, en una palabra: tierra. Después, quizás, alguien te recuerde para bien o para mal, pero ese no será mi problema.

9: “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?

MA: Las tareas domésticas son una rutina que si no me aplastan se le parece mucho. Aunque debo reconocer que antes esas labores las hacía con el esfuerzo propio de la labor y sin mayor disgusto. Ahora el dolor crónico de base (ni hablemos de las crisis agudas), el cansancio que conlleva el mal dormir y la fatiga muscular que mi enfermedad me generan, logran que cualquier ocupación que emprenda posteriormente “me aplasten”, a veces, por varios días; incluso escribir o leer me produce un agotamiento que me tira en la cama pero, aun acostada, mi cerebro de gusano barrenador sigue escarbando en las palabras para sacarles jugo aunque estén deshidratadas, y cuando obtengo una gota, tomo el celular y la grabo, porque sé que luego se me olvidará; quizás, más tarde, se conviertan en poema.


10: ¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.

MA: El estilo es nada más que una forma de decir en un momento determinado. ¿Cómo puede un ser imperfecto realizar algo perfecto? ¿Quién lo evalúa? ¿Desde qué perspectiva? ¿Con o sin lentes? ¿En ayunas o desayunado?


11: ¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?

MA: Me indigna, en mi Argentina, la pobreza social en un país donde el hambre debería ser una palabra desterrada de los hogares. Cuando se pronuncia esa palabra, debajo de su superficie también se dice destrabajo, insalubridad, ignorancia, cordero de la política, muerte.

Hace unos meses, en ocasión de un robo dentro de la casa de unos vecinos, mi hijo y yo acudimos a sus pedidos de auxilio, gritando, llamando al 911, parando autos; llegaron más personas y esto hizo que el ladrón escapara arma en mano y en la huida disparara (el tiro no salió) directo al tórax de mi hijo. Aunque presenciando como en cámara lenta el suceso, mi cerebro se adelantó a todo el desastre que finalmente no ocurrió, y de haber tenido un revólver mi grado de violencia estaría, en estos momentos, determinada por los años de condena que me hubiera dado la in/justicia.

Me hartan instantáneamente los poetas petulantes y soberbios que luego de leer lo suyo en un evento o en un café literario se retiran pomposamente sin escuchar a los demás.


12: ¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?

MA: Tenía cuatro años y vivíamos en Villa Domínico, Avellaneda, provincia de Buenos Aires, nuestra casa era de chapa cartón prensado negro. Negras las paredes, negro el techo, piso de tierra. No hace falta decir que, con las velas apagadas, todo dentro de esas cuatro paredes era muy oscuro; pero acostada, mi cama en un rincón de la casa, el agujero que había dejado un clavo me permitía ver una estrella cuya luz no se colaba; para mí era algo así como un acto mágico: movía mi cabeza unos milímetros para acá o para allá y la estrella desaparecía, me corría y de nuevo estaba ahí. Esa estrella logró que jamás le tuviese temor a la oscuridad. La oscuridad de la pobreza también tiene momentos de luces, y esa estrella era mía, mi brillante riqueza.

 

13: ¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?

MA: Pienso que Telma y yo bien podríamos haber sido protagonistas en una prosa de Oliverio Girondo o un poema de Nicanor Parra. No dudo que mi amigo y admirado poeta Jorge Luís Estrella [1944-2014], hubiera escrito algo agudo, sarcástico y regocijante sobre “mi musa”, si la vaciadora no se hubiese llevado su lengua haciéndolo cruzar la línea.

 

14: El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?

MA: Son emociones muy fuertes y hasta contradictorias, difíciles de analizar.

El fervor, el silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad de los ojos, las sorpresas, la desolación, la intemperancia.

 

15: ¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?

MA: De los ya citados:

Nicanor Parra: con él he sentido en “propia sangre” que el poeta vive imaginando y que de esa imaginación poética se acrecientan las armas de la resiliencia para elaborar cuanto pueda lastimarme. Además, su acidez, su ironía, fueron el puño sin guantes de la denuncia social.

Oliverio Girondo: me lleva al onanismo cerebral, me orgasmisea, me luminiza con sus neologismos máscaracú que he leído.

Jorge Luís Estrella: un poeta que ha sabido reunir el surrealismo, la antipoesía y los neologismos para escribir desde el absurdo y el divertimento poemas profundos.

 

16: ¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...

MA: El ser humano es pura imprecisión, es arduo efectuar apreciaciones.

 

17: ¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?

MA: Esas situaciones suceden, generalmente no necesito resolverlas, suceden y ya.

 

18: ¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?

MA: Te respondo con otra pregunta: ¿Tenés alguna duda?

 

19: Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?

MA: Teresa de Calcuta.

 

20: ¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?

MA: Las ocurrencias o chistes tontos y fuera de contexto de mi marido, mis hijos, mis nietos y mis sobrinos Lucas y Sabrina.

 

21: ¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?

MA: Lo ideal es una utopía. Tengo proyectos cuyas metas, en razón del tiempo o sus frustraciones, no me afligen demasiado; sé que dejarán algo positivo. Me gusta el tránsito, el camino que siempre es aprendizaje. Esta misma pregunta tres décadas atrás, obviamente, la contestaría desde otro lugar de lo por venir.

 


22: El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?

MA: El amor y la contemplación siempre me han dado la mano, agradezco esa ventura. El dinero, si es para encanutarlo o poseer más de lo que puedo gastar, no me interesa. De hecho, una silla de madera, un árbol, yerba y azúcar para el mate con quien compartir, pueden ser un tesoro envidiable. La religión como acto de fe, si buenifica al creyente, bienvenida sea. Yo, allí, soy mala. La política, si no apunta a combatir el hambre, a otorgar bienestar, servicios de salud, trabajo, educación, se transforma en un trajín personal de enriquecimiento, es un medio para robar al que menos posee y ¿cómo relacionarte con eso? Supongo que lo hago a través de la poesía como forma de denuncia y descarga emocional porque duele.


 23: ¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?

MA: Todo es “sufrible” (aun desde el placer): por eso nos gusta o nos disgusta.

 

24: ¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?

MA: En mi infancia, mis padres se mudaron tantas veces que son muchas las calles de nostalgia y cariño que atesoro. ¿Cómo nombrarlas a todas?

 

25: ¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.

MA: El pensamiento, la lengua, la visión, la autenticidad, el sufrimiento, el sacrificio, la danza, el bosque, las miniaturas, la ceremonia, la ciudad, el azar, el desajuste, la muerte. ¡Con eso basta para mi desgaste cerebral!

 

26: “Donde mueren las palabras” es el título de un film de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?

MA: ¿Dónde mueren las palabras? Si tomamos las palabras como forma de lenguaje comunicacional desde la lengua como órgano, los gestos, los silencios, los actos, entonces, las palabras existen desde que existe el hombre y con el último hombre morirá.

 

27: ¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no

MA: Si el arte está presente (no el pancartismo), todo es disfrutable.

 

28: ¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?

MA: Lo que se promete y no se cumple (o se intenta cumplir) es una mentira y las mentiras me dan como patadas en los ovarios.

 

29: No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?

MA: A mí, por haber llegado hasta hoy sin que el odio o rencor prevalezcan.

 

30: ¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?

 

MA: Ya sabemos que la gravedad siempre es para abajo. No sé si supe distinguirlos, pero sigo de pie.

 



31: ¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?

 

MA: Los medios de difusión del empresariado de la literatura, las grandes corporaciones, producen best seller de obras que no necesariamente son “artísticas” y, en cambio, artistas que merecen el rotundo elogio permanecen anónimos o prácticamente olvidados, como Enrique Banchs [1888-1968], poeta destacado de la lírica en tiempos del modernismo, elogiado por Jorge Luis Borges. Compartamos la primera estrofa de su libro “La urna”:

 

“Entra la aurora en el jardín; despierta

los cálices rosados; pasa el viento

y aviva en el hogar la llama muerta,

cae una estrella y raya el firmamento”

 

 32: ¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?

MA: Si no fuera “asimétrico” sería muy aburrido, tanto como decir “mi media naranja”. Prefiero un entero de octavos diferentes manteniendo su propia libertad de octavo.

 

33: ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?

MA: Padeciendo fibromialgia y, por lo tanto, insomnio crónico, cualquier hora es buena si puedo dormir. El resto es un regalo.

 

34: ¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?

MA: En vez de reuniones propongo un ring:

Primer round: el ego.

Segundo round: la envidia.

Tercer round: los premios.

Cuarto round: ¡brindemos!...

                        puesto que

                        nos admiramos.

 

35: Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?

MA: ¡Defendiendo a mi rey!

 


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Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de General Rodríguez y Buenos Aires, distantes entre sí unos 55 kilómetros, Mónica Angelino y Rolando Revagliatti.