viernes, 20 de agosto de 2010

La función que descifra el árbol


Por Jóse Armando García

Nos estamos acercando al momento en que una función matemática decodificará el crecimiento de un árbol. El momento se ha esperado con ansias de humana grandiosidad. Ahora bien, si el crecimiento de un árbol obedece a la proporción de unas variables limitadas, ¿de quién es la razón que diseñó tal función?

Las matemáticas tienen por Otro a Dios. Más aún, no me sorprendería toparme con la conclusión de que las matemáticas no tienen otro objetivo más que descifrar el plan que a falta de epítetos llamamos divino. Mientras las matemáticas más encuentra funciones que explican lo que antes parecía azaroso, aleatorio o incluso caótico, más se abre la pregunta por el Otro que estableció tales códigos.

No es sorprendente que uno de los primeros grandes modelos matemáticos fue la cábala, que asignaba números a letras en una escritura sagrada a la que se le suponía un plan.

La teoría de las bifurcaciones, por ejemplo, está constituída por una serie de funciones que escenifican un sin número de ramificaciones que simularía un orden o desorden –si se quiere- natural. Partir y repartir la muy lineal geometría euclidiana ha abierto campo para superponer la cuadrícula al manglar. Ahora este obedecería a proporciones periódicas que contienen potenciales y ramificables dinámicas de crecimiento –potencias y raíces, irónico nombre para un plan estratégico de providencia. El continuum de ramas mayores a cero y exponenciales en su diacronía y sincronía ha hecho que nuestras redes de neuronas simulen gestos divinos. Pero al final, sólo ha sido un gesto, y simulado.

La pretensión ilustrada de desplazar a Dios de la ecuación se ha encontrado con una dialéctica siniestra. Ahora los matemáticos han quedado para esclavos del plan divino. Y mientras más decodifican, más se profundiza la pregunta por la razón original.

Los "Actos de providencias" planteados como azarosos en los manuales de emergencias y compañías de seguros son hoy un cálculo resoluble sólo en la aproximación de su vilo.
La data que se maneja es protuberante y sólo ecuaciones diferenciales la conectan. Los modelos se elastizan y los pliegues devienen los mantos de La Pietà. La obra se pone en moción, porque el tiempo es distancia recorrida en un plano de infinitas variables, y entonces surge... pero surge con ello la inquisición de los astros. Aquello que interroga en nosotros las partículas sueltas y el intersticio que entre ellas hay en el universo todo. Devenir hacia un origen de eterno incógnito. Devenir hasta antes que fuéramos humanidad.

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